Mis manos comenzaron a cosquillear a causa de los nervios y mi corazón latía a un ritmo acelerado, como si hubiera corrido una maratón. Tomé una fuerte bocanada de aire y traté de prestarle atención al programa de televisión que estaba en ese momento. Mi ansiedad me había despertado a las cinco de la mañana y no había podido volver a conciliar el sueño ya que el miedo me entretuvo hasta que dieron las ocho y mi padre me llamó para desayunar. Todos esos sentimientos que habían hecho un círculo alrededor mío tenían una explicación. Hoy llegaría mi superior.
Volví a inquietarme sobre el asiento, no encontraba una pose cómoda sobre él, aunque nada sería cómodo si estuvieras a punto de irte a un país desconocido con miles de caza vampiros.
— ¡Luis!
La voz de mi padre me llamó desde el piso de abajo. Parecía estar emocionado por algo. Curioso, bajé las escaleras apresuradamente para saber qué había pasado.
— ¿Qué paso, pa?
Me sorprendí cando noté que no éramos los únicos que se encontraban en la cocina, pues una mujer también estaba allí.
—Luis, ella es Estefanía, es la dueña de un campamento de prestigio en Italia llamado Salernitana.
—Un gusto —dijo Estefanía y me estiró su mano.
—Lo mismo digo —saludé respondiendo el gesto.
A pesar de que no tartamudeé ni titubeé, realmente estaba más nervioso que antes. Sabía que era Anna Laura y que había venido por mí.
—He estado yendo por varias escuelas de esta ciudad, aprovechando que en su mayoría están de vacaciones, para pedir referencias de sus alumnos y darles una beca en un campamento ubicado en Salerno, Italia, y tú fuiste seleccionado entre veinte alumnos —sonrió luego de dar aquella falsa excusa.
Mi padre oía con atención y sonreía complacido.
— ¿Por qué yo? Es decir, no soy un alumno destacado, no tengo el mejor promedio y mi conducta no es la mejor.
Estefanía borró la sonrisa.
—Fue un sorteo al azar, no lo escogí por nada en particular.
Sacó un folleto de un cuaderno que traía en manos y me lo entregó.
—Debo irme. Si es que estás de acuerdo en ingresar en esta divertida experiencia, llama al número que está en el folleto y vendremos por ti la próxima semana.
«Vendrán por mí de cualquier forma» pensé. Acompañamos a la mujer a la puerta, nos despedimos y ella subió a su auto.
— ¡Estoy tan emocionado! ¡Irás a un campamento en Italia! —gritó mi papá.
Yo quité la vista del folleto después de leerlo con atención y la fijé en el auto que estaba afuera. Allí, Estefanía le sonreía a alguien de forma burlona, me asomé hacia donde ella miraba y me encontré con Kevin sentando en la entrada de su casa, con los brazos apoyados a sus rodillas mirando como si nada a la mujer. Es más, parecía que casi le salía una sonrisa.
—Entremos —ordenó mi padre.
Volví a mirar el folleto como si allí encontrara una respuesta para la situación que acababa de vivir.
— ¡Luis!
Mi papá y yo nos dimos vuelta y notamos que Kevin venia apresurado hacia nosotras.
—Buenos días, señor Rafael.
—Buenos días, Kevin, ¿y tu padre?
—En casa revisando recetarios.
Kevin sonrió divertido y mi padre rió.
—Tal vez pase un rato más tarde, ahora voy a prepararle algo de comer a Santiago. Nos vemos, Kevin.
—Nos vemos.
Mi padre entró y Kevin posó sus ojos en los míos.
— ¿Quieres ir a comer a mi casa? Veo que tienes algo que contarme —dijo mirando el folleto.
La invitación me tomó por sorpresa pero accedí. Al entrar a su casa me encontré con Guillermo hojeando varios recetarios, tal como Kevin había dicho.
— ¡Hola, Luis! —saludó en cuanto me vio.
—Hola, ¿cómo está?
—Tratando de hacer cosas de humanos —respondió Kevin por él, y su papá lo miró mal.
— ¡Kevin Lozano González! —reclamó Guillermo.
—Vamos a la cocina, Luis —dijo Kevin.
Me quedé pensando en que era la primera vez que escuchaba sus apellido y me puse a pensar en lo bien que quedaba su apellido con mi nombre, Luis Ochoa. Qué fácil es fantasear.
— ¿Lozano era el apellido de tu otro papá? —pregunté luego de que puso una taza de chocolate caliente frente a mí.
—Sí, era el verdadero apellido, aunque siempre se llamó a si misma Hirving Sepe, por Luigi.
—Qué bueno que no fui mujer, sino mi madre me hubiera nombrado igual que Anna.
—Probablemente sí. Hablando de ella... —clavó su vista en el folleto dentro de mi bolsillo, lo saqué y se lo di.
—Quiere convencerme de que vaya a un estúpido e inexistente campamento en Salerno. Ese nombre es gracioso, suena como salero —reí.
—Qué idea tan estúpida se le ocurrió para llevarte a Italia.
—Supongo, pero ¿por qué no dijo la verdad?
—Para convencer a tu padre.
—Pues funcionó. Aun si yo decidiera no ir, mi padre me empaquetaría y me mandaría en avión.
Noté que me miró de reojo y me sonrió. Me agradaba tanto que me sonriera así, provocaba que yo también lo hiciera.
—No te iras a ningún lado.
— ¿Cómo qué no? Hasta ayer me decías que eso era lo que tenía que hacer.
—Sí, pero ayer era otra historia, muy diferente a la de hoy. Ayer aclaramos las cosas, tú me querías y yo te detestaba, pero hoy yo te apreció y lo sabes, además en cuanto te lo dije saliste huyendo.
Su sonrisa cambió de amable a burlona a medida que mis mejillas se teñían de rosado.
—Lamento eso, es que... se hacía tarde y yo... no me esperaba que dijeras eso. Además, no estaba corriendo, solo caminé apresuradamente hacia la salida.
—Bueno —en su tono de voz se notaba que contenía una carcajada—, como sea, solo sé que no te iras a ninguna parte.
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Mi vecino es un vampiro
ФанфикAllí, con la ventana abierta de par en par, había un chico más o menos de mi edad. Tenía el cabello corto y negro haciendo juego con sus ojos color marrón, esos ojos que estaban clavados precisamente en los míos y algunos tatuajes visibles. Su mirad...