Evil [Joenry • Batim drabble]

Capitulo único

Su último día de trabajo, no de la semana, no del mes, sino de forma definitiva. Su día a día lleno de mentiras había terminado de forma definitiva, dejando detrás esa vida que parecía repetirse en bucle una y otra vez, cargando cada vez más su conciencia con el engaño.

Pensó un par de minutos antes de dejar la carta de renuncia; aún no era tarde para detenerse. Por más que Drew fuese un hombre narcisista y lleno de egoísmo él lo amaba de cierta forma, tenía un apego extraño a su manera. Sabía que él únicamente era capaz de pensar en sus intereses personales, basándose en sus deseos propios para esa visión futura de su vida juntos; evidentemente no había cabida para aquello que Henry anhelaba.

El hombre consideraba algo patético el deseo de tener una familia propia que cumplía al lado de Linda. No lograba entender del todo el como ella lo hacía sentir realizado, como el ser un padre y marido como tanto se esperaba de él era su mayor meta, su felicidad. Decía que su camino era el correcto, pero ese rumbo solo era realizar el mismo dibujo una y otra vez en ese escritorio por el resto de su vida, un rumbo vacío donde su alma se drenaba en su empleo infernal.

Joey actuaba como si su alma le perteneciera, como si él no fuera más que la sombra de su trabajo. Le exigía laboralmente de forma exahustiva mientras que emocionalmente lo hacía caminar sobre la cuerda floja, casi amenazando con revelar el secreto de su amorío prohibido. Decía que de no ser por su esfuerzo el animador no sería nadie, pero al mismo tiempo se aferraba a necesitarlo para el éxito. Lo hacía sentir culpable de ser un mentiroso si continuaba con el engaño, pero exclamaba que sus sentimientos serían heridos si elegía a la mujer. Se dejaba a si mismo como única opción válida.

Todo esto era un error, era consciente de eso. Era tan egoísta como de quién se quejaba tanto, engañando el corazón de su futura esposa con su falsamente adjudicado "mejor amigo". Él no era su amigo, pero tampoco debía seguir siendo su amante; a veces se arrepentía de haber aceptado que los presentaran.

Entró a la oficina vacía con la carta en mano. Lo que el arte una vez unió ahora la palabra lo separa, regresando al estatus de la falsa pretendida amistad. Amarlo era letal como veneno, pudriendo su corazón de forma lenta mientras el sentimiento agonizaba lentamente. La costumbre de su presencia se arrastraba rogando a su corazón, pero la decisión estaba tomada sin marcha atrás.

Posó la invitación finamente decorada a un lado de la carta, todo visible sobre el escritorio, para posteriormente darse la vuelta y marcharse, yéndose por última vez. No importaba si su imagen quedaría manchada para siempre, si su recuerdo sería odiado por la victimización del artista, él únicamente deseaba encaminarse a su felicidad.