Tras la lucha contra LBD parece ser que los demonios se tomaron un descanso y dejaron atacar la ciudad, un respiro para muchos pero una posible tortura para la mente inquieta del mono sabio que quiere volver a lo que fue una vez en lo que su orgullo...
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Los días pasaron con una calma agradable para MK, que poco a poco se sentía más calmado en lo que el consideraba su nuevo hogar, con personas que velaban por su seguridad y le hacían reír, sobre todo esa agradable chica de mechas verdosas que le visitaba de vez en cuando. Por otro lado, los monos celestiales no cesaron la búsqueda exhaustiva con el demonio que había creado las pociones responsables del viaje temporal que sufrió el cuerpo del sucesor de los poderes del mono de piedra. Ahora mismo, Wukong se encontraba discutiendo con Pigsy por teléfono, pues todos allí estaban bastante alterados incluso si intentaban aparentar que no era así por no encontrar una cura, el chico crecía a un tiempo discontinuo, de hecho, parecía no tener un patrón específico de crecimiento.
Habían pasado dos semanas ya del suceso, y el chico solo había crecido lo que seria en fecha humana medio año más, pero el miedo de que comenzara a crecer demasiado rápido, dejándoles sin tiempo, lograba tensar a todos en el lugar, incluso al mono de sombras aunque lo ocultara mejor.
Wukong colgó cuando sintió que no podía seguir con todos esos gritos, su cabeza pulsando dolorosamente por las noches en vela buscando una solución, y su cuerpo parecía mantenerse únicamente a base de cafeína y fuerza de voluntad. Mientras MK veía entretenido con algunos de sus monitos albinos los capítulos de Monkey King la serie animada, el intentaba buscar en todos sus artefactos algo que les pudiera ayudar, jurándose así mismo que ordenaría todo eso tan pronto como pudiera. Su cola se movía ansiosa, y reprimió un gruñido de frustración que quiso escapar de el cuando no encontró nada, su pelaje se esponjó por los nervios y la furia contenida, pero contó hasta diez como le había indicado una vez el demonio de agua para controlar sus pequeños ataques de ira, notando como poco a poco el estrés se calmaba hasta desaparecer con lentitud, o así era hasta que apareció por un portal su antiguo cónyuge.
—Esto es una pocilga.—declaró el de pelaje moreno, pateando un libro de tapa dura para pasar hasta el sótano de Wukong, comprendiendo que el jengibre no podía salir hasta donde tenía gran parte de sus objetos guardados para no dejar tanto tiempo solo al chico de apenas cinco o seis años.—¿Hace cuanto no limpias aquí? Está lleno de polvo.—el mono dorado suspiró, escuchando al de ojos entre violetas y dorados estornudar, queriendo reír por el agudo ruido de una voz que comúnmente era levemente grave.—
—Desde hace bastante tiempo, desde que nosotros...—y quedó en silencio, sin poder continuar, los recuerdos de cómo fueron dos micos jóvenes que apenas estaban aprendiendo sobre la dulzura que el amor traía consigo, cuando aún peleaban divertidos acerca de cómo Macaque siempre ordenaba el desastre de Wukong, y este le recompensaba con inocentes besos, la bola de amor que parecían ser sin la interrupción de nadie más y que ahora parecía haber sido extinguida como una llama que era cruelmente apagada sin permiso alguno, demasiado lejana a la realidad y que de ahora ser contado en voz alta parecería una simple ilusión.—No tiene importancia, simplemente llevaba mucho tiempo sin limpiar.—carraspeo, dando por finalizada la conversación hasta que sintió como tanto su ropa como la de Macaque había sido cambiada a causa de un poco de magia, una ropa más cómoda y más ligera, unas simples bermudas y camisetas de mangas cortas.—¿Qué demonios? ¿Por qué hiciste eso? Quiero mi ropa.—dijo enojado, cruzado de brazos, la advertencia clara en su voz.—
