CAPÍTULO UNO

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La sede de El Clarín se llenaban de un delicioso perfume de rosas y chocolate, que llevaban un camino hacia el ascensor y luego al último piso, con cada paso que daba la joven adulta por el lugar, más las personas la miraban con asombro y con esperanza, tal vez porque sabían que si ella estaba allí, su jefe no les gritaría más en todo el día, o por lo menos en un rato.

—¡Díganle a ese Peter Parker que estará despedido si no viene aquí a traerme las malditas fotos de la plaga del hombre araña! —Grito Jonah a sus empleados.

—¿Por qué gritas, papi? —Se acercó la joven con pequeños saltos. —No es culpa de ellos que Parker este... Bueno, no importa. Vine a hacerte una visita sorpresa. ¿No estás feliz?

—Nora, cariño, papi está trabajando. —Dijo suavizando la voz, tratando de que su hija lo soltará.

—Pero vine hasta aquí para verte. —Se separó bajando la cabeza. —¿No te importa eso? ¿Prefieres gritarle a tus empleados a estar cinco minutos con tu hija?

—No, no. Yo siempre querré pasar tiempo contigo, pero ahora estoy trabajando. —Levanto la vida mirando sus empleados, los cuales apartaron la vista en cuanto vieron al diablo a los ojos. —Entremos a mi oficina.

Ella asintió, siguiendo hasta el área de trabajo de su padre. Jonah les echo una última mirada a sus trabajadores, indicándoles que regresarán a trabajar, no podía gritarles, no frente a su hija, algo que sin duda sus empleados usaban para descansar de sus labores y del tirano de J. J. Jameson. Todo aquel que conociera a esa familia sabía tres cosas, Jonah amaba tanto a su familia, su esposa e hija lo tenían completamente dominado y su hijo mayor era su mayor orgullo, su hija era la consentida de la familia, desde muy temprana edad se acostumbró a recibir lo que quisiera por parte de su padre, que la consentía con todo, su madre, por otro lado, la educo con buenos valores, la bondad, amabilidad, lealtad y sinceridad que una persona honrada pudiera tener, pero muchas veces no usaba dichas cualidades, sobre todo cuando algo se le hacía difícil de obtener y tenía que usar métodos poco ortodoxos.

Consentida. Esa era la mejor palabra para describirla, con un padre con suficiente dinero para gastarle sus caprichos, ¿quién no sería lo sería?

—¿No te aburre estar aquí? —Pregunto sentada en la silla de su padre. —Sé que es tu trabajo, pero pasas todo el día aquí. Es aburrido.

—Princesa, olvidas que es este trabajo lo que me permite pagar tus caprichos y tu universidad. —Se acercó a ella con una sonrisa. —Y hablado de eso. ¿No deberías estar estudiando?

Nora desvió los ojos, tratando de buscar alguna escusa para cambiar de tema.

—¿No quieres salir a comer algo, papi? —Se levantó de un salto de la silla. —Podemos ir por un postre. ¿No te parece divertido?

—Nora. ¿Qué pasa con la universidad? —Se sentó en su asiento.

—Antes pasabas más tiempo contigo. —Hizo un puchero. —Puedes darle el día libre a tus empleados y venir conmigo, porfis.

Jonah la observó a punto de sucumbir antes las manipulaciones de su propia creación, cerros sus ojos y apartó el rostro, tratando de concentrarse en lo más importante.

—Dime que sucede, cariño. —Le abrió los brazos para que fuera con él. —Cuéntamelo todo.

—Papá, ya estoy grande para sentarme en tus piernas. —Rodó los ojos.

—Si vienes, voy a considerar lo de pasar el día contigo.

Nora lo miró a los ojos, ambos portan la misma seguridad al verse, lo que termino de convencer a la chica. Esta se sentó en las piernas de su padre mientras esté la abrazaba, conocía lo suficiente a su hija como para saber que algo no estaba bien, algo que ella no podía manejar por sí sola, y por eso corría con él.

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