Capítulo 10; Procesos

866 25 1
                                    


A las 3 de la tarde tomé el tren. Me sentíaexhausta, sin ánimos para quedarme y lasensación de que sería más difícil de lo queimaginaba. Llevaba un bolso pequeño, conlo esencial para unos días y unas ganas deno regresar. Quería olvidarme del vacío yestaba molesto por la capacidad que le di aalguien de destrozar mi vida. Necesitabarecobrar las fuerzas, las ilusiones y sobretodo, la emoción por vivir. El tren estaballeno cuando me subí. Me senté a lado deun viejo que a pesar de la edad, tenía lasmejillas rojas y sus ojos azules me mirabancon alegría de quién te conoce hace años, ytiene mucho tiempo sin verte. En seguida se levantó y me dio la ventana. Le dije que noera necesario pero insistió: "Necesitas ver elpaisaje, yo ya he visto demasiado." Quisedecirle que se equivocaba, que yo tenía una vida para ver y que seguramente a él lequedaba muy poco. No quise ser odioso,además, últimamente mi amargue me hacíadecir cosas de las que luego me arrepentía.

En ese viaje sería distinto, acepté yrecosté mi cabeza sobre la ventana.El tren arrancó y la vista que meofrecía era impresionante. Era comosi hubiese estado encerrada pormucho tiempo en mí, y hubieseolvidado que hay cosas másimportantes que yo misma. Losárboles estaban deshojados. Empezó a caer la lluvia, al principio las gotaseran pocas y caían con suavidad,pero luego eran fuertes y sereproducían dando a entender quese aproximaba una tormenta.

Mi viaje sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora