𝐥𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐞𝐧 𝐟𝐥𝐨𝐫 | ❝ 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑜𝑓𝑟𝑒𝑐𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑚𝑎𝑔𝑖𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑐𝑖𝑎𝑙 𝑎 𝑎𝑞𝑢𝑒𝑙𝑙𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑎𝑡𝑟𝑒𝑣𝑒𝑛 𝑎 𝑠𝑜𝑛̃𝑎𝑟． ❞
donde traduzco one shots
de streamers de tumblr y
también los adapto
𝐢𝐧𝐢𝐜𝐢𝐚𝐝𝐚...
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ADVERTENCIAS: soft dom!reader, sub!george, gender neutral reader, blowjob, praise, slight mention of subspace, pretty much soft and vanilla.
GEORGE HACIA LA CABEZA HACIA ATRÁS, gemidos desesperados y súplicas incomprensibles salían de sus labios. Era bonito de ver, pero se retorcía demasiado para tu gusto.
—Georgie—, dijiste una vez que te sacaste de la boca su miembro y empezaste a masturbarlo con tus suaves manos,—Tienes que dejar de retorcerte, amor, no puedo darte placer si sigues moviéndote—.
El gimió una vez más.—¡Pero, pero está duro!—Dijo,—Se siente demasiado bien...—
No pudiste evitar sonreír, era tan llorón cuando era sumiso, más llorón que una persona promedio. Funcionó a la perfección para ti, todavía tienes que complacer a tu dulce novio.
—Vamos, amor, tienes que dejar de retorcerte un poco—. Le explicaste suavemente:—¿Puedes hacer eso por mí, cariño?—.
Su mente se convirtió en papilla ante las suaves palabras y apodos, haciéndolo cada vez más sumiso. George dejó escapar un suave gemido y asintió:—Puedo hacerlo, puedo—.
Sonrió.—Ahí está mi buen chico—. Dijiste antes de meterte su miembro en la boca una vez más. Se quejó, pero esta vez hizo todo lo posible por quedarse quieto. Eso era algo que te encantaba de George cuando era sumiso, era obediente. Bueno, al menos la mayor parte del tiempo.
Tus manos estaban en sus muslos mientras se la chupabas. Estaba ardiendo comparado contigo, su piel caliente contra tus manos más frías sólo le hacían querer retorcerse más. Pero mientras su orgasmo se acumulaba y estaba a punto de estallar, no iba a arruinarlo desobedeciéndote.
—Mierda, por favor, Dios...—George jadeó de repente, sintiendo su liberación acumulándose en su estómago como fuego al rojo vivo.—¡Por favor, por favor, oh Dios, por favor!—
Aceleraste el paso y sentiste la punta de su miembro contra el fondo de tu garganta, pero no te importó, siempre y cuando le dieras a George su regalo de cumpleaños. Con un par de gemidos más de George, se agarró a las sábanas y se corrió.
Tragaste su semen sin vacilar, como solías hacer. George ya estaba tumbado, demasiado aturdido y confuso para pensar algo comprensible. Fuiste rápidamente a tomar una toalla para limpiarlo; sabías cuánto odiaba despertarse sucio.
Cuando terminaste, te acostaste a su lado y le diste un beso en la sien. Él se movió un poco, sonriéndote suavemente.
Volviste a besarle.—Feliz cumpleaños, dulce niño—.
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