Prólogo

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~ Hace 4 años ~

Adrien caminaba por el pasillo en el pasillo de su casa. Era uno de los pasillos en el sótano de su casa. Nunca había estado ahí.

Hacía frío. Estaba oscuro. El chico no quería hacer nada más que regresar a la comunidad de su padre, pero los pasos fríos de su padre a su lado fueron lo suficientemente intimidantes para seguir avanzando.

Sus pies descalzos tropezaron contra el piso, pero logró componerse antes de terminar de bruces contra el suelo.

"Avanza Adrien. No tenemos mucho tiempo."

El chico tragó audiblemente, pero siguió avanzando bajo la leve luz de la antorcha.

Su padre se había comportado de forma fría desde que su madre... desde el accidente. Nunca había sido particularmente cálido o alegre antes; pero ahora era todo distinto. No lo culpaba. Adrien tampoco era el mismo ahora.

Pero a pesar de todo, esta era primera vez que su padre lo sacaba a dar paseos en pasadizos tenebrosos bajo la casa grande. La única luz que alumbraba sus pasos era la tenue del fuego que su padre cargaba, y a penas era suficiente para iluminar el piso de mármol bajo sus pies.

En el techo se escuchaban los leves aleteos de unos murciélagos, y detrás de los pasillos unos chillidos le indicaron al chico que probablemente había ratas, a pesar de que la servidumbre se encargaba de mantener pulcra toda la casa.

Adrien trató de disimular su miedo, pero no pudo suprimir el ligero temor que recorrió todo su cuerpo. Ya tenía 12 años, se suponía que ya era casi un hombre. Pero bajo la tenue luz a mitad de la noche, se permitió sentir miedo.

Finalmente llegaron a una puerta de madera podrida, cerrada con un candado exudado. Su padre sacó del bolsillo una gruesa llave de metal y abrió la puerta.

Dentro había una habitación de piedra, tan distinta de todos los cuartos de la casa que el rubio no pudo evitar su asombro. Parecía ser una cocina, pero todos los muebles estaban deteriorados, las hierbas que colgaban estaban secas y había estropajos colgados de todos los rincones.

En medio de la habitación, una mujer vieja mezclaba cosas en un puchero. Tenía su rostro cubierto por un velo, pero sus manos estaban tan arraigadas que parecían las de una momia. Sus dedos largos con múltiples anillos contaban hojas secas que recogía de su bolsa y las colocaba en la caldera.

De pronto, sacó de su bolsa un pequeño hueso, cubierto aún de sangre y tejido, que al echarlo al puchero, comenzó a brillar en un asqueroso color rojo, viscoso y maloliente.

A Adrien se le escapó un sonido de sorpresa. La mujer era una bruja.

Su padre le dedicó una mueca , pero entonces por primera vez desde que entraron a la habitación la mujer los volteó a ver.

Sus ojos de un magnético color oliva pasaron por el chico, pero se fijaron en su padre.

"Gabriel Agreste. ¿Traes las joyas?"

Adrien se congeló de la indignación. Nunca había escuchado a una persona fuera de su madre referirse a su padre por su nombre, y no por su título; pero antes de que pudiera replicar el hombre lo interrumpió.

"Si. Las he traído."

El hombre sacó un pañuelo de su bolso y lo extendió en la mesa. Adrien se asomó a ver. Dentro había un par de joyas: un anillo plateado y un par de aretes oscuros. No parecían la gran cosa, pero la bruja los examinó hasta quedar satisfecha.

Con un gesto de la cabeza los colocó en la mesa, y rápidamente comenzó a sacar varios objetos de su bolso, acomodándolos en una fila recta en la mesa. Volvió a ver a su padre.

"Conoces las consecuencias de tus actos."

Su padre no desvió la mirada.

"Lo hago."

La mujer se inclinó sobre la mesa y por primera vez fijó sus ojos en Adrien.

"Demos por comienzo entonces."

El chico miró confundido a su padre.

"Padre, ¿qué está sucediendo?"

El hombre le miró con firmes ojos grises y luego hizo algo que sorprendió al muchacho. Se hincó frente a él.

"Adrien. Tu sabes que quiero lo mejor para nosotros."

"Lo sé, padre."

"Y tu sabes que haría lo que fuera para recuperar... para recuperar a tu madre, ¿verdad?"

El chico se quedó congelado. Esta era la primera vez que mencionaba a su madre desde que había ocurrido. ¿Y traerá de regreso? No tenía sentido. Pero aún así, encontró las fuerzas para asentir con la cabeza.

"Bien. Debes de saber entonces que estoy tomando la decisión correcta."

Adrien no entendía. ¿Qué decisión? ¿De qué estaba hablando? ¿Por qué hay una bruja en un cuarto en el sótano de su casa?

Quería hacer tantas preguntas pero los duros ojos de su padre lo callaron. No era propio a su posición hostigar con preguntas. "Sí padre."

El hombre asintió y se levantó, volviéndose hacia la bruja. "Estamos listos entonces."

Adrien no tenía forma de saberlo; no podía ver detrás de su velo, pero algo le decía que la mujer estaba sonriendo de una forma espantosa. "Comenzaremos entonces. Acércate hacia mi Adrien."

¿Cómo sabía ella su nombre? ¿Acercarse a qué?

Pero aún así dio un par de pasos hacia la mujer. Pero antes de que llegara la mesa, su padre colocó su mano en su hombro.

"Te amo hijo."

Adrien dejó de respirar. ¿Qué? Su padre nunca decía esas cosas. Se volteó hacia su padre, buscando respuestas en sus ojos, pero lo único que recibió a cambio fue una palmada en su hombro.

Aún sin comprender mucho, el chico avanzó hacia la mesa, donde la mujer cogió el anillo entre sus dedos.

"Comencemos."

La puerta se cerró detrás de él con un golpe sordo.







Notas:

Bienvenidos de regreso, a la aventura de este fanfic. Si son nuevas personas, bienvenidas. Si son fan antiguos, les esperan muchos cambios y cosas nuevas. Espero que encuentren en este trabajo un lugar feliz. :3

La leyenda de Chat NoirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora