DIECISEIS

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Emir trata de que este tranquila, me ayudo a llevar a Landon a dormir, leyó un cuento mientras yo intentaba pensar que hare ahora, sé que mi hijo en un chico muy liso, pero no puedo negar que siento incomodidad a todo esto, o no si sea correcto sentirlo pero Lincon se miraba decido a meterse en nuestra vida.

Su descaro me descoloco, como podía decirme que si estoy con alguien, acaso el no hizo lo mismo y me desecho como si no valiera ni tres pesos.

No estoy para recordar mi relación pasada, pero este hombre cae en lo grotesco y el cinismo le queda corto.

Que daño le hice yo como para que se presente tranquilamente, tal vez si hubiera llegado con cara de arrepentido y no por regresar porque eso está más que roto, si no ser sincero que nos hizo daños.

Si daño a la mujer que juro amarla y respetarla, a la mujer que fue su esposa y compañera que siempre lo alentó cuando venía estresado, cuando creyó no ver el camino en su trabajo, la mujer que dentro de su vientre estaba creciendo el hijo anhelado.

Pero no, me doy cuenta que es narcisista solo piensa en el y después en el también no se preocupa por los demás, ahora viene a decirme más bien insinuarme podemos regresar, no soy estúpida para volver a caer.

Soy madre ahora y debo pensar en mi hijo

— ¿Estas preocupada? —doy un salto al ver que me tiene sujeta Emir.

—Solo un poco, no sé porque hasta ahora aparece, y decirme todo eso, es tan injusto el cinismo de una persona.

—Pero tu cómo te sientes—me doy la vuelta para ver sus ojos, ese azul frio pero conmigo están cálido.

—No lo amo, si eso te preocupa, Lincon me lastimo y lo supere en dejar lo malo atrás, no era amor era mis expectativas de un hombre que creí y confié en el—le dijo acariciando su cabello—Yo soy feliz contigo, con lo que me das, como eres con mi hijo, como nos tratas cada detalle Emir lo adoro en verdad, tu sabes cómo empezó nuestra relación, sobe todo conmigo, con mis inseguridades, temiendo de lo pasar por lo mismo, que encontraras alguien y que no tuviera hijos no se mi cabeza es un campo minado.

—Pero a la única mujer que quiero es a ti—mis labios se forman en una línea muy apretada para evitar sonrojarme. —Y espere el momento en decírtelo no te dejare, tienes miedo estaré ahí apoyándote.

—Lo sé, lo sé, eres un amor de hombre.

—Y es por eso que le pediré a Gustavo que se encargue de tu caso, no puedo llevarlo yo, fui tu abogado pero ahora tenemos una relación sentimental y no es ético, puede malinterpretarse, aunque no es el caso, pero si ese hombre quiere jugar sucio lo hará.

Pego mi frente en su pecho, es el lugar que más me gusta acomodarme en el, escuchar su corazón, su respiración, sus manos se enrollan en mi cabello suelto, su beso cae en mi nuca.

—Te amo—me dice y eso me hace sonreír como una adolescente.

Busco su mirada con una sonrisa sonrojada, la forma en que me mira que quebranta de muchas maneras, recibo su beso, que me hace gemir, abrazándolo del cuello.

Sus manos buscan mis caderas que las contonea, me lleve mas a su cuerpo, no deberíamos estar pensado en esto pero el...

— ¿Estas excitado? —pregunto en un susurro.

—un poco—me responde succionando mi labio—No hemos estado desde una semana.

—Lo siento, es la segunda vez que me enfermo, creo que las defensas me han bajado un poco, hace un mes no podía levantarme de la cama.

Al borde del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora