Día 3: Mafia

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En la barra de aquel café del estilo de los años cuarenta, la mesera les sirvió un par de vasos de whisky negro a sus dos clientes. Luego les trajo unos panecillos con queso, algo simple para llenar el estómago. Ellos dos eran los únicos que llevaban traje negro, corbata y, en caso de Anthony, un sombrero de acuerdo a la época y un vendaje que recubría su ojo malherido desde hacía meses.

El aspecto de ambos era intimidante, nadie los veía por más de unos segundos. Era evidente que Anthony y Alastor pertenecían a la mafia Cacciatore.

—Mientras que nos vean desayunando o saliendo a beber como compañeros de trabajo, estará bien. Nadie sospechará nada en mi familia —afirmó el rubio de maquillaje oscuro mientras bebía el whisky y prendía un cigarrillo en la barra del establecimiento.

Alastor se le quedó mirando con cierta fascinación. Sus ojos marrones se volvían rojizos cuando podía apreciar el brillo de Anthony desde lo más profundo de su alma. Herido, abandonado, solo. Aún así, conseguía fuerzas para seguir en pie. Y era algo que sencillamente le aceleraba el corazón.

—¿Qué tal un paseo en auto cuando terminemos nuestra cita? —Alastor le sonrió casual, rodeó el vaso de whisky con su pulgar y lo observó de forma penetrante.

—Solo si tú conduces, Alastor. —contestó el Cacciatore con una sonrisa pecaminosa—. Quiero picar un par de líneas después de comer.

Alastor asintió, como si se tratara de lo más normal entre ambos. Ellos eran asesinos, ambos destruían vidas y ambos lidiaban con eso como les era posible. Incluso normalizando la clase de monstruos que eran. A veces, drogarse era lo más leve que alguno de los dos podría hacer.

Y una vez en la carretera, Anthony picó y afiló las líneas de cocaína sobre un cuaderno. Las distribuyó y las inhaló con la rigidez de una tarjeta que poseía en el auto. Alastor conducía y observaba el atardecer por el espejo retrovisor. Tanto tiempo juntos... Le hacía sentir que de eso se trataban todas las historias de amor.

—¿Te has dado cuenta de la vida que hemos estado llevando? ¿Una total vida de pareja? —comentó el castaño sin alejar su mirada de la carretera. El hecho de pensar en ellos dos, en su convivencia y en la pasional forma en la que se amaban era surreal.

Amar a Anthony de una manera en la que él solo podía demostrar amor. Protegerlo, cogerlo, causarle dolor y placer. Besarlo, quererlo. No sabía cómo amar de otra forma y, a pesar de todo, sabía que Anthony amaba esa clase de amor.

—Si... Es lindo. —el rubio, con sus ojos dilatados y algo inestable por el saque de cocaína ingerido, suspiró y observó con transparencia al amor de su vida. Le sonrió con mucha paz, con la armonía que le otorgaba cada vez que estaba a su lado.

—Nunca había conocido algo así. Cada vez que mi padre sospechaba que salía con algún tipo, terminaba en una bolsa negra y enterrado a tres metros bajo tierra —la mirada del rubio se llenó de oscuridad, bajó la cabeza y sintió mucha angustia repentinamente—. Jamás permitiré que eso te suceda.

—Nunca va a sucederme. Te lo prometo —Alastor soltó con una sola mano el volante y tomó la de Anthony, ambos entrelazaron sus dedos. El rubio quiso llorar en ese momento.

Si le faltaba Alastor...

¿Qué sería de él?

—Bañarnos juntos, comer juntos, hacer los quehaceres, tener relaciones todas las noches como si fuéramos animales. Besarnos, abrazarnos y amarnos —enlistó el castaño como si cada acción fuera su lenguaje de amor más genuino, observó de reojo a su novio y le sonrió con confianza y dulzura—. Y estar jodidamente locos, juntos.

—Enterrar cuerpos, asesinar personas, torturarlas, seguir órdenes de mi padre, el peor jefe mafioso de todo New York, nuestro territorio —complementó Anthony sin tanto orgullo de esa parte. Luego, observó a Alastor a su lado y apretó su mano con fuerza y temor—. ¿De verdad me perdonarás por introducirte en todo este desastre?

—Anthony, mi vida ya era un desastre desde antes. Tú... le diste color. Y un significado —contestó su amado sin titubear, sin dejar de sonreír de corazón y aún conduciendo por esa carretera desierta.

Anthony sonrió con felicidad, pero con cierta nostalgia y tristeza. Una tibia lágrima bajó por su mejilla. Quería estar con Alastor para siempre.

—No cambiaría esto por nada en todo el mundo, te amaré el resto de mi vida y más allá de eso.

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