Capítulo 1: Despertar Poco Habitual

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Comenzaba un nuevo día, y como siempre, la habitual oscuridad reinaba con autoridad en la habitación.

—Ring-Ring! Ring-Ring! Ring-Ring!

La enloquecida alarma chilló, haciendo que la pelinegra que dormitaba a su lado arrugara las cejas como cada mañana.

Antes, solía pasar todo su tiempo pensando en cambiar de alarma. Sin embargo, cuando finalmente se dignó de hacerlo, se quedó profundamente dormida hasta que su propio padre tuvo que ir a despertarla. Aunque en realidad no consideraba esto como un problema, pero cuando se dio cuenta de qué día era, maldijo en su interior.

De ahí que, aunque de mala gana, tenía cierto aprecio por esa quisquillosa y antigua alarma. Pero a pesar de sentir eso, siempre la golpeaba con intensidad para callarla.

Intentó levantarse de su cama, pero sentía que las sábanas cremosas le rogaban que permaneciera en sus brazos, y en sincronía, ella también pensaba lo mismo, quería seguir durmiendo, acurrucarse y estremecerse como una oruga feliz en un día soleado.

Cuando lentamente se inclinaba a los brazos de su amante, una intrusa interrumpió su encuentro amoroso.

—Ring-Ring!! Ring-Ring!! Ring-Ring!!

Clank!

Un puño endurecido impactó contra la antigua alarma.

"¡Esta maldita chatarra!"

Maldijo sin ocultar su enojo. Su sed de venganza no estaba saciada ni con ese golpe, quería más, quería verla sufrir hasta romperla de verdad. Sin darse cuenta, sus ojos se prendieron en un fuego intenso.

Si es que la alarma realmente estuviera consciente, ahora estaría temblando al ver que tenía como dueña a una loca sádica. Además de gritarle: "¡Perra! ¡Perra! ¡Perra!"

Aunque tal vez, luego estaría riendo como una orate al saber que el karma de verdad existe.

"¡No, no, no, no!"

Repitió Eimy, con demencia al ver la hora que marcaba su celular. No le importaba si es que dormía un poco más, ya que todo el tiempo la viciosa alarma chillaba en la hora incorrecta, entre 10 a 15 minutos antes.

Debido a eso, la pelinegra intentó poner el alarma con esos minutos agregados. Y sin embargo, de alguna forma, el alarma igualmente enloquecía entre 10 a 15 minutos antes.

Gracias a eso, consideraba con seriedad que su alarma estaba embrujada, al igual que llevarla ante el loco chamán de su barrio. Pero ahora lo que le importaba era que estaba muerta, o que estaría si es que llegaba tarde a la clase de ese viejo verde.

Con un impulso monstruoso, corrió hacía su armario y se vistió de manera atropellada, acompañada de crispamientos que le ocurrían cada que recordaba las advertencias airadas del reptil.

Cuando ya estaba cambiada, cogió su mochila y su celular y descendió a pasos rápidos hacía el primer piso, no tenía tiempo ni para cepillarse, ni para arreglarse como se debía. Además, su mente estaba trabajando a máxima potencia para buscar alguna excusa plausible que la salvara del regaño.

Sin embargo, mientras se dirigía hacia el pasillo que conectaba a la salida, unas risueñas vocecitas la hicieron salir de sus preocupaciones y a aguzar los oídos.

Escuchó dos voces, la de un varón y una señora, que alegremente se entonaban en la sala, junto a las ocasionales risas que surgían de la cháchara.

"Qué mierda."

Una lisura se escapó de sus delgados labios al ver la desagradable escena amorosa, siendo más precisos, al ver a su padre coquetear con una mujer que no era su madre.

Sueños y Realidades: De un amor nacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora