02.JORGE

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MAYO, 2000

No es posible.

No acepto el hecho de que unos putos macarrones me hayan sentado tan mal. Macarrones con queso y tomate, no se puede ser más sencilla, pero aquí estoy tirada en el suelo del baño de mi piso con la cara de una muerta y vomitando hasta el desayuno.

Espera, no es normal que vomite una comida tan sencilla. 

¿Cuándo fue la última vez que me vino la regla?

Mierda. Mis pensamientos me traicionan. ¿Qué narices hice la última noche de exámenes? No tengo ni puta idea pero no quiero ni intentar recordarlo. Con suerte... pero qué digo, no sé si sería peor un bebé o una ETS.

...

Dos líneas.

Es un bebé. 

Un pequeño parásito que crece dentro de mí y, desgraciadamente, se alimenta de lo mismo que yo... va a pasar bastante hambre el cabrón.

Dejando de lado las bromas, la noticia ha tardado en llegarme pero ha sido como un jarro de agua helada sobre la cabeza, con jarro incluido. 

¿Qué voy a hacer ahora?


JUNIO, 2000

Me despierto y siento que me falta el aire. Me he despertado sobresaltada por el sueño. No, no era un sueño, era tan real como yo y como el bebé que está creciendo dentro de mí. Mis recuerdos están confusos, la noche en la que me quedé embarazada bebí demasiado, pero el día en el que me hice el test de embarazo lo recuerdo perfectamente, tan vívido que me atormenta en sueños.

Suspiro resignada y por el rabillo del ojo veo que Jorge ha notado que estoy despierta, parece esperar a que sea yo la que empiece a hablar. No me queda otra, voy a entablar una conversación con mi compañero de viaje, no estoy segura de cuantas horas he pasado durmiendo pero seguro que quedan aún muchas horas por delante que no tengo intención de pasar en un interminable silencio incómodo.

—¿Lleva trabajando de camionero mucho tiempo? —Las conversaciones triviales y sin sentido no se me dan bien, siempre creo que la otra persona es capaz de notar mi desinterés. Ya que aún quedan horas por delante creo que sería enriquecedor saber algo más de mi conductor.

—Toda mi vida, desde que cumplí los 18—. No parece molesto con la pregunta pero calculando que tiene entre treinta y cinco y cuarenta años son los suficientes como para cansarse y mandar todo a la mierda.

—¿Y no se cansa?— Jorge sonríe y menea la cabeza ligeramente, siento que acabo de hacer una pregunta estúpida.

—Para nada. El acto de conducir es repetitivo pero gracias a este trabajo puedo conocer un montón de lugares y gente nueva—. Me debato entre preguntar cuál es el mejor lugar en el que ha estado y preguntar por su familia. Al fin y al cabo yo estoy en este lío por la mía así que decido indagar todo lo que pueda en su historia. La necesidad de conocer una realidad familiar fuera de mi núcleo es más fuerte que las consecuencias que pueda tener, consecuencias que, al parecer, nunca me paro a pensar antes de hablar, pero necesito una historia que me diga que estoy tomando la decisión correcta al dejarlo todo para volver a mis raíces.

—¿Y qué pasa con su familia? ¿No los echa de menos?—Jorge suspira con pesar y se toma una pequeña pausa antes de empezar a contestar a una pregunta tan personal. Cuanto más tarda en responder más siento que la he cagado.

—Claro que los echo de menos—. Su voz se torna más sombría y empieza a hablar con pesar—. Pero no de la manera que crees. No hay nadie en casa para esperarme a la vuelta de mis viajes. Mi mujer e hijo de cuatro años murieron en un accidente de coche hace un par años.

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