Capítulo 3: Nuevo Contrincante

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Una nueva batalla se gestó en la isla del minibar. Ya antes una cantidad considerable de botellas estaban vacías, y ahora parecía que incluso ese numero se vería minúsculo.

Al final, solo uno se cuestionará si fue una decisión acertada ofrecer bebidas gratuitas a los invitados de tu fiesta. Pero seguramente al anfitrión no le importaría, considerando lo impresionante que lucía su casa, tal vez...

En esta ronda, Eimy de verdad no fingía estar mareada, el alcohol había afectado seriamente su mente. Su rostro se enrojecía con cada trago que tomaba. Y si tocabas su rostro verías cuan caliente estaba.

Pero lo que sí se notaba a leguas, era su actitud más chispeante de lo habitual. Movía los brazos al beber, de una forma rara queriendo imitar un brindis.

«Realmente está perdida....»

Sofía, no pudo evitar pensar eso, cuando observó las secuelas del descubrimiento del truco de su mejor amiga. Pero ciertamente, la idea de sobornar al chico del salón, que siempre lo tomaban como barman solo porque había visto algunos videos sobre eso, incluso le sorprendió a ella, de verdad pensó que nadie se daría cuenta, bueno si es que Eimy no fuera tan notoria cuando celebraba sus victorias.

"Eimy, mejor para"

Comentó Sofía, al observar a su amiga borracha y temblorosa, balbuceando incoherencias cada vez que tomaba otro shot.

Ya ni siquiera podía quedarse quieta, parecía como esos juguetes de girasol, moviéndose de un lado a otro.

Pero lo más importante, era que a diferencia de ella, el rostro de Gabriel estaba tan inmutable, tanto que parecía sacado de una novela romántica como el guapo protagonista que era inmune al alcohol.

"No, no, no. ¡¡¡Puedo seguir!!! Todavía yo puedo..."

Muy contrario a sus preocupaciones, Eimy estaba nadando en otra corriente.

"Pero... Eimy..."

"No, no, no, ¡¡te digo que no!!"

Agitando sus manos, Eimy comenzó a hacer berrinches, comportándose tal cual una niña. Al verla en tal estado, Sofía sintió vergüenza al percibir que de poco a poco empezaba a llamar la atención de la multitud.

Intentó calmarla porque estaba segura de que ella misma se arrepentiría al día siguiente.
Tras un largo y duro esfuerzo, pudo lograr que dejara de gritar. Sin embargo, parecía imposible hacer que dejara de beber.

El juego continuó con una competidora al borde del "Knock-out". En realidad, el ganador ya se había decidido hacía mucho tiempo. Pero la persistencia y terquedad de Eimy perseveraba a pesar del mal momento.

Sin embargo, todo tiene un limite, y el limite humano de Eimy llegó cuando terminó apoyada contra la mesa, con saliva escapándose de las rejas que son las comisuras de sus labios.

Con tal final previsto y esperado, las pocas personas que se habían quedado en el juego, se terminaron por marchar.

Viendo que por fin podría intervenir, Sofía quería llevarse a Eimy de inmediato. Pero antes tenía que hacer algo.

"Ahhh.... chico, me llevo a mi amiga, ya después ella te dará tu dinero."

Habló lo más breve posible y rápido al ver lo ocupado que estaba atendiendo a las demás personas.

"Hazle acordar, seguro que se olvidará por la resaca."

Sin tomarle mucha importancia, le respondió con un largo y simple: "Okeyyy~"

Al observar a Eimy en tal situación, se preguntó de forma seria en como llevarla a su casa. Luego de varios y eternos segundos, cargó a Eimy en su espalda.

«¿Que diablos?, qué, ¿por qué pesas tanto Eimy?»

Sofía pensó que sería fácil cargar a Eimy por su contextura y altura. De ahí que seriamente se preguntó de donde salía tal peso de alguien tan delgada.

"Párate bien, Eimy."

Intentó comunicarse con Eimy, no parecía que no la escuchara, al ver que movía el rostro cuando le hablaba. Pero de igual forma, no le hacía caso. Eimy se sentía como una gelatina, tambaleándose por todos lados.

Fue aquí que Sofía se dio cuenta de que el mayor problema de cargar a una persona, no era su peso, sino cuan borracha estaba, sentía que era mucho mejor si es que pesara más a lo que estaba haciendo.

Sofía escupía sus pensamientos sin saber que lo realmente difícil aún estaba por venir.

-Paf!

Un ruido sordo se gestó en sus espaldas.

Sorprendida por aquel sonido, Sofía se giró lentamente y vio al rubio desparramado en el sofá.

"Jajaja"

De manera muy lenta se rió, como si encontrara la situación lo más extraña posible.

"¿Acaso tú no estabas bien?"

Sin todavía entender lo que veían sus ojos, intentó pedir ayuda.

Pero como si ya supiera lo que iba a decir, James respondió de inmediato.

"No, no, no."

Agitando las manos en negación, recalcó sus razones.

"Tengo que atender, ya sabes, me pagaron para hacer esto, más bien, sino fuera por eso, ni vendría."

Al ver cuanto se negaba, un largo y lento suspiro salió de los labios carnosos de Sofía.

«¿Realmente... qué estaré pagando?»

Sintiendo que no había otra opción, tanto Eimy como Gabriel se sostenían del voluptuoso cuerpo de Sofia, quien a su vez también estaba tambaleando intentando avanzar hacia la salida, para llamar a un taxi.

"Ahh~ ....Sofi, dile a mi padre que lo quiero~"

A pesar del mal estado en que estaba, Eimy era la mejor de lejos, ya que era la única de los dos que podía hablar, Gabriel estaba casi inconsciente.

Y cuando Sofía trató de apoyar a Gabriel con su cuerpo, no pudo evitar sorprenderse y maldecir al sentir lo caliente que estaba su rostro, como si estuviera con fiebre, estaba sudando a borbotones.

Al darse cuenta de su verdadero estado, un sentimiento de culpa la invadió, en primer lugar por no haberlos detenido en un principio, y en segundo y tal vez la más imporante, por apoyarla en un inicio a Eimy.

La angustia de tener que enfrentar a sus padres la abrumaba incluso más, no tenía ni idea de que excusa dar cuenta se preguntaran porque estaban en tal mal estado ambos.

Sofía estaba tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera se percató de la hora. Fue solo cuando finalmente liberó sus preocupaciones anteriores que se dio cuenta de la más importante de todas: el tiempo.

Estaba de muchas formas perdida, no hacía falta que sus padres los vieran en tal estado. La hora, era una que sabía muy bien que su padre no la dejaba estar ni aunque él fuera el que estaba borracho.

Se preguntó que haría si es que la llamaran, pero ninguna solución le venía a la cabeza por el momento. Sin embargo, no tuvo que pensarlo demasiado, porque desde un lado inesperado se escuchó y sintió una pequeña vibración.

--! --!

Venía desde la dirección del rubio. Y aunque quisiera, no podía contestar porque eso significaría dejarlos a ambos caer en medio de la calle.

Pero cuando escuchó el otro sonido, esta vez con una melodía que conocía muy bien, porque siempre le había pedido que lo cambiase, supo de inmediato que la sentencia había tocado su puerta.

«¿No jodas, es enserio?»

* * * *

"Cariño, ya te dije, no te preocupes."

Dijo María, intentando calmar el enojo de Javier.

"¡Pero le he estado enviando mensajes desde hace una hora y no contesta!"

Con sus manos sosteniendo la llamada, Javier le contestó su pareja. Aunque no quería alzar la voz, la ira se apoderaba de su boca.

"Mira, yo también le estoy llamando a Gabriel, así que no te exaltes con ellos, seguro que les ha pasado algo."

Cualquiera que los escuchara, pensaría de ambos como dos polos opuestos. Uno que era muy temperamental y la otra siendo más serena. Si es que María no lo hubiera llamado de esa manera tan cariñosa y con ese apodo. Nadie pensaría de ellos como una pareja.

A menos de que fuera algunas de esas locas personas que creen en la atracción de los polos opuestos.

"Jaahh..."

Intentando no alterarse, Javier suspiró no una, sino cinco veces, porque no era suficiente.

Al mismo tiempo, las llamadas continuaban por parte de María, pero por mucho que lo intentara parecía que nunca iban a contestar.

Sin embargo, en el último timbre, la bendita llamada conectó. Cuando Javier lo escuchó, le arrebató de las manos el celular a María y volvió a su estado acalorado.

"¡Eimy! ¿¡Sabes qué hora es!? Te dije que no llegaras tarde."

Sin siquiera esperar a la parte receptora, Javier escupió sus pensamientos.

Cuando por fin acabó, una débil y baja voz se escuchó, pero lo que más llamaba la atención no era eso, sino su forma atropellada y confusa cuando hablaba.

"Ahh, Señor Javier.... ocurrió un problema, un problemita, es que bueno, todo está bien, claro, pero alguien los insistió a los dos a tomar un poco de trago, bueno, ya sabes cómo es. Así que..."

"¿¡¡¡Qué!!!?"

Un grito gutural recibió como respuesta a sus divagaciones.

"Ella sabe muy bien que puede tomar, pero no para estar ahí tirada por los suelos."

Viendo en que estado estaba, María se acercó a él, y le arrebató el celular para decirle algo a Sofía.

"Sofía, si no es mucha molestia, me gustaría que pudieras tenerlos en tu casa esta noche, para que se calme Javier. ¿Está bien?"

"No-no, no se preocupe, señora."

* * * *

Sofía llevaba consigo dos cuerpos, tan inertes que parecían que estuvieran muertos, los arrastró hasta la puerta de su casa. Habían llegado en un taxi cuyo conductor fue tan amable al comprender lo mal que los dos muertos estaban.

Y más que nada, por no enfadarse por haber vomitado en su coche. Sofía desde lo más fondo de su corazón rezó para viviera una época de bonanza como taxista, cosas como lo sería celulares, billeteras olvidadas en su carro.

Al recordar aquel momento, una vergüenza tiñó sus mejillas, el vomito pintó la silla del piloto, y más que nada el Rubio fue el mayor culpable, quien mismo pedía constantemente como un loco un vaso de agua.

Si es que no hubiera ocurrido todo ese momento bochornoso. Sofía habría pedido al taxista que la ayudara a llevarlos hasta la puerta.

Pero como había sucedido todo ese alboroto, no se sentía con la cara para hacerlo. Y mucho menos, cuando María la había ayudado a pesar de la había estado calumniando, aunque supuso que ella no lo sabía. Pero de igual manera, sentía que esta madrugada había perdido mucho la cara.

Viendo a los culpables de sus tormentos, bien dormidos en el suelo, frunció el ceño. Aunque ella misma sabía que la mayor culpa de que ambos hayan acabado así era ella, también sentía que tampoco fue para que sufriera tales tormentos.

Sin prestarle mucho más tiempo, Sofia abrió la puerta de su casa, y cuando entró, la culpa volvió a apoderarse de ella.

«Lo siento Eimy... y chico vómitos»

Aunque era inevitable, igualmente sintió que pudo haber echo algo mejor, en ves de contarles a sus padres la verdad.

Si les decía que estaban viendo películas, de lo ya raro que era eso sabiendo la hora, su padre le habría pedido que le pasara a Eimy, pero a simple vista uno sabía que ella no estaba en condiciones para hablar.

Mientras ella seguía en su mundo, los llevó a ambos al sofá que estaba al lado de la entrada, y los hizo acostarse para que descansara un momento.

De todas las habitaciones, la más cercana y fácil para llegar, era la de sus padres. Eso se presentaría como un problema, pero sabiendo que nunca paraban en su casa, Sofía decidió llevarlos a ambos ahí.

Y fue así, uno por uno los cargó y recostó en la cama King. Por un momento, verlos a ambos en la misma cama, se le pasó a la cabeza si es que estaba bien hacer eso. Pero después de pensarlo un rato, sintió que el único problema que se podría presentar era que terminaran vomitándose entre ellos.

Sin más preámbulos, Sofía se marchó del cuarto, yéndose a dormir a su habitación, sin saber que la despreocupada decisión que tomó, marcaría de por vida tanto la vida de ambos individuos, como la suya.

Sueños y Realidades: De un amor nacienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora