5.

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—Que bonito es Ross… —añadió un pequeño infante mientras veía a su pequeño hermano de apenas unos segundos de haber nacido (acostado sobre la cama) —. Qué bonito es Leo… —volteó a ver al pequeño bebé que tenía Apolo en brazos, el bebé que tanto esperaban sus padres resultaron ser dos, un pequeño Omega y un pequeño alfa, ambos gemelos; de tez blanca y cabellos dorados, eran hermosos. Apolo aunque estaba fatigado; tenía una enorme sonrisa en el rostro; aunque no era la primera vez que se embarazaba; sí era la primera vez que daba a luz, a decir verdad estaba tan contento, tan feliz y complacido de tener a dos pequeños bebés en brazos,  aunque no tenía experiencia dando a luz, contaba con los conocimientos de Leónidas (que lo ayudó en el proceso) —. Son tan bonitos, tan lindos… ¿Puedo cargarlo? —habló el pequeño infante al lado de Apolo; ahora el hermoso Omega de cabellos largos se encontraba sentado sobre la cama, muy exhausto por todo el trabajo de traer a dos pequeños al mundo.

—No, no creo que sea prudente… —Habló su padre detrás de él. Leónidas se acercó a su Omega y tomó al pequeño bebé en brazos, ese bebé era tan hermoso como Apolo, sin mencionar que tenía unos hermosos ojos de color grisáceo —. Es…. Tan…Lindo… cómo tú —volteó a ver al Omega que estaba tan cansado. Apolo aún fatigado, le sonrió, también le ponía de buen humor saber que su alfa estaba felíz y con forme con los bebés que le había dado. Leónidas le regresó el bebé a su Omega, y se acercó del otro lado de la cama para poder tomar al otro bebé que había resultado ser un pequeño omega de cabellos dorados y ojos verdes —. Eres tan bonito, como tu mamá… —le susurró mientras lo cargaba en brazos. Honestamente Leónidas siempre quiso tener muchos bebés, pero tristemente su Omega murió apenas teniendo al primer bebé —. Gracias… —susurró mientras veía fijamente a su Omega, Apolo se sonrojó por la respuesta tan inesperada.

—¿Entonces…? ¿Podré jugar con ellos pronto? —cuestionó el pequeño Omega de ojos azules mientras estaba sentado en una silla de madera, en el jardín, su única compañía en la mesa era su padre.

—Sí, muy pronto Doro, en cuanto comiencen a caminar… —añadió para después llevarse un bocado de su deliciosa ensalada a la boca.

—¿Cuánto tiempo? ¿Cuanto tiempo debo esperar? —veía fijamente a su padre. El alfa dejó de masticar y se le quedó viendo de manera pensativa, a decir verdad, Doro inició a caminar a  los once meses, aunque claro, una vez que comenzó ya jamás se detuvo; se iba por aquí, por allá, estaba en todas partes, basta decir que una vez lo perdió y recorrió todo el bosque desesperado mientras buscaba al pequeño bebé; para al final encontrarlo debajo de la cama, durmiendo.

—Tal vez un año… —habló después de tragar. Leónidas tomó su vaso de barro y le dió un sorbo. A decir verdad su Omega ahora mismo se encontraba durmiendo junto a sus dos pequeños bebés de apenas unas horas de haber nacido.

¡Está bien bebé! ¡Ya no llores! ¡Ya no! —rogó mientras mecía a su bebé, a decir verdad el otro bebé que se encontraba a su lado tampoco paraba de sollozar y eso lo estaba alterando y mucho, nunca antes había cuidado a un bebé, así que no sabía que eran tan ruidosos —. ¡Ya no…! ¡Leo…! ¡Leónidas! —llamó, necesitaba que alguien hiciera dormir a sus pequeños (porque él no sabía cómo). Al poco tiempo entró un sujeto de grandes brazos a la habitación. Leónidas estaba alterado ¿Algo le pasaba a sus pequeños? ¿Algo le pasaba a su Omega? ¿Por qué gritaba Apolo? ¿Qué ocurría?

—¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Un niño se te cayó?!  ¡Una serpiente! ¡Siempre temí que se volviera a meter! —gritó alarmado el alfa.  Apolo pestañó varias veces.

—No… los niños, no dejan de llorar… —avisó mientras mecía a uno de ellos —. ¿Qué hago para que dejen de llorar? ¿Qué debo hacer? Nunca antes cuidé a uno… —informó un tanto apenado. El alfa sonrió y se sentó en la orilla de la cama, había olvidado por completo que su querido Omega era una madre primeriza.

El Leñador y la prostituta de la rívera. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora