Capítulo 3

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      Me quedo quieta, mirando la multitud bulliciosa que se aglomera como un enjambre de inquietas abejas en la entrada de la Universidad y hago todos mis esfuerzos por no hacer una mueca ¿Era normal que ni siquiera hubiera comenzado la Universidad y ya deseaba desaparecer? Mh, quién sabe.

Mi plan inicial era recorrer los edificios con el fin de tener una orientación más o menos decente en el futuro, pero al ver las grandes colas de alumnos esperando anotarse a sus clases parece que no solo no podré hacer eso, sino que también debo apurar el paso o ni siquiera conseguiré inscribirme en mis clases. Me crispa ver como la fila de estudiantes sale del edificio y hasta da la vuelta, pero Ian me había advertido que la administración de la Universidad realmente hacía trabajar la paciencia de uno, así que respiro hondo y me meto entre el gentío.

Camino entre la gente y, de alguna manera, me siento fuera de lugar por estar sola. La soledad no debía ser razón de incomodidad, pero todos alrededor parecen tener alguien, aunque sea una persona, con quién hablar ¿será que Tae tiene razón y soy rara...?

Un tipo cruza desde atrás y me empuja el hombro, pasa tan rápido que ni siquiera lo veo.

—Ah, si ¡Te perdono, gracias por la disculpa!

Me quedo mirando la espalda que desaparece rápidamente entre las personas. La gente a mi alrededor se me queda viendo y me pregunto si debo o no aclarar que era un chiste. Bueno, era un mal chiste, pero el chiste pierde la gracia si lo explicas, así que continúo mi rumbo.

Una chica lanza una risa estridente por algo que le dice otra y las dejo pasar primero, preguntándome qué demonios es tan gracioso cuando el interior de aquellos muros parece una pesadilla. Ellas pasan junto a mí con una gran sonrisa y por alguna razón, mi vista queda fija en sus brazos, que están entrelazados mientras caminan, como si no quisieran perderse una de la otra.

"Una buena charla entre amigos siempre hace que las cosas odiosas sean más llevaderas."

Hago una mueca, quitándome las palabras de papá de la mente y cuando me digo que no estaría mal tener alguien con quien charlar en este momento estresante, cuadro los hombros y me meto entre la multitud.

Bueno, papá. No tengo amigos.

Y no le veo nada de malo.

Atravieso el mar de gente entre el campus, agitada. Miro atrás y hago una mueca, había pensado que el lugar era más pequeño, pero ahora, en la cima de las escaleras, toda la gente que veo en la entrada como pequeñas hormigas dicen lo contrario ¿Quién fue el desgraciado que se le ocurrió poner los edificios en la cima de las escaleras? Dioses, ¡uno pensaría que al final del camino hay un duendecillo con una bolsa de oro como recompensa!

Me río de lo que pienso, pensando en preguntarle a un tipo bajito y regordete dónde está mi bolsa de oro, pero seguramente (y con razón) se ofendería, así que sigo. Cuando al fin veo un cartel del mapa del campus, siento que esa es mi recompensa.

—¡Oh, lo siento tanto!

Unos cuantos y yo giramos la cabeza al estruendo que ocurre a un lado. Un chico y una chica se quedan viendo a una rubia que no para de disculparse. Frunzo el ceño, viendo como ambos la miraban ceñudos mientras ella junta cosas del piso. No sé qué le dicen, cuchichean entre ambos, pero la rubia hace una mueca y vuelve a disculparse, bajando la cabeza otra vez.

Bueno, hijos de perra, al menos ella se disculpó con ustedes, a mí ni a la cara me miraron.

Me acerco al mapa del campus, pero mi vista me traiciona y vuelve a la pobre rubia, que continúa juntando cosas esparcidas por el césped del campus. Lleva una mochila en la espalda y una maleta junto a ella. Ah, no es de aquí, viene a quedarse a la Universidad. Un tipo pasa rápido, separando las piernas e intentando no pisar nada de ella con cuidado, pero de todas formas pisa lo que parecen unos auriculares y ropa, y continúa su camino. Abro mucho los ojos y lo sigo con la mirada, preguntándome qué carajos le pasaba a la gente, ¿a qué iba tan rápido el imbécil? Ni clases tenemos hoy.

ᴛᴇ ᴅᴇꜱᴇᴏ ᴜɴ ʜᴏɢᴀʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora