9.

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—¡Vamos, niño! ¡¿Eso es todo lo que tienes?! —retó una mujer con una armadura dorada mientras movía un palo de madera que tenía en una mano.

Artemisa sonrió, no podía creer en la agilidad de ese muchachito, ahora ese pequeño niño se estaba convirtiendo en un niño grande y fuerte. Doro jadeó mientras también movió su palo de madera, tratando de golpear a su tía, el niño tenía ahora diez años, y en todo este tiempo, se había dedicado a practicar y entrenar con su querida tía, de verdad le entusiasmaba todo lo que una guerrera formidable como su tía hacía (batallar y defender el reino). 

—¡Ay! —quejió de dolor en cuanto su tía golpeó su muñeca con ese palo de madera, de verdad era doloroso, con el tiempo, su tía dejó de ser gentil en los entrenamientos y se volvió más brusca, a tal punto de lanzarle golpes. El niño dejó caer su palo de madera al suelo por el dolor.

—¡Ya! ¡Es suficiente! —se levantó Calisto del verde pasto (ella había estado sentada ahí todo este tiempo observando) y se dirigió hacia su sobrino que se sobaba la muñeca. La Omega se acercó a él, tomó la muñeca del niño entre sus suaves  manos y comenzó a sobarla gentilmente —. ¿Estás bien, corazón? ¿Te duele mucho? —lo vió fijamente a los ojos, para después voltear a ver a su esposa con la frente arrugada —. ¡¿Por qué tienes que ser tan brusca con él?! ¡Es un niño!

—Relájate, no fue para tanto —fue lo que la alfa contestó —. Solo fue un golpecito —trató de restarle importancia, haciendo a la Omega enfurecer aún más.

—¿Te duele mucho, corazón? —volvió su vista a Doro, el Omega de inmediato alejó su mano de las manos de su tía y sonrió apenado.

—No te preocupes tía, está bien. No fue para tanto y a decir verdad no me duele mucho…

—¿Lo ves? Él está bien —habló la de cabello negro.

—¿Estás seguro corazón? —volvió a ver al niño de diez años, para ser solo un niño se lo estaba tomando bastante bien, cualquiera lloraría al recibir un golpe tan brusco cómo ese —. ¿Te pongo una venda? ¿Te preparo un té de hierbas para el dolor? ¿Te lavo con sacates la muñeca? —la Omega tenía una expresión de preocupación en el rostro, de verdad amaba a ese niño cómo para verlo lastimado y sufriendo de dolor, y más si era un golpe dado por su propia tía.

Doro negó.

—No te preocupes, tía Caly, estoy bien —añadió, aunque a decir verdad si le dolía, pero sólo trataba de hacerse el fuerte.

En éstos años que había pasado con su tía favorita entrenando, ella le había dejado algo muy en claro: "Si te vas a poner a llorar por cada vez que recibas un golpe, es mejor que no sigas entrenando conmigo" y cómo él no quería que eso sucediese, decidía aguantar en silencio los golpes de su querida tía (cómo los golpes duros de la vida).

Sin mencionar que, su padre también se molestaría si veía que de verdad estaba sufriendo mientras entrenaba con Artemisa; porque ya de por si ellos no se llevaban muy bien que digamos; no quería darle otro motivo a su padre para despreciar más a su querida tía. 

El Omega se alejó de su tía de cabellos rizados, para después agacharse y recoger su palo del suelo, este entrenamiento no había terminado. Artemisa sonrió con satisfacción al ver la valentía del niño, sabía que sentía dolor, pero aún así, quería seguir, quería seguir sin importar que después iba a recibir una paliza de ella.

—¡¿Por qué siempre tiene que irse a meter ahí?! —alegó un alfa mientras iba caminando junto a su Omega.  Leónidas Odiaba que después de que él saliera a trabajar; Doro decidiera irse solo a casa de sus queridas tías haber si tenía una oportunidad de entrenar con Artemisa —. ¡¿Por que no se puede quedar en casa?! ¡Allá afuera es muy peligroso! ¡Y más si eres un indefenso Omega cómo él! —de verdad estaba enfurecido con su hijo más grande. Se supone que Doro debía estar con Apolo en casa, ayudándolo ó cuidando a sus hermanos menores, pero no, el pequeño albino se escapaba para ir a ver a la mala mujer de Artemisa. 

El Leñador y la prostituta de la rívera. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora