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"Hola, queridos".

Tak, tak, tak, tak. Su cabello castaño, suave y rizado, bajó hasta cubrir sus gafas de montura negra. En ese estado, cualquiera se preguntaría si podía ver bien, pero estaba escribiendo rápido y sin interrupción alguna. Miró su mano y levantó las grandes gafas redondas que le cubrían la mitad de la cara. Los dedos, que salían de las mangas de una camiseta que era más grande que su cuerpo, eran suaves y lindas, como si nunca hubieran hecho nada pesado antes. En realidad, solo se acurrucaba en su cama terminando con la escuela.

Mientras observaba la ventana de chat en constante aumento, ajustó la cámara de su computadora portátil y se quitó las gafas. Las dejó junto a su escritorio y, después de peinar su cabello quebradizo varias veces, se lo echó hacia atrás y lo acomodó con una diadema de orejitas para revelar una cara un tanto perezosa. Inmediatamente después tocó el botón de "ENCENDIDO", miró al indicador parpadeando y luego su rostro fue capturado por completo en la pantalla. Sus ojos azules eran extraños, como pupilentes, y tenía cuatro puntos, igual a constelaciones, impresos en su mejilla izquierda. El bluetooth estaba encendido y el micrófono estaba prendido también.

"Hola."

Un poco tarde en la noche, la sala de chat se elevó frenéticamente ante el sonido de una voz bloqueada, como si se acabara de despertar de una larga siesta. Al girar la rueda del mouse hacía arriba, se echó a reír mientras leía todas sus conversaciones:

"¿Qué haremos hoy? Ah, pues hoy compré esto para ustedes. ¡Es un consolador de pilas, rosa fuerte! ¿Y qué creen? ¡Tiene diferentes cambios de vibración! Claro, claro, es diferente al de la última vez".

Tenía una forma única, como una cola de lagarto larga y flexible al final. Bunny se lamió los labios y comenzó a frotar gel por todo lo largo de su juguete nuevo. Mientras tanto, todo el mundo en la sala de chat empezó a decir cosas como: "Quítatelo", "Muéstrame tu agujero" y más barbaridades que no eran extrañas para el estilo de la página. Bunny apoyó la barbilla en su escritorio y se rió, diciendo en una voz muy bajita: "Lo haría si el sexo de verdad no diera miedo." Porque, después de todo, Bunny, que nunca había tenido relaciones sexuales, tenía miedo de conocer y tener algo serio con alguien en persona...

Pero masturbarse era diferente.

Bunny se apartó un poco de la pantalla, extendió una toalla grande en el suelo, y se sentó. Cuando se quitó su camiseta, una enorme, su cuerpo blanco quedó completamente expuesto para revelar todo lo que tenía para ofrecerles: Un ombligo salido y unos pezones que se habían teñido de rojo debido al roce. Su torso, arrastrándose hacía la cámara, era tan llamativo que todos los que lo veían inmediatamente se bajaban los pantalones y la ropa interior. La parte de atrás de sus nalgas estaba abultada y rosada así que, cuando Bunny hizo click en la pantalla unas cuantas veces más, la ventana del chat se agrandó para hacer que su texto fuera claramente visible.

"¿Qué puedo hacer para ustedes? ¿Qué quieren?"
 
[Bunny, abre las piernas.]

Sonrió mientras veía la ventana y después, Bunny lamió sus labios y dejó salir un suspiro intenso ante la escalofriante sensación de sus manos moviéndose entre sus muslos. Cuando se tiró al suelo, reveló una pequeña tela rosa que estaba cubriendo la parte inferior de su cuerpo, podía decirse que apenas era una cuerda delgada que atravesaba de su pelvis hasta la rabadilla y daba vuelta por encima de su coxis. Tenía un pug de colita de conejo así que, no, la tela ni siquiera servía como panty.

Bunny tomó el consolador de un lado y agarró el pug anal que se había puesto antes de la transmisión con la otra mano. Se acarició con lentitud y lo sacó por completo para meter inmediatamente el otro aparatito. Era pequeño, pero también era evidente que lo estaba haciendo sentir muy, muy bien. Y siempre que se sentía bien, abría la boca y comenzaba a jugar con su pene debajo de la tela.

El chico detrás de la cámara: BunnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora