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◡Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.◡
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Hace ya varias lunas que habían acontecido los hechos antes narrados, ahora él salvador del mundo era un hombre bien crecido que ejercía como carpintero junto a su padre: Andrés, pero, como todo hombre que cruza por la flor de la juventud tenía dudas, dudas sobre su cuerpo y el funcionamiento de este, que por razones pudorosas Andrés nunca le explicó de forma adecuada, por lo que aprovechando un día en el que su padre estaría fuera hasta el día siguiente, acudió a su madre.
- Mamá, quisiera consultarte una duda que me ha molestado por un tiempo -
Habló el joven mesías, sentado en medio de la pobre cocina de su hogar, María, quien cocinaba cerca del fogón la comida de esa tarde se giró, su rostro amable y tierno le sonrió, acomodando mejor sus enaguas y un mechón de cabello rizado que adornaba su frente, exclamó:
- Dime, Lio, ¿En que te puedo ayudar, mi niño?-
Su atención estaba por completo en el joven, quien titubeando un poco suspiró para finalmente hablar con una voz lenta y temblorosa.
- Y-yo, ¿Cómo... ¿Cómo na-nací? -
María guardo silencio un momento, por su mente cruzó rápidamente un recuerdo difuso de ella... De él recibiendo la vendicion de Dios sobre su cuerpo; entocnes se levantó y camino hacia el pequeño Jesús, quién su rostro ahora adornado por las amapolas fue tomado entre las manos de su madre para recibir un suave beso, apenas un roce de labios.
No comprendió por qué razón lo hizo, simplemente comenzó a responder el beso de forma más cálida, con ambos hombres jadeando y mordiendo cuanto sus bocas podían del otro, el mismo calor y extasis que hace tiempo recorrió el cuerpo de María regresó, ahora inundando también al joven mesías, quien pronto rasgaria sus ropas para descubrir un pecho plano y y una tersa piel morena que se antojaba deliciosa.
- Mamá... -
Lloró al sentir su ereccion envuelta en una cálida mano que masajeaba torpemente su longitud, el placer que sentía apenas le permitia mantenerse en pie, por lo que ocultó su rostro en la suave curva entre el cuello y el hombro de su madre.
- Cariño, no puedo hacerlo todo por mi mismo -
Una suave voz masculina ronroneo junto a su oído, produciendole un fuerte escalofrío que le hizo caer sentado sobre la silla de antes. Guillermo aprovecho esto para retirarse las apretadas enaguas, dejándolas deslizarse por sus gruesos muslos hasta llegar al suelo, quedando totalmente descubierto ante su hijo.
- La paloma regresó al nido después de todo... -
Después de aquellas palabras confusas su madre subió a horcajadas sobre sus piernas, la gran ereccion de Lionel se poso entre los blandos glúteos de Guillermo, quien con una mano guió lentamente el pene del joven salvador hacía su interior.
- Haa... Está muy estrecho, mamá... -
Sentado completamente sobre su miembro María comenzó a moverse de forma lenta, mientras su propio miembro rozaba las burdas ropas del joven Jesús, haciéndole cosquillas en el glande que ya desbordaba líquido preseminal.
Era la primera vez que Lionel experimentaba sensaciones par de placenteras, su cuerpo cálido y lleno de vigor, en su mente una estática apabullante que le impedía pensar con claridad; tomando con fuerza ambos glúteos de su madre le llevó torpemente hasta la desvencijada mesa en la cual solían tomar los alimentos, un sonido sordo que pronto fue acompañado por chapoteos y gemidos cada vez más ruidosos.
- ¡Ah-!, ma-ás despacio, despah- -
Lionel embestia fuertemente el interior de Guillermo, acariciando sin descanso la próstata de este, ambos compartiendo un salvaje beso en el cual apenas había tiempo de respirar.
En sus rostros ya no había el habitual cariño fraternal y las miradas suaves, solo quedaba lujuria y deseo. Así pasaron la tarde entera, follando como nunca antes en sus vidas y olvidándose por completo de la comida o el tiempo, solo disfrutando el extasis del orgasmo.
Así continuaron hasta la mañana siguiente, cuando Andrés regresaría de sus labores para continuar su vida familiar, saludando a su esposa e hijo, sin imaginar que desde ese día en más su pobre casa sería testigo de innumerables pecados en su ausencia....
