Día 3 - Mi amado Vegetta

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Él siempre se despierta primero que su familia porque le gusta verse bien antes de que amanezca, la vanidad es su mejor cualidad. Siempre ha tenido esa manía de no dejarse ver cómo realmente es. Quizás en otras vidas, su maestro haya logrado desnudarle el alma y la piel, logrando ver que hay detrás de aquel hombre perfecto que intenta ser.

Si supiera que lo imperfecto le queda tan bien, como la asimetría en una flor. No le hace sentir cómodo cuando su compañero de cama se levanta primero, cuando eso ocurre corre al baño y cuando sale lleva con él ese sutil toque de perfección.

Cruzar esa línea de confianza le es difícil, y no hay nada que decir cuando Vegetta dice: «No». Es bueno saber que aún no le brinda sus mañanas a su nuevo novio, son momentos que no le da a todo el mundo.

En ese sentido Foolish es solo uno más, como muchos otros antes que él. Hoy tiene el favor de su atención, igual que la huevesilla de gorra roja, pero nunca tendrá todo de él, hay cosas de Vegetta que solo son de Vegetta y es mejor así.

Amaneció otro día más y él se levantó antes que saliera el sol para arreglarse, como si fuera humanamente posible para él lucir mal.

No es usual que él visite la cocina pero esta mañana ha decidido preparar el desayuno, no sabía que él era bueno en la cocina, pero el aroma de esa comida era realmente buena y dulce, tanto como su mirada al prepararlo.

Cuando el huevo y el tonto de su novio aparecieron por la cocina él les esperaba con una sonrisa de comercial y en sus manos llevava un par de platos con algunas verduras salteadas y sazonadas, acompañadas con un par de tostadas sobre los platos.

-Buenos días -habló por primera vez ese día y puso los platos frente a ellos-. Para los amores de mi vida lo mejor -su voz chillona endulzó los oídos de todos los presentes.

Su familia le respondió al unísono, «Buenos días, blah, blah qué rico está todo blah, blah».

Terminaron el desayuno en medio de una charla casual sobre sus planes ese día, donde ambos «Padres» concluyeron qué hacía mucho que no pasaban tiempo juntos.

Hoy será uno de esos días donde los oídos de muchos agradecerán que el huevo no pudiera gritar o reír, porque dejaría a más de uno sordo. Quizá el mundo no estaba listo para oir al padre tonto y a su hija soltando sus risas a diestra y siniestra. La risilla delicada de Vegetta es lo único que valía la pena escuchar.

Empezaron el día haciendo dibujos. Se dibujaban unos a los otros y compitiendo por ver cuál era el mejor. Vegetta jamás ha sido bueno dibujando, en realidad lo hace particularmente mal, pero odiaba perder, así que ponía todo su esfuerzo.

Bueno, algún defecto debía de tener y él lo llevaba con optimismo, como siempre.

Ganó el huevo.

Que sorpresa, aunque siendo objetivos sus dibujos eran los mejores, pero era obvio que le dieron la victoria para dejarla ganar y hacerle uno de esos favores que hacen los padres a sus hijos.

Al terminar adornaron la sala común con los dibujos hechos. Vegetta se ofreció una vez más a preparar comida, como no podría ser de otra manera, pues a él le gusta ser un buen anfitrión, pero esto no demuestra que los ama, demuestra su hospitalidad ¿Cierto?

Esta vez su comida fue menos ambiciosa, igualmente le sienta bien preparar sándwiches con esa sonrisa en su boquita que incita a besarlo, mientras endulza la soledad de la cocina con ese tarareo que embelesaría a quien lo escuche, su dulce melodía recuerda al hogar, tan agradable y familiar. Aunque para otros sería como el canto de una sirena que llama a su presa.

Y la presa llegó.

Su novio tonto apareció por la puerta y gozó de la maravillosa sensación que era poder atrapar a Vegetta entre sus brazos, mecerlo sutilmente y sentir su pequeña estatura bajo su barbilla, mientras huele el aroma fresco de su pelo.

Fooligetta WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora