Circo Macabro

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En las oscuras y corruptas profundidades de la humanidad, donde los corazones se contaminaban y las almas se perdían, surgía un circo diabólico conocido como "El Circo de las Almas Corruptas". Este malévolo espectáculo no aparecía al azar, sino que se materializaba cada 50 años en las cercanías de ciudades donde los síntomas de corrupción se extendían como un veneno en el alma de sus habitantes.

Este tenebroso circo estaba habitado por una troupe de payasos pecaminosos, cada uno encarnando un pecado capital y llevando consigo una maldad indescriptible. 

Envidia, una mujer de cabellos negros como la noche y ojos llenos de malicia, desbordaba amargura y resentimiento por cada poro de su ser. Su presencia causaba discordia y sembraba la semilla de los celos en el corazón de todos los espectadores.

Lujuria, una mujer de seductora belleza y mirada penetrante, manipulaba a los incautos con su sensualidad y lascivia desenfrenada. Sus movimientos sutiles y gestos seductores despertaban deseos oscuros y pasiones prohibidas en las almas de quienes osaban mirarla.

Avaricia, un payaso con una sonrisa siniestra y manos ávidas, incitaba la codicia y el ansia de riqueza en todos aquellos que se cruzaban en su camino. Sus promesas de riqueza fácil y fortuna inmediata llevaban a las personas a traicionarse unas a otras y perder toda ética y moral.

Pereza, un payaso con aspecto desaliñado y gestos lentos, generaba una profunda apatía y una indolencia paralizante en aquellos que caían bajo su influencia. Las tareas se volvían imposibles de realizar y la productividad se desvanecía, sumiendo al pueblo en un letargo inerte.

Ira, un payaso con una mirada furiosa y gestos violentos, sembraba el caos y la agresividad desmedida en los corazones de los desprevenidos. La cólera y el odio se apoderaban de la gente, llevándolos a cometer actos terribles y despiadados.

Gula, una mujer con una sonrisa voraz y vientre hinchado, incitaba los excesos y los placeres desmedidos. Su presencia despertaba un hambre insaciable y un apetito descontrolado en aquellos que se encontraban cerca de ella, llevándolos a la autodestrucción y la obsesión por la satisfacción de sus deseos más primitivos.

El payaso que personifica la soberbia es una figura imponente y altiva. Su presencia irradia un aire de superioridad y arrogancia desbordante. Su rostro maquillado con tonos pálidos y líneas doradas resalta sus facciones perfectas y enigmáticas. Su sonrisa desafiante y sus cejas arqueadas revelan un desprecio despiadado hacia los demás.

El Circo de Las Almas CorruptasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora