Nunca creí que debía despedirme de ti

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Nunca creí que debía despedirme de ti, o más bien, siempre me negué a tener que hacerlo. Y a pesar de que ya lo hice, de que ya me despedí de ti, especialmente si hablamos de tu presencia física, jamás pude hacerlo de esa conexión, de esa parte de mi alma que te entregué. Después de medio año, entendí que ya murió. Y así como se realizan funerales memorables para personas que lo merecen, este es el tributo que realizo ante tu partida:

Me gustaría empezar con un gracias. Gracias por las palabras, especialmente esas que llenaban de aliento, por las horas y horas hablando de todo y de nada. Gracias por esos consejos, por esas conversaciones sobre sirenas, hombres lobo, iluminatis, política y la crítica a la jurisprudencia que a veces no entendías. Gracias por el aliento que emanaste hasta quedarte a roncar a las 3 de la mañana, solo porque alguno de los dos encontró un dato interesante sobre el zodiaco o algún asesino en serie. Gracias por las risas, por esas horas llenas de alegría.

Y de la misma forma, gracias por esas horas llenas de silencio, donde aunque las palabras fueran hermosas, no había palabra que pudiera explicar lo que los ojos transmitían mejor que cualquier frase.

Te dejo ir agradeciendo al universo el ángel que fuiste, al enseñarme que no necesito dar nada a cambio de mí para que alguien quiera darme algo.

A pesar de la tristeza que envuelve esta despedida, me llevo conmigo los recuerdos, esos momentos que compartimos y que quedarán grabados en mi corazón. No solo fuiste una pareja, fuiste un confidente, un compañero de aventuras y desventuras. Me enseñaste a ver el mundo desde otra perspectiva, a apreciar los pequeños detalles y a encontrar belleza en lo inesperado.

También quiero agradecerte por las lecciones aprendidas. Por enseñarme que el amor no siempre es eterno, pero las experiencias compartidas sí lo son. Que a veces, las personas vienen a nuestras vidas para enseñarnos algo y luego siguen su camino, y eso está bien. Me enseñaste a ser más fuerte, más independiente y, sobre todo, a valorarme a mí misma.

En este último adiós, quiero que sepas que siempre guardaré un lugar especial para ti en mi corazón. No importa la distancia o el tiempo, los lazos que creamos perdurarán. Gracias por ser parte de mi vida y por todo lo que me diste.

Te deseo lo mejor en tu camino, con la esperanza de que encuentres la paz y la felicidad que buscas. Y mientras yo continúo el mío, llevaré conmigo todo lo que aprendí de nuestra relación, sabiendo que, al final, fui bendecida por haberte conocido.

Adiós, con todo mi amor y gratitud.

Lo que te quise decirWhere stories live. Discover now