Capítulo 5: Amistad

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–Mamá ¿puedo salir?–

Girando, la pelirroja miró a Anzu, quien se había alistado como para... luchar.

–¿A dónde irás vestida así?– le preguntó.

Suspirando, la pequeña Uchiha la miró.

–¿No lo recuerdas? anoche te dije que iría a entrenar con Shinachiku– dijo.

Eso sorprendió a Karin, en sí porque no lo recordaba, aunque por el hecho de que parecía que últimamente ambos, tanto él hijo de Naruto y Sakura, como Anzu, se estaban llevando mejor.

Aunque alzó sus cejas en señal de picardía.

–Así que Shina-chan... ¿eh?– decía.

Con un ligero sonrojo en sus mejillas, Anzu mostró un rostro de incredulidad.

–Ya te dije que no es nada de eso– dijo.

Riendo, la pelirroja se acercó y abrazo a su hija, para después darle un beso en su frente.

–Solo no se excedan– comentó.

Y tras sonreír, la pelinegra habló.

–No creo que eso suceda– dijo.

...

–¡Voy!– se escuchó tras la puerta.

Y tras un par de segundos, la pelinegra pudo observar a Naruto.

–Hola, tío Naruto– saludó.

Sonriendo, el rubio solamente agitó su cabello, dejándolo un poco desordenado, y también dejando un rostro algo irritado por parte de la pequeña Uchiha.

–Pasa, ya casi está listo– mencionó el Uzumaki.

Y así, Anzu entró. Mientras observaba a ambas pelirosas en la sala principal.

–Hola a ambas– se escuchó.

Y girando, tanto Sakura como Hanami sonrieron.

–Me da gusto verte, Anzu– respondió Sakura. –¿Cómo está tu mamá?– preguntó.

Suspirando, la pelinegra sonrió.

–Diría que está bien, estos días ha estado más relajada del trabajo, bueno, en general lo ha estado, aunque creo que se debe a que papá nos visitó recientemente– dijo.

Aquellas palabras hicieron sonreír a la pelirosa quien, en sí, y pensándolo mejor... si, prefería no pensar en ello.

–Bueno, eh, me alegro que Karin se encuentre bien– dijo.

Aunque un ruido proveniente de las escaleras captó la atención de la Uchiha quien, mirando al pequeño de los Uzumaki, solo alzó una ceja.

–¿Siempre tardas tanto?– le preguntó.

El rubio, suspirando y mostrando una sonrisa algo sarcástica, habló.

–Quizás tú eres la que está aquí más temprano de lo acordado ¿sabes?– decía.

Y mostrando un rostro de todavía más incredulidad, Anzu lo miró.

–¿Qué? eso no tiene ningún tipo de sen...– decía, antes de ser interrumpida.

–¡Andando, se hace tarde!– decía el Uzumaki, aunque al estar cerca de salida, habló nuevamente. –¡Nos vemos más tarde!– dijo.

Y tras girar para mirar a Sakura y Hanami, estas solo mostraron una sonrisa con algo de vergüenza en ellas.

–Estoy comenzando a arrepentirme de haber propuesto el entrenamiento– pensó la Uchiha.

...

Ambos habían comenzado a formar una amistad más o menos llevadera, por parte de Anzu, ella no podía decir al cien por ciento que Shina le agradaba, pero era alguien muy centrado en sus metas, en no estancarse, eso le agradaba si era sincera.

Por parte del Uzumaki, este hacía algo de tiempo que veía en la Uchiha a alguien quien tratar de igualar, o superar, pero también debía admitir que era una persona sumamente talentosa, y se notaba demasiado.

–Debo admitirlo, mejoras muy rápido– dijo Anzu.

Sonriendo, el Uzumaki habló.

–Pienso lo mismo de ti, la última vez que entrenamos, yo llevaba cierta ventaja en taijutsu– dijo.

Y eso era verdad, pero tampoco le iba a confesar el hecho de que si hubiese querido, y hubiese activado su sharingan de dos aspas, el rubio no habría tenido oportunidad.

Sentándose en el suelo, Shina suspiró.

–Esta vez he terminado un poco más cansado de lo usual, fue divertido– dijo.

Mirándolo, la Uchiha suspiro también, para acompañarlo en el suelo.

–Estoy de acuerdo, me hacía falta un entrenamiento así– comentó.

Aunque eso extrañó un poco al Uzumaki quien, mirándola, habló.

–¿No se supone que entrenas con Chōchō?– le preguntó.

Aunque una sonrisa algo incómoda por parte de Anzu lo extrañó aún más.

–Eso es verdad, pero el problema con Chōchō es que muchas veces detiene el entrenamiento porque tiene cosas que hacer con su familia– dijo.

Aunque la verdad era, en sí, que la hija de los Akimichi detenía los entrenamientos para reponer energías... comiendo.

Cosas que hacer en familia, claro... o en pocas palabras, comer– pensó el Uzumaki.

Y es que gracias a Shikadai, ese era un aspecto que conocía de Chōchō.

Levantándose y suspirando un poco, la pelinegra tendió su mano hacía Shina, y aceptándola, Anzu habló.

–Creo que por hoy ha estado bien– dijo.

–Estoy de acuerdo... aunque podríamos entrenar otro día, me pasa lo mismo que tú con respecto a un compañero de entrenamiento– comentó.

Aunque la única respuesta que recibió por parte de la Uchiha fue que, al final, le dió la espalda, caminando hacía las afueras de los campos de entrenamiento...

–¡La próxima semana, esta vez sé puntual!– se escuchó.

Y con un poco de incredulidad en su rostro, el Uzumaki sonrió.

–¡Claro!– respondió, ganándose una mirada por parte de Anzu.

Así, la joven Uchiha dejó los campos de entrenamiento, y mientras Shina miraba el atardecer, suspiró.

Dejando así, también, el lugar.




Rayos Que Se DispersanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora