1. el peso del trono y el corazón

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capitulo uno; el peso del trono y el corazón.

El castillo se alzaba con su imponente silueta contra el cielo de la tarde, los muros de piedra reflejando la luz del sol que se desvanecía en el horizonte

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El castillo se alzaba con su imponente silueta contra el cielo de la tarde, los muros de piedra reflejando la luz del sol que se desvanecía en el horizonte. Rhaenyra Targaryen caminaba por los corredores de la Fortaleza Roja, sus pasos resonando en el suelo de mármol, pero su mente no estaba en el palacio, ni en las obligaciones que su título le imponía. Estaba en otro lugar, en otro tiempo, un lugar donde las preocupaciones no giraban en torno a alianzas políticas ni a la corte, sino a él. A Ragnar Stark.

Para ella, era más que un simple amor adolescente. Ragnar había sido su confidente, su compañero en un mundo que a menudo la había tratado con dureza. Y, sin embargo, ese amor, ese sentimiento puro y arrollador, había sido desgarrado de raíz por las maquinaciones del reino, por la política y los rumores.

En sus recuerdos, él siempre estaba allí, con esos ojos azules que parecían ver más allá de su corona y su nombre. Siempre había algo en Ragnar que la hacía sentirse viva, que la hacía olvidar la presión de ser la heredera del Trono de Hierro, el peso de las expectativas que su padre y el reino tenían sobre ella. Con él, solo existían el presente y el amor.

Recordaba el primer encuentro, tan claro como si hubiera sido ayer. El aire fresco del invierno que parecía haber llegado con él, los caballos galopando junto al campo de entrenamiento. Ragnar Stark, un joven con la mirada serena y la sonrisa fácil, se había acercado a ella sin pretensiones, sin la necesidad de halagarla. Algo en él la cautivó desde el primer momento. Era diferente a todos los demás: no la veía como una princesa ni como una posible reina, sino como una mujer. Y ella se sintió entendida, valorada.

Su primera conversación real había sido como un pequeño destello en un mundo sombrío. Rhaenyra había hablado de sus deseos, de sus miedos, sin filtros ni barreras. Ragnar la escuchaba atentamente, como si cada palabra fuera importante, como si en ella radicara una verdad que él necesitaba conocer. Desde aquel día, ya nada fue igual. El mundo a su alrededor se desdibujaba, y solo quedaba la figura de Ragnar, tan cercana y tan lejana al mismo tiempo.

La conexión entre ellos fue inmediata, profunda. Las largas caminatas por los jardines del palacio, los robos de pasteles en la cocina, las tardes en la biblioteca o en la terraza, donde todo parecía detenerse y el único sonido era su risa compartida. Ragnar era su refugio. Él nunca la juzgó ni la presionó. Era el único que la hacía sentirse libre, sin las cadenas del deber.

Pero el mundo no perdonaba. El reino siempre vigilaba, siempre estaba atento a cualquier error, cualquier desliz. Y el rumor de una de esas noches robadas, de un beso furtivo en un rincón apartado de la calle de Seda, llegó hasta los oídos del rey Viserys. Para él, su hija, la heredera al Trono de Hierro, no podía permitirse esa clase de debilidades. Las intrigas y los susurros de la corte no tardaron en tomar fuerza, y el destino de Rhaenyra cambió de forma irrevocable.

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⏰ Última actualización: Mar 06 ⏰

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