El café es una bebida caliente que, a lo largo del tiempo, ha inspirado múltiples historias, canciones y experiencias artísticas que rodean el misticismo y la naturaleza de quienes lo beben, sea de manera regular y diaria, sea de manera ocasional. V...
"Escaleras y pasajes, mil historias, mil paisajes, laberintos que te llevan como ríossiempre a la mar" (La Ruda Marga - Piel Morena)
Entre cada grano oscuro, oliente a memorias extrasensoriales y eidéticas, se devela el misterio de un origen ramificado por civilizaciones antiguas y patrimonios exóticos que exaltaban a dioses y diosas por igual. Y entre todo ese universo de deidades, una figura de piel morena, abundante cabello azabache y estela agridulce ha encantado - y aún sigue haciéndolo - a generaciones de hombres y mujeres que buscan escapar un rato de la realidad con sólo palpar su esencia entre lengua y paladar.
Hace poco me enteré que existió una diosa del café en la mitología griega: Bistrea. No alcanzó a copular con Zeus, pero sí lo cautivó en sueños, de manera que diseñara esta sagrada bebida, apreciada por ciudadanos y ciudadanas de diversas latitudes del mundo. En estricto rigor, una musa inspiradora cuyo imperio quedó diluido en nuestras tazas que ofrendan su omnipresencia día tras día, mañana tras mañana, tarde tras tarde.
«Fernando. Dulce de leche latte, tamaño venti. ¡Gracias!». Y allí estaba yo, en una inconfundible sucursal del logotipo verde, viendo cómo caminaban las personas desde el segundo piso. Reflexionando, extrañando, aceptando. Procafeinación, esa palabra schröndinger que existe y no existe a la vez, pero que simboliza pausa, un paréntesis necesario en el ritmo de la vida que se reinicia al beber café, tan indispensable en este exigente y avasallador plano postmoderno.
Redoblé un suspiro personal en medio del vacío de ese domingo.
Estaba cumpliendo nueve meses desde que me fui a vivir al departamento. Dejé el nido de mis padres para dedicarme a las labores empresariales, así como también dejé que mi novia fuese a vivir a Antofagasta para que se dedicara a prosperar en alguna minera. ¿Fue la decisión correcta para renovar nuestra unión? A veces dudaba de ello, pero no pasaba un sólo día sin que la llamara por teléfono, generalmente en la noche, cuando las faenas terminaban para recomenzar al repuntar el sol nortino.
No obstante, de algo estaba completamente seguro. Me encontraba tan unido al café que era imposible vivir sin él. Sin su humeante sustancia ennegrecida, sus robustas capas de sabores, su final como lava que derretía la inercia del movimiento, que inspiraba mil historias y mil paisajes. No podía desprenderme de él - o de ella, Bistrea, reconocida diosa de mis delirios. Como esa inyección que proporcionaba bienestar y alegría para activar mi deleitosa procafeinación. ¿Acaso será ella también la creadora de ese estado del alma que busca el tónico cafetero por designio celestial, la procafeinación como parte de la búsqueda del hombre, la religión definitiva?
Cafeína, estimulante, revitalizadora por siglos indomable. Mi droga por elección.
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