Por: nanayoung
Una serie de fragmentos basados en la idea de que Saitama fue considerado el villano más poderoso número uno y una amenaza a nivel de Dios durante años por todo el mundo... y nunca se supo.
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Dos años después de su entrenamiento, Saitama sintió que había algo extraño en las personas que lo rodeaban.
Era la forma en que la gente lo miraba cuando pasaba corriendo o las miradas que le daban cuando iba a comprar comestibles. Realmente no lo notó mucho al principio ya que estaba demasiado preocupado por entrenar y golpear al monstruo ocasional. Pero después de un tiempo, se volvió tan obvio que no pudo hacer nada más que notarlo.
En serio, era como si nunca antes hubieran visto a un chico entrenando en chándal. Si no lo supiera mejor, habría pensado que todos le tenían miedo por alguna razón.
Aunque ahora que lo pensaba... mucha gente comenzó a evitarlo en las calles. Y la policía le lanzaba miradas furtivas cada vez que salía a correr. Y todos sus vecinos se mudaron un día en medio de la noche. Junto con su arrendador, quien estaba bastante seguro de que había estado huyendo de él cuando se acercó al tipo para pagarle el alquiler.
Saitama dejó de correr por el parque y olfateó con precaución su chándal. ¿Olía? ¿Fue eso? ¿Ese monstruo que mató hace unos minutos dejó algún tipo de hedor?
El chasquido de una ramita atrajo su atención hacia un grupo de adolescentes. Por lo que parece, estaban teniendo una cita de picnic o algo así.
Lo miraban con ojos muy abiertos que le recordaban a Saitama a un ciervo que vio una vez antes de que su padre lo golpeara con su auto.
Lo miraron fijamente durante un tiempo incómodo y justo cuando estaba a punto de preguntarles qué estaban mirando, como uno solo, lentamente comenzaron a retroceder.
Siguieron retrocediendo hasta que se perdieron de vista, luego se escuchó el rápido sonido de pasos que corrían.
Segundos después hubo un chirrido de neumáticos antes de que todo quedara en silencio una vez más. Saitama miró y descubrió que los adolescentes aparentemente dejaron caer su canasta de picnic en su prisa por alejarse de él.
"Eh... su pérdida." Empezó a rebuscar en el contenido de las cestas. No era de los que desperdiciaban comida gratis cuando la recibían. "¡Oh, mantequilla de maní!"
