Hannibal jamás había tenido un concepto de amor. Para él, los besos de sangre eran mucho mejores que los tiernos besos delicados, para él, las marcas, las mordidas a carne viva en los cuellos eran mucho mejores que los chupones, para él la violencia...
"Eres nuestro animal. Nuestro. De nadie más. Si nosotros decimos que te quites la ropa, lo haces. Porque sino veremos qué harás solo en el campo de exterminación durante la noche. Dudo que a un lobito como tú le guste estar rodeados de cazadores."
Sintió el pequeño ruido que dejaba el grifo de agua en la cocina. Sus ojos se abrieron con rapidez y sus instintos se pusieron alerta como un animal. Se levantó lentamente en la cama, sentado y fijando la mirada alrededor de la habitación. El perímetro del lugar estaba tranquilo. El aire de la habitación estaba pesado y frío, seguramente por el pequeño orificio sobre el techo que debía arreglar si no quería que las noches frías se lo comieran vivo. Sus ojos negros se entrecerraron con cansancio, debía hacer muchas cosas más de las que no tenía gana. Posó instintivamente una mano a su lado izquierdo y notó el bulto del cuerpo de Will, tan tranquilo, tan pacífico. La calidez que emanaba lo hizo sentir enfermo. Sus ojos se detuvieron en él.
Lo notaba normal. Como siempre lo había visto al dormir, no podía negar que en muchas oportunidades se quedó quieto a su lado. Trató de respirar al mismo tiempo que él, se sintió morir cuando notó que Will respiraba mucho más despacio. Se inclinó hacia él y sintió cómo exhalaba el aire en su mejilla. Estaba tan cerca que podía notar con claridad dónde se agrietaban los labios, donde las cicatrices leves de antiguos golpes relucían en su piel. Tenía los labios entre abiertos y se notaba los dientes sucios que poseía. Hannibal sonrió. Cada imperfección relucía como soles en el espacio, piel lastimada, cicatrices, acné. Pero lo que más le gustaba eran aquellos lunares bonitos.
-Que asqueroso cachorro me encontré-susurró, acercando sus labios al hombro de Will. Empezó a lamer lentamente.-Tan sucio, tan cruel, tan mío.
Besó por última vez el hombro, la sangre que tenía en sus labios sabía a hierro y no se detuvo a sentir los de Will. Hannibal hundió su lengua en la boca del animal, se atrevió a rozar esos labios agrietados, tan lastimados y lindos para él, con tal intensidad que no se detuvo incluso cuando el chico abrió los ojos con sorpresa. Rápidamente lo apresó con su cuerpo, no tan directamente. Sintió las manos de Will tomar sus brazos y jalar con lentitud. Su pierna trató de alejarlo y no hizo más que dar accesibilidad a Hannibal para apretarlo más en la cama.
Empezó a besarlo con mucha más intensidad, más rápido, más húmedo, mucho más ruidoso. Will posaba sus manos en los hombros y se quedaba quieto de a ratos, la desesperación y el peso de Hannibal era tanto que le quitaba la respiración. Sus piernas estaban alrededor de la cintura del cazador y le dolían por tener tanto peso sobre ellas. Sintió con lentitud y pesar cuando el hombre empezó a frotarse en él. Tan lento y fuerte que la fricción entre el pantalón de Hannibal y el suyo le dolía. La lengua caliente dentro de su boca no dejaba de recorrer la suya. El sabor a sangre entre ambos era notorio, sus mejillas ardían las manos cayosas de Hannibal tomaban con fuerza sus caderas, las heridas empezaron a arder cuando las tocó.
-Cachorro... Mi nene, mi animal.-susurró entre el beso desesperado. Subió su mano derecha para tocar la mejilla de Will, este se retorcía, dejaba a la vista su cuello, y jadeaba tan fuerte que no sabía si era por dolor. En su cuello relucían las marcas de sangre seca, los chupones y los rasguños, cuando tocó su mejilla notó la sangre en sus dedos. Bajó la mirada a las caderas del chico.
Las heridas estaban a carne viva. Lo había tomado tan fuerte que le produjo el sangrado de los cortes. Se detuvo un segundo, dejando de moverse sobre él. Will lo miraba, con la boca entreabierta y los ojos cristalizados, las mejillas tan encendidas y brillantes por el sudor. Tan pomposo.
-Te dejaré por hoy-susurró y se levantó con suavidad. Will se quedó quieto, con la respiración irregular y observando sus movimientos. Lo vio bajar la mirada a su erección y Hannibal sonrió-. Duerme si quieres.
Will lo vio alejarse, se acomodó en la cama y se cubrió con la sábana, miró la herida y la dejó sangrar. Ya siquiera sentía mucho dolor y se había acostumbrado a verse cortado y herido.
Minutos después escuchó los pasos de Hannibal caminar por la habitación, iba y venía a cada rato. Lo sentía a su lado, a veces se quedaba minutos así y se retiraba. Poco después lo sintió otra vez, el colchón se hundió con su peso. La mano de Hannibal lo tocó suavemente.
-Cachorro-le llamó, Will se hizo el dormido-. Hey.
Le picó el brazo con insistencia. Él se quedó quieto, fingiendo estar sumido a un profundo sueño. Hannibal se detuvo, escuchó su respiración acelerada, siempre estaba acelerada. Después dos manos lo sacudieron con salvajismo.
-¡Si no despiertas los animales te comerán entero, cachorrito!
Will quiso reír. Quiso carcajearse enfrente de Hannibal, quiso tirar la cama y empezar a reírse como un lunático.
-Mi nene...-Hannibal se recostó en el hombro del chico, mirando como respiraba tranquilamente-. Will. Despierta.
Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Hace unos seis meses nadie lo llamaba por su nombre completo. Desde que Hannibal lo tomó se acostumbró a que lo llamaran cachorro, a que le susurraran por el oído animal y ser tratado de cierta forma. Pero al escuchar su nombre se sintió extraño. Tan raro y abrumado. Hannibal nunca llamaba a las personas por su nombre. Para Hannibal, todos eran animales. Salvajes y despiadados animales asesinos.
Animales sucios, tan asquerosos y abusadores.
Hannibal veía el mundo de esa forma, y lo había consumido en él. Le había hecho arrepentirse de su soberbia, de su mal trato, de todo lo que había sido. Hannibal le hizo sentir el peso de haber matado a dos miembros de su familia.
Will había matado. Era un asesino. Y es por eso que Hannibal lo vió como un animal. Un cachorro rabioso y malcriado que ladraba y no mordía. Y Will fue tratado como uno.
Tanto fue el tiempo, las horas, los días. Que Will se sintió extraño al escuchar el simple nombramiento de su identidad como persona.
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