- Capítulo 11

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—Will

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—Will... Estúpido animal despierta, cariño.—agitó con suavidad el brazo del chico. Este se encontraba en pose fetal junto a la cama, aferrado a su propio cuerpo como si el entorno le hiciera daño. Hannibal lo observó, entonces tomó las dos cabezas decapitadas del cabello y las metió en la bolsa, no antes de reírse unos minutos por las expresiones que mantenían. Dejó la bolsa de caza a un lado y tomó al chico entre brazos—. Parece que a alguien se le subieron las larvas a su pierna. Enserio cachorro, no iré corriendo hasta el pueblo para comprar talco contra bichos. Ni siquiera tengo dinero.

Lo miró al rostro, Will estaba tan dormido que Hannibal creyó que estaba muerto. Su cuerpo flácido y escuálido era fácil de cargar, lo llevó al baño, con un poco de agua tibia del lago se levantaría en un santiamén. Lo posicionó en sus brazos y luego lo dejó caer en la tina que tanto le costó llenar.

—Will, ya déjate, ¿Qué los cachorros no tenían siete vidas?

Se arrodilló justo en el instante donde el chico emergía del agua tosiendo a cántaros. Will agarró su garganta y empezó a escupir con fuerza el agua que tragó, la ropa que traía puesta estaba empapada y los vendajes se hincharon por la humedad excesiva. Hannibal ladeó la cabeza, sonriendo feliz por que su pomposo y bonito animal había despertado.

—¿E-en qué mier... ?—gritó de repente, Will miró a Hannibal y recordó lo ocurrido la noche anterior. No podía gritarle, le advirtió que su descanso había terminado, y ahora su cuerpo entero temblaba por las nuevas heridas que se abrirían en su piel. Se abrazó por completo, mirando a Hannibal tan sonriente, incluso con medio rostro cubierto de una cicatriz horripilante no borraba lo simpático que se veía cuando lo hacía.

Y eso no le daba buena espina.

—Te preparé el desayuno cachorro.

Will se centró en los ojos oscuros de Hannibal, tenían un brillo en ellos que le heló la sangre de las venas, bajó la mirada a sus manos, cubiertas de sangre seca y nueva. La ropa que traía estaba empapada. Tan manchada de aquél líquido que condenaba a Will a un miedo infinito. Hannibal tomó su mano y apoyó la mejilla en esta, con los ojos centrados en él.

—Mi animal.

Su animal. ¿Animal? Verdaderamente jamás entendería por qué razón Hannibal trataba a todo su entorno de esa manera.

A veces se preguntaba si al mirarse al espejo, se vería a él o estaría frente a una bestia como su alma lo condenaba a actuar.

—¿Por qué? —preguntó.

—Eres todo lo que detesto en la vida, cachorro.—susurró, besó sus dedos con lentitud. Will sintió como toda su espina dorsal se enderezaba—. Un animal.

Will lo miró. Y después sus ojos irritados y cansados cayeron a su propia anatomía delgada, se observó de pies a cabeza, lastimado y herido por completo a causa de aquél hombre. Y él era el animal.

Violencia animal ᪤ hannigram au.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora