Capítulo 1: Y decían que la curiosidad mata

70 8 9
                                    

[Día 1

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

[Día 1. Puerto de Liyue. 06:17]

-Señor, ya puede desembarcar. Hemos atracado finalmente.

[El hombre de pelo azul claro estaba mirando tranquilamente el amanecer cuando fue interrumpido por uno de sus subordinados. Habían pasado tantas horas en aquel barco que el único entretenimiento que había encontrado era observar el horizonte. Claro que, dado que la mayor parte de la travesía había transcurrido de noche, había sido bastante complicado llevar a cabo su nuevo pasatiempo. Debía reconocer que, aunque tuviera recuerdos de todo Teyvat grabados en su mente, siempre había apreciado los amaneceres, fuera donde fuera. Al fin y al cabo, aquello podía tomarse como una señal para reflexionar, ¿cierto? La salida del sol anunciaba nuevas oportunidades. Todo lo que previamente había estado sumido en las sombras ahora adquiría otro cariz, más cálido, más seguro]

[Aunque la luz muchas veces se interponía con sus planes]

-Ya sé por dónde es el camino. No necesito que esperéis por mí. [dijo el hombre cuando se cansó de mirar el astro. A diferencia de otras personas, él no necesitaba preocuparse por una pérdida de visión] Id al Banco del Reino del Norte por si os necesitan allá.

-Como prefiera, señor. [respondió su subordinado]

[El peliazul observó a su subordinado abandonar el barco. Puede que no hubiera dicho nada al respecto y que su semblante se mantuviera impasible en todo momento, pero era cierto que su mente no se había callado. En parte estaba cansado de tener que lidiar con tantas personas que solo lo halagaban en busca de un aumento de sueldo. No es que no lo entendiera, pues hacía años él mismo había tenido que rogar para ganar Moras suficientes como para mantenerse a flote, sino más bien que detestaba que todos los que tenía a su cargo fueran de la misma región: Snezhnaya. Ciertamente nuestro protagonista debía responder a las órdenes de la Tsaritsa y, por ende, tenía todo el sentido del mundo que los de bajo rango fueran todos de dicha región. No obstante, algo en él hacía que se pusiera de mal humor cuando tenía que lidiar con tanta gente del mismo sitio. Probablemente se debiera a algún recuerdo de su pasado, de su tierra natal]

-Malditos norteños. [murmuró para sí]

[Nunca lo diría en presencia de los demás, pero estando solo podía permitirse aquel lujo. Entendamos que, si había acabado en la región de Liyue, no había sido por tratar de evadirse de su trabajo. Había llegado a aquella nación debido precisamente a un "norteño" en concreto. Uno que debía tolerar porque se trataba de otro de los peces gordos de la asociación. Eso no quitaba que el hombre estuviera internamente enfurecido. Aquel joven había destruido uno de sus centros de investigación sobre Guardianes de las Ruinas, y quizás por cobardía o tal vez por prudencia, no se lo había comunicado personalmente a nuestro protagonista. El peliazul había tenido que enterarse por una carta cualquiera]

[Había sido una decisión acertada]

[Lo hubiera diseccionado si se lo hubiera dicho en persona]

Un par de flores marchitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora