Prólogo

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—¿Está seguro que no lo acompañe Miach-sama?.

—completamente, después de todo no voy a comprar muchas cosas.

Nos encontramos en la entrada de la farmacia azul, precisamente en la calle frente a la puerta donde estaban Miach y Naaza platicando.

Hoy era el día de la semana donde Miach siempre salía al mercado a comprar cosas para la comida de los días siguientes algo lo cual no le gustaba mucho a Naaza ya que sabía muy bien que muchas mujeres se insinuaban a su Dios en ese camino.

—no me convence del todo Miach-sama, es muy probable que se tarde mucho por coquetear con las mujeres que se crucen en su camino al mercado —dijo Naaza con el ceño fruncido.

—jejeje yo no coqueteo con nadie —dijo el dios con una sonrisa nerviosa—. Aparte que tienes que quedarte en la farmacia por si viene un cliente.

Al escuchar esas palabras Naaza rodo sus ojos a un lado.

—vamos Miach-sama, a penas tenemos unos dos clientes en todo el día, no creo que venga alguien a la farmacia en nuestra ausencia —dijo cruzándose de brazos.

—¿Segura? Pues en estos momentos estoy viendo a nuestro primer cliente —aviso el dios con una pequeña sonrisa viendo en una dirección en concreto.

Naaza curiosa dirigió su mirada al mismo lugar viendo cómo cierto albino se acercaba a lo lejos en dirección a ellos haciendo que sonriera levemente.

—podria decirse que el es nuestro cliente número uno —dijo Naaza con una sonrisa divertida viendo cómo el chico se acercaba poco a poco a ellos hasta tenerlo en frente.

—buenos días Miach-sama, buenos días Naaza-san —saludo el albino con una sonrisa amable como era normal en él.

—buenos días Bell, veo que esta vez vienes muy temprano a comprar pociones —devolvio el saludo el dios sonriendo de forma cálida.

—pues mi familia y yo vamos a hacer una expedición dentro de unos días y Kami-sama me dió la orden de comprar las pociones unos días antes, la última vez se nos olvidó por completo eso, incluso a Lili —explico con una sonrisa nerviosa.

—ustedes si que son descuidados —dijo Naaza soltando un suspiro—. Lo bueno de todo esto es que siempre que hacen una expedición compran muchas pociones.

—Naaza —dijo el dios al ver cómo la chica ponía una expresión avariciosa.

—solo estoy bromeando nada más —se excuso la chica apartando la mirada.

—bueno ya que, yo iré a comprar así que tú quédate a atender a Bell —dijo Miach dándose la vuelta.

—esta bien —acepto de mala gana.

—¿Necesita ayuda con las compras Miach-sama? —pregunto Bell queriendo ayudar al dios.

—no te preocupes, no iré a comprar muchas cosas, volveré pronto. Mientras tanto házle compañía a Naaza —dijo con una pequeña sonrisa empezando a caminar.

—¡Claro! —acepto Bell con emoción.

—hacerme compañía, ni que fuera una niña —susurro Naaza ofendida pero a la vez sonriendo.

Después de eso ambos observaron como Miach se alejaba poco a poco hasta que ya no podían visualizarlo.

—bien Bell, hay que comenzar el día —dijo Naaza estirando sus músculos—. Tengo mucho que hacer.

—te miro un poco cansada Naaza-san ¿Sucede algo? —pregunto Bell con un poco de curiosidad.

—nada malo, simplemente me he estado esforzando en crear una nueva poción que supere a cualquiera que haga el odioso de Dian Cecht —dijo Naaza apretando su puño con determinación—. Así Miach-sama estará orgulloso de mi.

Sonríe para míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora