Primer encuentro

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El sol de la tarde filtraba sus rayos a través de las ventanas de la cafetería, iluminando el espacio cálido y acogedor. Bill, un chico de 19 años con cabello negro y largo, se encontraba detrás del mostrador, tomando pedidos y sirviendo a los clientes con una sonrisa amable en su rostro andrógino. Lucía un peinado desenfadado que hacía resaltar su hermoso rostro, y su uniforme de la cafetería realzaba su figura esbelta.

El tintineo de la campanilla de la puerta anunció la entrada de un chico apuesto con rastas, Tom, que llevaba del brazo a una chica guapa. A simple vista, parecían una pareja en una cita, pero las intenciones de Tom eran muy diferentes de las de la chica. Él solo buscaba un encuentro casual y no le prestaba mucha atención a la conversación.

Mientras Tom se mostraba indiferente, sus ojos se desviaron hacia una "hermosa mesera" que había captado su atención. Al principio, confundió a Bill con una mujer debido a su aspecto andrógino, pero todo cambió cuando escuchó su voz mientras Bill les preguntaba qué deseaban comer. A pesar de la confusión, Tom no podía evitar pensar en lo hermoso que era aquel mesero y en lo mucho que le gustaría tenerlo en su cama.

La chica con la que Tom estaba, notando su falta de atención, decidió empezar una pelea. Le reclamó su falta de interés y lo acusó de no valorarla. La tensión en el ambiente creció rápidamente, y los demás clientes y el personal de la cafetería observaban la escena con curiosidad y preocupación.

Tom, cansado de la situación y enojado por la actitud de la chica, no pudo contenerse y fue grosero con ella, dejando escapar palabras hirientes. "Solo eres un polvo más", le dijo con frialdad. Herida y humillada, la chica, incapaz de contener su ira, tomó la malteada recién servida y la arrojó sobre Tom antes de salir enfurecida del local.

Bill observaba la situación un tanto sorprendido y sin saber muy bien qué hacer. Aunque había percibido la grosería de Tom, no podía negar que se le hacía muy atractivo. Un conflicto interno se desataba en su interior, luchando entre la indignación por la actitud de aquel chico y la atracción que sentía hacia él.

Con determinación, Bill se acercó a Tom mientras este trataba de limpiarse la malteada de encima. "¿Necesitas ayuda?", preguntó con una voz serena. Tom levantó la mirada, sorprendido por la amabilidad del chico que le había llamado la atención. Su rostro revelaba un rastro de arrepentimiento y también una pizca de interés. "Sí, supongo que sí", respondió Tom, aceptando la ayuda de Bill.

Bill miró a Tom y asintió, indicándole que lo siguiera a la cocina. Caminaron en silencio mientras Bill buscaba en su mente la mejor forma de ayudar en esa situación. Una vez en la cocina, el aroma del café y los utensilios relucientes le daban un ambiente acogedor.

Tom, decidido a coquetear descaradamente, se acercó a Bill con una sonrisa traviesa en su rostro. Sus ojos se encontraron y el aire se cargó de una tensión palpable. Bill, consciente de la atracción que Tom parecía sentir hacia él, sintió un leve nerviosismo, aunque se esforzó por mantener una actitud firme y segura.

Tom tomó una servilleta y comenzó a limpiar el líquido de la malteada que había salpicado su ropa. Sin apartar la mirada de Bill, dejó que sus dedos acariciaran suavemente la tela. "Vaya, me metí en un lío, ¿no?", comentó Tom con una voz seductora, buscando la reacción de Bill.

Bill se mordió ligeramente el labio inferior, tratando de ignorar las sensaciones que Tom despertaba en él. "Sí, parece que las cosas se salieron de control", respondió Bill, intentando mantener su compostura. Sabía que debía mantenerse enfocado en su trabajo, pero la presencia magnética de Tom lo distraía.

Con un gesto decidido, Bill tomó un paño húmedo y comenzó a limpiar la mancha de malteada en la camisa de Tom. A medida que se acercaba, podía sentir la cercanía de su cuerpo y la intensidad de su mirada. Trató de concentrarse en la tarea, pero los toques accidentales y provocativos de Tom despertaban emociones contradictorias en su interior.

Tom aprovechó la situación y dejó que sus dedos rozaran la mejilla de Bill, trazando un suave recorrido hasta su barbilla. "Eres realmente hábil con tus manos", susurró Tom, su voz cargada de insinuación. Bill se estremeció ligeramente, luchando por mantener su enfoque.

Decidió que era hora de poner límites y demostrar su fortaleza. Apartó suavemente la mano de Tom y se alejó unos pasos. "Gracias, pero debemos terminar de limpiar esto", dijo Bill con firmeza, tratando de ocultar sus emociones bajo una actitud profesional.

Tom, sorprendido por la reacción de Bill, mostró una mirada de decepción pero también de respeto. "Entiendo, trabajemos juntos entonces", respondió Tom, desviando su atención hacia la tarea en cuestión.

Ambos se concentraron en limpiar el desorden, tratando de mantener una distancia adecuada. A medida que trabajaban juntos, Bill comenzó a apreciar la actitud colaborativa de Tom y su habilidad para dejar de lado su coqueteo descarado. Una chispa de curiosidad y genuino interés empezó a encenderse en su interior.

Tom, una vez que se aseguró de que no quedaba rastro de la malteada en su ropa, se acercó a Bill para despedirse. Con una sonrisa traviesa en los labios, le soltó una última frase coqueta, esperando la típica negativa por parte de Billy. Sin embargo, fue Tom quien quedó sorprendido por la respuesta que recibió.

Bill, mirándolo directamente a los ojos, respondió con una voz descarada y divertida: "Si alguna vez quieres algo más que solo malteadas derramadas, tendrás que trabajar mucho más que eso". Tom se quedó embobado por la respuesta inesperada, su mente luchando por asimilar el cambio en la actitud de Bill.

Sin siquiera recordar cómo salió de la cafetería, Tom caminaba en dirección a su apartamento compartido con dos de sus amigos. Su mente no podía dejar de pensar en el pelinegro.Cada palabra, cada sonrisa y cada mirada se repetían en su cabeza, dejándolo inquieto y ansioso por descubrir más sobre aquel mesero de apariencia andrógina y actitud desafiante.

El camino de regreso a su hogar parecía interminable. Sus amigos, que notaron la expresión distraída en su rostro, intentaron iniciar una conversación, pero Tom apenas pudo responder con monosílabos. Su mente estaba completamente ocupada por los pensamientos de un chico que parecía escapar de las convenciones y cautivar su atención de una forma que ningún otro había logrado.
Ya en su habitación, se re costo en la cama mientras su mente volvía a la imagen del mesero. Intentó desesperadamente entender qué era lo que lo atraía tanto de aquel chico y por qué no podía sacarlo de su cabeza.

La noche se alargaba, y Tom se encontraba absorto en su propio mundo de preguntas sin respuesta.

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⏰ Última actualización: Jun 07, 2023 ⏰

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