Comencé a recuperarme y divisé una fuerte luz blanca que se fue extinguiendo hasta dejarme a la vista solo la lamparita de una habitación. Miré hacia un costado tratando de saber dónde me encontraba y vi a mi padre.
— ¡Kevin! ¿Estás bien? —preguntó poniéndose rápidamente a mi lado.
—Sí —contesté débilmente.
Aún no sabía dónde estaba, creí que estaba muerto pero sentí el contacto de la mano de mi papá sobre mi mejilla y supe que no era así. Pensé en Luis, él me había dejado vivir después de todo.
— ¿Dónde está Luis? —pregunté nervioso.
—No sé. Volví a la casa en cuanto te escuché gritar y te encontré en el suelo, pero Luis no estaba.
— ¿Y no la has visto?
—No. Hablé con Rafael y dijo que aún no llegaba del supuesto campamento.
Me preocupé por el chico que había querido matarme, no quería que le sucediera nada malo, lo necesitaba, necesitaba verlo, aunque lo viera acabando conmigo no me importaba, mis ojos necesitaban verlo otra vez.
—Voy a buscar al doctor Carlisle —dijo mi papá dirigiéndose a la puerta.
—Apaga la luz, por favor.
Recordé la primera vez que Luis se asomó a su ventana y me vio. Lo asusté mucho, pero esa no era mi intención, solo quería verlo, como en este preciso instante. Me acordé también de su rostro iluminándose con una sonrisa al verme cada día, de su gracioso y práctico sarcasmo, la manera en que achicaba los ojos cuando se enfadaba conmigo, como ladeaba la cabeza cuando se aburría, como me regañaba cada vez que decía una grosería, pero él decía muchas más que yo. Estaba enamorado de esos pequeños detalles de Luis, estaba enamorado de los pocos defectos de Luis, estaba enamorado de todas las virtudes de Luis, estaba enamorado de él e iba a seguir estándolo siempre.
No me di cuenta que la puerta se entreabrió, alguien estaba empujándola lentamente y apareció el dueño de mis pensamientos. Luis se quedó en la puerta mirándome, observé cada golpe que tenía su rostro, tenía uno en el ojo, el labio partido y la mejilla rasguñada.
—Luis, ¿qué te pasó? —pregunté preocupado y él corrió a mi lado y me abrazó.
—La mate —susurró mientras temblaba.
— ¿Qué? ¿A quién?
—A Anna Laura, la... la maté.
Lo alejé un poco y lo miré a los ojos.
— ¿Qué dijiste? —pregunté sorprendido.
—La maté. Nos peleamos y la maté.
Traté de decir algo alentador pero aún no salía de mi estado de shock. Luis estaba entre mis brazos, buscando consuelo y diciendo que había matado a su superior.
—Kevin, lo siento, quería matarte. Ni siquiera sabía lo que hacía, no era yo, te lo juro.
—No tienes que preocuparte, amor, sé que cómo es eso del entrenamiento, pero ahora estas aquí conmigo y nada malo te pasara —lo animé.
—Pero la maté.
Luis me miró y pude notar el pánico y el arrepentimiento en sus ojos.
—No dejaste que te lavaran el cerebro, recordaste quiénes somos en realidad. Anna Laura estaba furiosa, si no lo hacías tú, ella iba a matarte.
—Lo siento —volvió a disculparse.
—No pasa nada, los vampiros nos curamos rápido —sonreí abiertamente.
Nos quedamos un rato en silencio, Luis mirando el suelo y yo mirándolo a él.
— ¿Qué paso? —le pregunté.
— ¿Qué paso con qué?
—Quiero decir... ¿Qué fue lo que hizo que te dieras cuenta de todo?
Volvió a agachar la vista ante mi pregunta.
—Tú... me sonreíste, a pesar de que yo quería matarte me sonreíste. ¿Cómo es que pudiste haberle sonreído a alguien tan monstruoso como yo?
Aquellas eran las mismas palabras que yo le había dicho a ella hace tiempo cuando le conté cómo lo conocí.
— ¿De qué te ríes, tonto? Aún no olvido que me dijiste que estabas profundamente enamorado de mí.
—Yo no dije eso.
— ¿Ah no? Entonces escuche mal, es que estaba muy ocupada golpeándote.
— ¡Ay, por favor! Si yo hubiese querido, hubiese ganado esa pelea fácilmente.
—Sí, sí, lo que digas Kevin Ochoa. Volviendo al tema, estoy seguro que dijiste que me amabas con locura y...
— ¡No!
—Sí —sonrió.
—No lo dije con esas palabras.
—Pero lo dijiste.
—Tal vez.
—Lo dijiste.
—Está bien, lo dije.
—Bueno, entonces debes estar de suerte porque yo también te amo.
ESTÁS LEYENDO
Mi vecino es un vampiro
ספרות חובביםAllí, con la ventana abierta de par en par, había un chico más o menos de mi edad. Tenía el cabello corto y negro haciendo juego con sus ojos color marrón, esos ojos que estaban clavados precisamente en los míos y algunos tatuajes visibles. Su mirad...