CAPÍTULO 2

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Austin

Por fin habíamos acabado el instituto, dentro de unos días sería la ceremonia de graduación a la que no tenía muchas ganas de asistir. Estar ahí delante de todos sonriendo como un imbécil mientras mi padre me observaba y me juzgaba, no le había hecho nada de gracia que quisiera tomarme un año sabático para viajar de mochilero por el mundo, el solo pensaba en si mismo y quería que estudiara derecho para llevar su bufete de abogados en el futuro, yo ni si quiera quería estudiar derecho joder.

Estamos en la casa de un compañero del instituto que monta una fiesta, la primera del verano, estoy tan borracho que no se ni de quién es la lengua que tengo en la boca, pero tengo que decir que esta chica no besa nada mal, sentado a mi derecha en el sofá estaba Mike, mi mejor amigo desde que tengo memoria fumándose un porro con otros chicos y un par de chicas. Y justo enfrente estaba Levi besándose con un chico como si no hubiera un mañana,


Esa noche y como todas aquellas en las que salimos de fiesta nos quedamos a dormir en casa de Mike, esa casa era siempre nuestro punto de encuentro o mi refugio mejor dicho, siempre que discutía con mi padre acudia a casa de los Stevens, no importaba el día o la hora, la señora Stevens siempre me recibía con una taza de chocolate y un abrazo justo antes de mandarme a la habitación de su hijo a dormir.

No sé ni cómo conseguimos llegar a casa, solo recuerdo que estábamos tan cansados que nos sentamos en las hamacas del jardín sin muchas ganas de tener que subir escaleras y entre risas y más cigarros nos debimos quedar dormidos allí.

- ¡Despertad gandules! — primero oigo el grito de la señora Stevens y seguidamente el chorro de la manguera fría impacta contra nosotros despertándonos completamente — tenéis idea de la hora que es, vaya cuadro de verdad, no habéis sido capaces ni de llegar a la cama...ahí mi mente desconecto.


- Mamá, ya vale deja de grita por dios, me duele la cabeza — este se cogía fuerte la cabeza para enfatizar sus palabras y se tapaba los ojos del sol


- Ducharos y preparaos para comer, seguro que no sois los únicos tres idiotas que estaréis hoy con resaca... – mientras seguía hablando ella sola y blasfemando se fue hacia dentro de la casa

En ese momento me di cuenta, lo que la señora Stevens había dicho, eso significaba que Julie, la hermana mayor de Mike volvía hoy de la universidad,

Julie tenía solo dos años más que nosotros, aunque a veces parecían muchos más, siempre he estado enamorado de ella, se que a Mike no le hace gracia, que piensa que es un enamoramiento infantil, pero no es así.

Cuando tenía 8 años tuve una fuerte discusión con mi padre en la cual me dio una bofetada por gritarle, como siempre me dirigí a casa de los Stevens, fue Julie con 10 años la que me abrió y me dijo que entrara, solo estaban ella y su madre, pero esta estaba dándose una ducha. Recuerdo que me llevó a la cocina y me puso un poco de hielo en la cara que estaba empezando a hinchar, no le hizo falta preguntar que había pasado, me retiró las lágrimas con sus manos.

- No llores, no me gusta cuando lloras, me pone triste

- Lo siento — no pude evitar pensar que también se había enfadado como papá

- No te disculpes, tonto. Solo quiero verte feliz, me gusta mucho cuando sonríes, ¿Qué hace falta para que sonrías?

- Tu mamá siempre me da un beso — pensé que me lo daría en la mejilla, pero no se todavía a día de hoy que la llevó a darme un pico en los labios, ese fue el momento en que me enamore de ella.

Me levanto rápidamente de la hamaca y me pido primero para la ducha, no les doy tiempo ni para contestar mientras corro dentro de la casa.

Veinte minutos después salgo del baño camino a la habitación de Mike solo con los pantalones puestos cuando choca contra algo, por inercia la cojo del brazo para estabilizar, cuando me encuentro con sus ojos, esos que se cuelan siempre en mis sueños.

- Joder...—se aclara la garganta — quiero decir, hola Austin, has crecido un montón — tiene que levantar la cabeza para mirarme, porque si, en dos años he crecido y mucho.

- No puedo decir lo mismo de ti, sigues igual de pequeña — me acerco a su oído y le susurro — aunque las prefiero así, os hace más manejables en la cama — cuando me separó para mirarla veo que esta roja y su respiración se ha acelerado, le guiñó un ojo y sigo mi camino.

Cuando llego a mi destino me permito un minuto para respirar hondo, jamás le había hablado asi, pero quiero que vea que ya no soy un crío, sino un hombre que puede follarla pero también hacerla la mujer más feliz.

Un verano entre tus sábanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora