Segundo pestañeo: Visiones

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Día tras día, un espíritu ambicioso se embarcaba en una búsqueda por las calles de la ciudad.

Su anhelo, hallar una oportunidad que le permitiera construir un imperio digno de su ambición.

Solo sabía que sería difícil, pero eso no evitaba que lo intentara.

Llevaba bajo su brazo un modesto currículum, que evidenciaba sus escasas experiencias y conocimientos, el cual entregaba en cada comercio que se cruzaba en su camino. Sin mostrar exigencias, se ofrecía para trabajar en atención al cliente, ventas, servicio de mesero e incluso como recolector de basura. Sin embargo, la falta de experiencia parecía ser un obstáculo insuperable.

Una tras otra, las puertas se cerraban. Nadie estaba dispuesto a correr el riesgo de contratar a alguien sin experiencia trabajando.

A pesar de las dificultades, su anhelo lo impulsaba a perseverar hasta altas horas de la noche. Su dedicación era constante, entregando tiempo y energía con la esperanza de que sus esfuerzos fueran reconocidos.

A pesar de su profundo deseo, el camino se tornaba largo y agotador. Con el paso del tiempo sus piernas empezaron a sentirse pesadas, y el cansancio amenazaba con vencerlo. Deseaba descansar y ceder a la fatiga, pero su aspiración de grandeza y la determinación de alcanzar su objetivo lo impulsaban a continuar en busca de esa oportunidad que tanto anhelaba.

A pesar de todo, se detuvo y contempló el cielo nublado mientras dejaba volar su imaginación hacia una vida perfecta. Un auto lujoso, una casa espaciosa y acogedora, y una familia con la que compartir momentos felices.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al pensar en una vida más allá de sus metas alcanzadas. «No puede ser cualquier auto, tiene que ser el más caro de todos» pensó.

— No puede ser cualquier casa, tiene que ser la más grande de todas y debe tener ventanales que me dejen ver el amanecer cada mañana —susurró, mientras una sonrisa tímidamente se asomaba por su rostro—. No puede ser cualquier mujer, tiene que ser la chica perfecta —exclamó sin restricciones.

El cielo no podía detener su ambición. Anhelaba todo lo que pudiera alcanzarse. ¿Por qué conformarse con menos cuando el mundo ofrecía tantas posibilidades? Su corazón ardía con la pasión de alcanzar los sueños más ostentosos, y no descansaría hasta hacerlos realidad. Cada paso que diera, cada puerta que se cerrara, no harían más que fortalecer su determinación de seguir adelante. No había límites para su ambición, y cada obstáculo era solo una oportunidad para demostrar su voluntad y dedicación. Solo el cielo se opondría ante él.

Motivado, continuó con su incansable marcha. «Siempre hay una oportunidad a la vuelta de la esquina» pensó mientras se acercaba a una.

Al dar vuelta a la esquina los ojos del joven se llenaron de sorpresa, extrañados al encontrarse con una pequeña plaza rodeada de árboles. Negocios modestos, gente caminando con calma y una brisa refrescante que despejó su mente. Se percató de que sus ligeros pasos lo habían llevado más allá de lo que imaginaba.

Un poco frustrado, inhaló profundamente y dejó escapar un pesado suspiro. «Creo que podría tomarme un momento para descansar» reflexionó, mientras se permitía unos minutos de respiro en aquel espacio verde.

Al cruzar la desierta calle, comenzó a divagar: «¿Cuánto dinero necesitaré para lograr todo lo que deseo?» «¿Será mejor vivir en un departamento pequeño y ahorrar todo para construir un modesto negocio?» «¿Por qué parecen ser solo los ancianos quienes conducen autos lujosos?» «¿Cuánto tiempo tardaré en alcanzar mis sueños?».

Una pareja elegantemente vestida captó su atención mientras paseaban juntos, empujando un carrito con su bebé. Radiantes y en perfecta armonía, como si se complementaran mutuamente en todos los aspectos de sus vidas.

Historias de Conquista: DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora