Día 7: Mi Monstruo Favorito

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Unos hermosos meses han pasado desde aquel ridículamente hilarante capítulo seis, todo iba bien para Colombia y Noruega en su relación. Las cosas entre ambos marchaban de maravilla y apreciaban mucho la compañía del otro.

Volviendo a la realidad, Colombia se encontraba descansando en el banco de un parque. Aunque normalmente son los adultos mayores los que se dedican a la actividad de alimentar a las palomas y aves que se encuentren en el parque, al de piel canela le encantaba disfrutar de la tranquilidad que esa actividad le generaba.

Sin embargo, esa tranquilidad se había ido parcialmente del lugar cuando cierto europeo pelirrojo se acercó a su banca para igualmente tomar asiento. Por un momento el colombiano pensó que se trataba de Dinamarca, el hermano de Noruega que tiene fama de ser extremadamente irritante, pero cuando le echó otro ojo habían cosas que no cuadraban.

En primera, los ojos de Dinamarca son rojos, no verdes como los que tenía el extraño, descartó que fuese Noruega haciéndole una broma como las que suele hacer con la gente para confundirlo con Islandia ya que él nunca se pintaría el pelo de color rojo, sin contar que ese tono de rojo es más natural que el que suele quedar después de usar la tinta.

Eso, además de un característico traje verde con estampado de tréboles. Así es, es el mismísimo Irlanda.

—Dea-maidin an Cholóim (Buenos días Colombia) —dijo el irlandés tratando de romper el hielo que se había creado entre ambos países.

—Ehh... ¿Disculpa? —para su mala suerte, Colombia no entendía el irlandés.

—Oh cierto, olvidé que no entiendes el irlandés —se excusó el europeo—. Buenos días Colombia, ¿cómo estás?

—Ah, buenos días a ti también Irlanda —dijo el cafetero algo apenado por no entender el idioma del contrario.

—Tú tranquilo, aún puedo comunicarme en español y en inglés —dijo el irlandés descansando su brazo en el hombro del latino.

Colombia le dio una bolsa con migajas de pan a Irlanda para que este no se quede sin hacer nada ahí sentado viendo al rubio.

—Oh, thank you (Oh, gracias) —dijo aceptando la bolsa mientras se ponía a darle el pan a las palomas.

Ambos países se quedaron conversando y haciéndose más amigos, esto debido a que el colombiano muy pero muy pocas veces le dirigía la palabra a Irlanda si no es por motivos de visitas y alianzas diplomáticas.

Poco a poco, la incomodidad de ambos países fue desapareciendo, así como la confianza entre ambos fue aumentando. Irlanda se dedicó a contarle diversas travesuras que le hizo al británico al colombiano, generando un ambiente lleno de confianza y, de vez en cuando, ambos estallaban en risas histéricas, generando algo de incomodidad a las personas que pasaban por ahí.

—Al menos ONU no nos regañó —dijo el irlandés limpiándose las pequeñas lágrimas que querían salir de sus ojos producto de las divertidas anécdotas.

Colombia estaba a punto de preguntar porque de repente Irlanda habló en plural, sin embargo, un instantáneo destello dorado le molestó la visión, haciendo que cerrara los ojos.

—Ah, disculpa por eso. Debo tener cuidado con los rayos del sol al usar esta cosa —se excusó el europeo.

Pero, ¿qué era lo que llevaba?

Una vez que Colombia recuperó la visión puso su mirada en la mano del irlandés, fue en ese momento en el que pudo apreciar el anillo que éste tenía.

—Lindo anillo Irlanda —dijo el colombiano apreciando el objeto metálico y precioso a la distancia.

—Gracias, es mi anillo de compromiso —dijo el pelirrojo mientras veía con un leve rubor el anillo, generando sorpresa en el latino.

Leke avtale | 🇳🇴 NorCol Week 2023 🇨🇴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora