Before

313 30 3
                                    


—Hannibal está... enamorado... ¿de mí?

—¿Podría él sentir a diario una punzada de hambre por ti y encontrar alimento con sólo verte?—ella guarda silencio sólo un instante, pero para Will ese segundo se siente como saltar de un abismo——suena ensordecedor, y Graham se siente caer dramáticamente, como si esas dos letras hubieran sido colocadas sobre sus hombros con el peso insoportable de una carga de varios kilos —. Pero tu... ¿ansias por él?—pregunta, y el hombre finalmente se hace añicos como una copa sobre el frío suelo de la lúgubre cueva. Los fragmentos de su cuerpo vuelan por los aires con un estruendo atronador, para reunirse unos instantes después en algo absurdamente nuevo, y una estatua de mármol aparece en lugar de la taza de porcelana fina.

Will pestañea, centrando su mirada en Bedelia, pero no da una respuesta, incapaz de encontrarla dentro suyo. Su cabeza está completamente en blanco, sin más pensamientos que uno rayado en las paredes como una pintura rupestre.

Amor.

—Estás conmocionado—comenta con su habitual calma y el leve interés de un coleccionista de mariposas que observa a través de una lupa cómo una mariposa empieza a salir del capullo—. Como si no lo supieras de antes. Lo cual es extraño, dada tu... naturaleza única. Han pasado tanto tiempo juntos, ¿no lo has sentido al menos una vez? ¿En sus palabras? ¿En sus acciones? ¿En sus miradas?

Will traga un nudo en su garganta y lame sus labios resecos. Siente claramente la textura del apoyabrazos bajo sus dedos y golpetea silenciosamente en él. No mira a la terapeuta, como si al mirarla el coleccionista fuese a atravesar el capullo con una aguja, matando a la mariposa sin siquiera dejarla abrir las alas.

—Es difícil ver algo en él a través del velo. Incluso para mí—contesta con una voz estable, calmada.

—¿De quién era el velo que te impedía ver esta sencilla verdad? ¿Era de él?—Bedelia inclina ligeramente la cabeza hacia un lado, mirándole con sus ojos vidriosos—¿O era tuyo?

Graham la mira y se queda inmóvil. La campana suena, simbolizando el final de la sesión.

Mientras dejaba la casa, Will sintió que se estaba sofocando. Caminó sin saber dónde sus piernas lo llevaban. Palabras. Acciones. Miradas. Palabras. Acciones. Miradas. Su corazón latía frenéticamente en su pecho, se sentía igual que hace años, cuando la encefalitis quemaba su cerebro desde adentro, haciéndole vivir imágenes horripilantes durante día y noche, haciéndole despertar por la mañana en una cama empapada de sudor, en su techo o en el umbral de la puerta de alguien más.

Parpadea, dándose cuenta de repente de que se ha detenido. Levanta la vista y exhala lentamente. Una casa familiar se eleva sobre su cabeza.

Hacía años que nadie vivía aquí. Era como si la casa hubiera estado abandonada, nadie había conseguido mudarse a ella, aunque los locos fanáticos del Chesapeake Ripper estaban sin duda dispuestos a hacer cola para vivir aquí. Will siente una punzada de repugnancia por ellos. Dirige una mirada hacia el patio trasero y camina despacio por la hierba descuidada, cuyo susurro le hace sentir con cada célula de su cuerpo que el recuerdo cobra vida ante él.

—¿Un pasaje secreto?—arqueó una ceja, mirando a Hannibal.

El hombre vestía un traje gris oscuro y un abrigo, llevaba el pelo perfectamente engominado hacia atrás. Estaba junto a la puerta, girando la llave en la cerradura. El médico se volvió hacia él con una expresión indiferente en el rostro. Estaba iluminado por la pálida luz de la luna.

—La salida habitual al patio trasero, justo desde la habitación en la que normalmente no dejo entrar a nadie—respondió—. No tiene nada de secreto o inusual, salvo que sólo yo he tenido siempre las llaves—Hannibal soltó la frase tan despreocupadamente como si le estuviera contando lo que había cenado.

Long live Will Graham (Hannigram)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora