PRÓLOGO

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Pasaban las horas y la fiesta seguía en la casa. Había adolescentes de entre quince y dieciocho años tomando alcohol sin ningún tipo de control.

- ¡Que bueno que tus padres se hayan ido a Madrid todo el fin de semana! Si no, no hubiéramos tenido esta fiesta - dijo la chica del vestido celeste.

- Verdad que sí. Además, una de las ventajas de vivir en el culo del mundo es que podemos hacer todo el ruido que queramos y nadie nos dirá nada. Solo queda conseguir que mi hermano no abra la boca y todo será perfecto - contesta Alba emocionada.

- Después de esta fiesta, todos te alabarán en el instituto. Con quince años y ya has hecho una de las mejores fiestas del año, serás una leyenda.

- Sí, claro porque es un orgullo hacer todo esto siendo tan joven y sin una pizca de responsabilidad. Muy bien hermanita, felicidades, has ganado el premio a la más subnormal - interviene Guille.

- Guille, no tienes nada mejor que hacer que molestar. Por qué mejor no te vas arriba para estar más cómodo.

- Pero es que necesito ayuda de mi hermana para acostarme. Estar en una silla de ruedas es lo que tiene. Si me subes ahora ya no te molestaré en toda la noche, mira el lado positivo.

Subieron a su habitación y Alba  ayudó a Guille a meterse en la cama.

- Oye, ¿por qué no vino Amira? Es la persona más importante del instituto en mí... en nuestra vida y no está.

- No quiso venir, sabes que todo esto no le gusta, pero mañana viene, no te preocupes por no ver a la chica de tus sueños por un día, así que a descansar y no le digas nada a papá y a mamá de esto porfa - él asintió con la cabeza. Iba a salir de la habitación cuando Guille volvió a hablar.

- ¿Piensas que soy una carga? Se sincera, ¿hubieras preferido a un hermano normal?

- No seas gilipollas. Eres un hermano normal: insoportable, sin un mínimo de inteligencia... Ya sabes, lo típico, pero una carga no. Me gusta tenerte como hermano, aunque a veces me saques de quicio ¿por qué lo preguntas?

- Nada, no te preocupes. Vete ya y disfruta de la fiesta.

Dicho y hecho. Alba bajó y agarró una Coca-Cola. Caminaba al ritmo de la música cuando alguien choco con ella y siguió su camino sin dirigirle la palabra.

- Serás imbécil, no digas perdón, eh, no vaya a ser que te canses.

Al cabo de unos minutos y unos cuantos sorbos de su vaso, Alba empezó a sentirse mareada y desorientada, no conseguía ver nada con claridad. De repente, una persona a espaldas suyas la agarró por los brazos y sela llevó entre la gente hasta arriba.

- ¿Qué pasa? ¿Quién eres? - consiguió decir al fin Alba. Le era muy difícil hablar, era como si sus cueras vocales no quisieran emitir ningún sonido aunque ella lo intentara.

- ¡shh! Tranquila, te voy a tratar bien. Claro si estás tranquila para que no me enfade y cambie de idea. Ya verás que lo vas a disfrutar, solo déjate llevar.

El hombre la llevó hasta su habitación y la empujó hacia la cama con fuerza. Posteriormente, se puso encima de ella y empezó a quitarle los pantalones.

- No, para - su voz sonaba en susurros desesperados - detente, no quiero hacerlo - en ese momento cerró los ojos y no los volvió a abrir hasta el día siguiente.

Un corazón por descubrirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora