Primer pestañeo: Latido

11 1 0
                                    

«¿Cuántas veces he hecho lo mismo?», se preguntó en silencio.

«Gano dinero, lo gasto, me lamento y repito», se reprochaba en la oscuridad de su habitación, apenas amueblada con un colchón tirado en el frío suelo al costado de una ventana.

Sentada en un solitario rincón, surgían posibilidades que de esperanza su corazón llenaban. «Tal vez sea mejor que trabaje solo en la mañana, me encantaría aprender a pintar». Una sonrisa en su rostro se dibujó, pero nuevamente la cruda realidad comenzó a arrastrarla.

«Si no trabajo todo el día, no podré pagar las deudas... No vale la pena», se abatió a sí misma.

«...»

«¡¿QUÉ CULPA TENGO YO DE TUS VICIOS?!», su mente se nubló con la frustración de toda una vida mientras agachaba la cabeza y se escondía entre sus piernas.

«...»

Luego de unos segundos, levantó la cabeza para observar el cielo azul a través de su ventana, soñando despierta con un mañana mejor.

En el silencio de su habitación, una lágrima se deslizó por su mejilla. Frunció el ceño y su barbilla se alzó, sentía una tormenta dentro de ella que ansiaba estallar y escapar de su pecho... pero solo encontró el vacío de la nada.

«...»

«No solo mi voz... también... olvidaste permitirme vivir...»

«...»

Respirando profundamente, recuperó su compostura. «Ya es tarde, mejor me preparo para dormir. Mañana será un nuevo día...».

Frases de consuelo resonaban en su mente mientras se desvestía, buscando refugiarse en la suavidad de las sábanas, amparándose en el alivio que le ofrecía.

Sumergiéndose en el cálido abrazo de las telas, permitía que la reconfortante sensación aplacara, aunque fuera por un instante, la pesadez de su existencia. Encontrando fortaleza para enfrentar la monotonía de las promesas del futuro, anhelando que algún día su vida trascendiera y fuera más que el mismo ciclo enfermizo.

Era un ritual solitario, un acto de rendición al abandono y la tristeza que la envolvían.

A pesar de la tranquilidad que le brindaba su lecho, no podía evitar sentirse vulnerable y expuesta. Ofuscando su pensar, la oscuridad de la noche la acechaba, rodeándola con el interminable abismo de lo desconocido.

Incansable, persistiendo en su huida de las sombras del pasado, buscaba liberarse de las cadenas que la mantenían aprisionada. Su vida, hecha pedazos; sus sueños, abandonados y sepultados bajo la carga del tiempo y los abusos de aquellos a quienes consideraba sus seres queridos.

Pero, aunque su corazón se había endurecido, las grietas de la desesperanza dejaban entrever un anhelo profundo por una oportunidad... el inocente deseo de demostrar su valía.

A pesar de la confusión y las tinieblas que la envolvían en el presente, estaba segura que su valentía escribiría un nuevo capítulo en la historia, incluso en el incierto futuro.

En el reino de los sueños su mente se sumergía en un mar de enigmas, pero era incapaz de aferrarse a los recuerdos efímeros que se desvanecían al despertar. Ajena a las artimañas sutiles del destino, su cuerpo se preparaba en silencio para enfrentar un desafío mayor que su propia existencia.

Con cada latido, con cada suspiro, su inconsciente espíritu se encendía y se apagaba, con una chispa de determinación que ansiaba hacer su mundo arder. Una chispa que aguardaba pacientemente el momento preciso para iluminar el camino hacia una anhelada redención, una en la que las cenizas del pasado servirían como el primer paso para llegar a su final feliz.

Historias de Conquista: DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora