Así que echa a correr, con la prisa de quien lleva mucho tiempo esperando esto. La fina lluvia comienza a intensificarse, aparentemente a cada paso que da el chico. Ve, desde lejos, enormes filas de coches en uno de los viaductos de la ciudad. No puede verlo todo, pero se da cuenta de que parece haber kilómetros de atasco, probablemente provocado por un accidente de tráfico o por alguna de las catástrofes naturales de las que ha informado la televisión durante la primera semana de vacaciones de julio. Noticias que de vez en cuando sustituyen a la importantísima programación de dibujos animados que el chico suele ver por las mañanas. Por el camino,
Lucio piensa en todo lo que le ha pasado. Las discusiones cada vez más frecuentes con su hermano, su soledad, que antes nunca le había importado, pero que ahora le molesta, la añoranza que siente por sus padres y sus poquísimos amigos. Piensa en que últimamente es cada vez más reflexivo. Reflexiona sobre el porqué de muchas cosas. Piensa en las definiciones de lo que es la amistad, lo que es el cariño y lo que es la soledad, siempre intentando comprender mejor lo que él mismo siente, pero sin aceptar nunca una definición exacta y tópica.
En este momento, sin embargo, es difícil reflexionar con precisión y tranquilidad. Con la lluvia golpeándole violentamente en la espalda, casi haciéndole daño, se da cuenta de la locura de lo que está haciendo. Correr durante kilómetros, sin saber siquiera si será en vano o no. Pero ahora ya ha terminado, casi ha llegado.
Solo pudo reflexionar sobre todo eso porque el camino era realmente muy largo. Esperó en casa a que amainara la lluvia, y realmente había dejado de llover, pero a los pocos minutos de salir empezó a llover de nuevo. Al principio Lucio se limitó a seguir caminando bajo la fina y tranquila lluvia, pero pronto tuvo que aumentar la frecuencia y el tamaño de sus pasos.
Ahora corre con los brazos estirados hacia arriba, sujetando su abrigo para bloquear parte de la enorme cantidad de agua que cae sobre su cuerpo. Pero el abrigo ya está empapado y, con la cantidad de lluvia que absorbe, parece que se va a deshacer en cualquier momento.
Lucio sabe que va a coger frío y que tendrá que aguantar a su hermano hablando y dándole medicinas más tarde.
Aunque no es del tipo atlético, está en forma porque siempre está haciendo actividades físicas. Pero aunque le gusta correr, ya está agotado y cuenta los segundos para llegar a algún lugar donde pueda resguardarse de la lluvia.
Gira la última curva de un salto, esquivando un enorme charco de agua que cubre toda la acera y la mitad del asfalto. Finalmente se detiene, cansado y sin aliento, pero aliviado, frente a su destino: la casa de su amigo, Diego. De momento, su único refugio ante la infinita catarata que cae sobre él. Allí estará libre de la lluvia, y también de muchos problemas, como la soledad que supone estar solo en casa, o al menos eso espera.
Una vez más, se pregunta si realmente debería estar allí sin haber preguntado antes, sin siquiera avisar. Pero la frustración que sentía por no tener a nadie con quien hablar, la angustia de no saber a qué hora llegaría su hermano, el aburrimiento que le corroía por no tener mucho que hacer solo en casa y a sus vecinos escuchando música desagradable... Todo esto para él ya era insoportable. La única razón por la que estaba en casa hasta entonces era la lluvia. Y en cuanto amainó, aprovechó para salir. Pero se arrepintió. La lluvia volvió a aparecer menos de diez minutos después.
Toca el timbre de una vez por todas. De momento, necesita salir de esa lluvia. Fuera de los barrotes de la verja, Lucio observa la casa de Diego mientras espera alguna respuesta. Es increíble cómo puede concentrarse en los detalles cuando quiere, incluso con una tormenta cayendo sobre su espalda. La casa es grande y destaca sobre las demás no solo por eso, sino por ser del estilo estándar americano, que no era común por allí. El color de la casa es el morado. Es el color de las paredes y del tejado, además de la pared exterior y los barrotes donde Lucio tenía las manos. Una gran exageración, en opinión de Lucio. En el patio delantero de la casa, había un camino de piedra hasta la puerta de la casa. A la derecha estaba el garaje cubierto, pero abierto por los lados. En el lado izquierdo de la casa había un árbol, donde Lucio recuerda haber oído a Diego mencionar que antes había un columpio de neumáticos, un tópico incluso agradable en su opinión. E incluso había un proyecto de casa en el árbol, que nunca llegó a iniciarse. Como Lucio sabía, todo esto era muy utópico y probablemente nunca se llevaría a cabo.
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¿Qué Quedará?
RomanceLucio y Daniel son hermanos huérfanos en una relación fraternal conflictiva y distante, a pesar de vivir juntos. Daniel se divide entre su trabajo, cuidar de su hermano y mantener una relación con Thales, estudiante de psicología. Ajeno a esta facet...