Dust soltó el plato de carne cubierta de jugo rojo, aparentemente sangre fresca, delante de Alastor. El ciervo estaba sentado y, poco a poco, tomó sus cubiertos y se le hizo agua a la boca al ver el tremendo platillo que acababa de preparar Angel para él.
—Voy a disfrutar tanto de esto, pequeño Angel.
—Escucha, estúpido —se adelantó la araña golpeando la mesa frente a él con sus manos y luego señalándolo con desconfianza y fiereza— Me esforcé mucho, muchísimo en esta mierda. Así que no hagas lo de siempre.
—¿Lo de siempre? —cuestionó Alastor fingiendo inocencia con una sonrisa esceptica— ¿A qué te refieres, corazón?
—¡A SER UN IMBÉCIL Y FINGIR SER UN CRÍTICO CULINARIO! —gritó el de cabellos blancos perdiendo la paciencia, luego masajeó sus sienes y trató de tranquilizarse—. Joder, me destrozas el maldito autoestima y lo sabes. ¡Lo sabes!
Hubo tantas ocasiones en las que Alastor le colocaba un puntaje sin consideración. Angel no sabía cocinar a la perfección, no era su fuerte realmente. Mucho menos complacer los gustos escalofriantes de Alastor a la hora de devorar carne.
—Ya, cómetelo. Esta es mi maldita forma de decir que te amo —se cruzó de brazos y le desvió la mirada a Alastor con una clara expresión de molestia—. Así que no seas un hijo de puta por primera vez.
—Tranquilo, mi amor —mientras el pelirrojo decía esto, cortaba un pedazo de carne y se lo llevaba a la boca. Lo degustó con placer, masticó y saboreó hasta tragar y mostrarle una sonrisa confiada—. A pesar de solo bromear con esto, tu comida es exquisita y... ¡Esto sabe maravilloso! —lo felicitó sin ningún tipo de deshonestidad en sus palabras—. No tengo idea de dónde sacas carne humana a estas alturas. Pero prefiero que el misterio siga siendo eso mismo, un curioso secreto que solo lo haga más interesante.
Angel volteó hacia su pareja. Se frotó el brazo con un poco de ansiedad y no se atrevió a mirarlo a los ojos, bajó la cabeza con algo de pena luego de escucharlo. Nunca fue tan amable en una devolución.
—Entonces... ¿Te gustó?
—Todo lo que haces para mí, me encanta.
Alastor se colocó de pie luego de secar la sangre de sus labios con una servilleta. Abrazó a Angel desde atrás y posó su mentón sobre su hombro, cerrando los ojos con una sonrisa tranquila que solo reflejaba todo el amor que sentía por él.
—Incluso en la cama, ¿Verdad? Jodido ciervo pervertido —se rio la araña al sentir ese cariñoso abrazo. Volteó para atrapar a Alastor por la cintura y quedar frente a frente. Los dos se rieron en la misma frecuencia, se sentían como uno solo incluso en conversaciones tontas.
—Esa es la segunda parte de la noche. Comerte a ti es mucho más delicioso que cualquier plato de carne —delineó los labios de su Angel con su pulgar y aquel gesto solo hizo temblar del deseo a la araña, quien se volvió sumiso ante un tacto tan suave y delicado—. Sé lo que te gusta, descuida. ¿Cómo no recordar los puntos débiles de la persona que más amo en este infierno?
El de cabellos blancos le mostró una sonrisa amable, compasiva y sus ojos totalmente cristalinos. Lo amaba mucho, lo amaba tanto que ya no alcanzaban acciones o palabras como para poder demostrar semejante cantidad de amor.
—... También te amo, incluso mucho más.