Prólogo

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Un nuevo mundo

México. Estado de Nuevo león. 7:36 a.m.

El portón de una casa se abrió de golpe. Un chico moreno, algo relleno, y con el cabello azabache al igual que sus ojos salió de ella algo apresurado debido a que se le había hecho tarde para ir a la prepa. Aquel chico es el protagonista de esta historia. Su nombre es Francisco, estudiante de último semestre de su escuela.
A simple vista no era alguien muy interesante. Vestía una playera verde junto a unos jeans azules, sus tenis se veían mal gastados pero aún daban batalla. Colgaba su pesada mochila con una mano y con la otra checaba la hora en su celular. Normalmente el sale de su hogar a las 7:15 a.m. para llegar temprano a la prepa, pero está vez se le pegaron las sabanas y se levantó tarde. Sus nervios por llegar tarde seguían aumentando cada vez que pasaban los minutos en su desgastado celular ¿Por qué? Te preguntarás. Bueno, él no solía saltarse las horas de clases, además, como era del último semestre cualquier escusa era necesaria para reprobarlo y presentar segundas o terceras.
El sonido de sus fuertes pisadas sonaron por las calles de su barrio que le vio nacer. Su trote, aunque lento, fue el suficiente para llegar a la avenida grande y esperar el trasporte público en la parada. Pero algo llamo su atención, ese algo era un extraño portal en medio de la banqueta. Las personas que pasaban a su alrededor lo ignoraban, incluso algunas lo traspasaban. Francisco se le quedó viendo por unos segundos, incluso parpadeo varias veces al pensar que solo era su imaginación, pero no, el portal aún seguía ahí. Volteo a todas partes, asegurándose de no ser visto por alguien. Vio nuevamente el portal y discretamente se acercó a él.

—(¿Que chingados es esto?)—. Pensó acercando su mirada al portal.

Diferentes tipos de estrellas y constelaciones adornaban el interior del portal. Algo tan hipnotizante que dejaría al más cuerdo embobado. Su mano, inconcientemente, se movió al portal, intentando tocar alguna de las estrellas. Grave error. De la nada, su brazo fue absorbida por una gran fuerza del interior del portal. Intento sacar su brazo con todas sus fuerzas, pero fue inútil. Pronto su otro brazo fue absorbida; junto a sus pies y la mitad de su cuerpo.

—¡Alguien! ¡Ayuda! ¡Me están absorbiendo los Aliens!—. Gritó desesperadamente, pero solo vio como todos lo ignoraban.

Su mano fue lo único que se vio antes de desaparecer. El portal se quedó ahí por unos instantes hasta desaparecer sin dejar rastros. Adentro del portal las estrellas y constelaciones se acumulaban a la vista. Se relajo por un breve momento, disfrutando de las bellas vistas. Pronto su paz llegó a su fin al caer en picada hacia un vacío profundo. Aquellas hermosas estrellas se convirtieron en un cielo nocturno; estrellado junto a una hermosa luna llena. Y el vacío en montañas, ríos, acantilados, bosques, playas y una enorme cuidad en medio de un lago. Gritó desesperadamente. Caía en picada a una considerable altura, lo suficiente para dejarlo con lesiones graves. Planeo un poco, pero fue inútil, al final cayó al suelo, golpeándose la cabeza en el proceso.

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Quemaba. El sol quemaba su morena piel. Sus ojos cafés se entre abrieron con dolor; viendo una playa pequeña. Cómo pudo se levantó, entre tropiezos empezó a caminar. Le dolía todo el cuerpo, apenas y estaba consciente de su situación. Camino por un par de minutos hasta llegar a un estanque con una estatua en medio. La miro fijamente, se le hacía familiar pero no recordaba en donde la vio. Al intentar retroceder, una cosa redonda y azul se le acercó saltando. No sabía las intenciones de esa cosa, pero no parecían nada buenas. Sin ninguna escapatoria decidió adentrarse en el estanque; llegando a la estatua.

—Vaya cagada. No me quería mojar, pero ya ni modo. Al menos esa cosa ya no me sig...—. No termino su oración al ver qué esa cosa azul brincaba sobre el agua como si nada —¡Me lleva la chingada!—.

Presa del pánico y sin saber que hacer, le arrojó varias rocas, pero estás no le hacían nada al monstruo. Movió su mano para tomar otra roca, sin embargo, en vez de tomar una roca tocó la estatua. Una luz extraña salió de esa estatua, envolviendo a Francisco en el acto. Algunas de sus heridas sanaron y se sintió con más fuerza. Miro sus manos, extrañado al sentir un poder extraño brotar por su cuerpo. No desaprovechó esto y tomó otra roca, está vez se concentro e imbuyó la roca con una energía muy parecida al viento. Al arrojar la piedra destrozó al monstruo de un golpe. Impactado, se miro todo su cuerpo sin saber que decir, sonrió un poco al ver que tenía poderes.
Ya más tranquilo y recuperado se dio cuenta que no tenía sus cosas encima. Suspiro un poco y volvió a la playa para recoger su mochila y celular. No sabía dónde estaba, pero sabía que no era su mundo. El lugar parecía muy perfecto para ser verdad; lleno de vida y sin aparente urbanización. Además, ese monstruo le confirmo que llegó a otro mundo.
No tardó en llegar a la playa y recoger su mochila y celular. Tuvo suerte que no se dañará la mochila, pero no pudo decir lo mismo de su celular; este se encontraba echo trizas.

—Chingada madre. ¿Ahora como le haré?—. Se agarró el cabello algo desesperado.

Si era como en las series de anime, el mundo donde cayó no debería de ser muy avanzado tecnológicamente para reparar el celular. Se rindió y desecho el celular y se fue de allí solo con su mochila.
Al avanzar durante un buen rato se encontró con un cofre. Volteo a todas partes para ver si era de alguien. Al no ver a nadie cerca lo abrió para ver qué tenía. En su interior había varias cosas, como: monedas de oro, un arco y flechas, libros y gemas. Abrió su mochila y tiro las cosas que ya no iba a usar; en su mayoría libretas y libros usados, solo dejando una libreta por si la necesitaba. Guardo las cosas de valor en la mochila, las monedas las guardo en sus bolsillos y el arco lo tenia en la mano por si acaso otro monstruo aparecía.
Siguió avanzando ya más seguro de si mismo. Agradeció en su interior a su abuelo por enseñarle a usar el arco en su infancia. Pronto, llegó a un camino que conducía a una enorme cuidad amurallada. Sus suposiciones se hicieron realidad, aquella cuidad no parecía moderna, parecía más a una antigua cuidad Europea de la edad media. El viento revolvió su cabello azabache en dirección a la ciudad, ¿tal vez una señal? No lo sabía. Le daba mala espina esa cuidad, no quería ir. Pero algo lo llamaba.

—(No es buena idea, pero aún así no me puedo quedar aquí al aire libre, puede que venga un monstruo más fuerte que el anterior, también tengo que sanar algunas heridas que me quedaron)—. Pensó el chico tocando su abdomen —(Bueno, ya que)—.

Emprendió su camino a la gran cuidad que fue fundada por un dios. Conocida como la Capital de la Libertad. Monstadt, la cuidad que fue fundada hace cientos de años por el Arconte Anemo; Barbatos.

La capital de la libertad está a unos cuantos pasos de Francisco

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La capital de la libertad está a unos cuantos pasos de Francisco

¿Que les pareció el prólogo?

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Próximo capítulo: El accidente.
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Bueno. Este es el prólogo de Un viajero de otro mundo, espero que les haya gustado.

Cualquier duda me la pueden preguntar.

Yo me despido, cuídense, hasta la próxima.

Pd: 1286 palabras.

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