MI PESADILLA HECHA REALIDAD

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Al sentarse Emma, le preguntamos de inmediato si nuestros nombres le han salido. Nos contestó que no, con una sonrisa en el rostro, le divierte vernos atemorizadas.

Le envio un mensaje a mi novio, asegurándome de que no me haya tocado.

Yo: ¿Te toque yo?
Hansel: ¿Cómo supiste?
Yo: No lo sé.
Le respondo temblando, pero me calmo porque no es obligatorio contarle mi verdadero complejo.
Hansel: ¿Podemos vernos esta noche, en mi casa?
Yo: Sí.

Lucho para mantener la calma, sin embargo, es irremediable tolerar estos escalofríos que emerge mi cuerpo. No puedo decirle mi complejo, claro que me inventaré una historia o le diré algunos de mis complejos sencillos. Aunque a estas alturas de juego, me imagino que sabe la razón por la cuál no me desnudo ante él.

Lo sé es una locura, en realidad me tiene paciencia, eso me alivia, no obstante, aunque suene absurdo su lejanía me brinda paz al igual que me tortura.

Casillero escolar

—Mis complejos son estas pocas libras de más, miedo hablar ante un público, entre otros terrores, pero al menos estoy asistiendo a un taller de dominio escénico. Además, realizo ejercicios con Issa —refunfuña Leila —. Daniel y el insoportable de Alex son los únicos responsables de esta clase.

—También, el estudiante nuevo fue un detonante —comento—. Su perfección deslumbró a la profesora, por eso asignó esa tonta clase, es notorio que se descontroló desde que lo vio.

—Por casualidad, ¿Lo llamarían el detonante? —Emma arquea una pequeña sonrisa—. ¿Y qué culpa tiene el estudiante nuevo?

—Fue el detonante que explotó la última neurona de la señora Jones —sone un poquitín pesada—. Todo lo hizo para llamar su atención ¿O no veías como babeaba mientras lo miraba?

—En realidad, no tiene mucho sentido lo que dices, ¿Sabes? —Emma, abre su casillero.

—La señora Jones nunca ha asignado una clase tan irracional. —Defiendo mi argumento.

—¡Fue un detonante que nos volvió locas a todas! —Sonrie Emma esparciendo un suspiro de admiración.

—No todas —aclaro, buscando la llave del casillero en mi mochila.

—Su presencia es encantadora, y su voz en conjunto de su cuerpo es ¡guau! —Se emociona Leila y luego una expresión preocupada se dibuja en su rostro—. ¿Quién no confiaría en sí mismo con ese físico? ¿Y si le decimos a la maestra que estamos trabajando en nuestras inseguridades?

—Es cierto —agrego, abriendo el casillero—. Estamos trabajando en nuestros complejos, pero ocurre algo, quiero estudiar, no entretener a las personas con mis desgracias.

—¿ Y cuáles son? —interpela Emma.

—Eeeh—Farfullo —. Miedo escénico.

—Chicas, las comprendo. —Emma se detiene de rebuscar en su casillero y se voltea hacia nosotras —. Es un tanto incómodo hablar de lo que te afecta, pero siento que esta loca tarea será de gran ayuda para combatir la baja autoestima.

—Por cierto —le pregunta Leila a Emma —, ¿Quién te tocó?

—Has olvidado lo que ha dicho la profesora? No puedo romper las reglas es confidencial. —Emma saca de su mochila un pequeño espejo y un labial de tono rubí—. Es Cindy Stone.

—¡Pero es fantástica! —Los ojos prominentes de Leila, se pusieron más saltones.

—Sí lo es, pero ella no se ha dado cuenta. —Emma se detiene de pintarse los labios.

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