3: Piscina Nocturna

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DANIELA.

Luego del partido contra México, Argentina ganó lo que puso muy feliz a todos. Rodri estaba feliz, yo estaba feliz por el. Todos estábamos felices.

Argentina había coronado con un gol de Leo y del buen pibe Enzo Fernández. El pobre se emocionó tanto que lo escuchamos llorar en el campus toda la noche, de la alegría.

Mirá que meter un gol por primera vez para tu selección, en el mundial, no es cualquier cosa eh.

Por otro lado, la selección pudo tener sus días de descanso antes de enfrentarse a Polonia. Lo que todos los chicos disfrutaron muy bien pasando tiempo con sus compañeros, familia y entrenando en compañía de Scaloni.

En una de esas noches, hacía bastante calor en Doha así que a las diez de la noche me decidí por ir a nadar a la gran piscina que se escondía detrás del edificio.

Tenía muchas reposeras de color blanco que rodeaban la preciosa piscina cristalina. No había nadie así que me permití quitar el albornoz de flores y descubrir mí traje de baño de dos piezas, color negro.

Traje auriculares y un libro para oír música un rato y disfrutar de la hermosa noche estrellada. Suspiré relajada y me acomodé sobre la reposera.

En ese momento, alguien salió del agua de ipsofacto y casi dí un salto en mi lugar del susto.

Me quedé en silencio y me ahorré la puteada al ver que era Leo, el capitán de la selección. A parecer no había sido la única que pensó que sería bueno venir a nadar un rato.

El hombre salió de la piscina chorreando agua. Sólo tenía un short negro y su piel pálida y tatuada resaltaba mucho. Se rascó la barba pensativo y de pronto se dió cuenta de mí presencia.

—Daniela —mí nombre sonaba glorioso en sus labios, para que mentir— ¿Tenés calor?

—Mucho —dije sin pensar y luego recapacité— Perdón, que hace mucho calor acá en ésta ciudad.

Leo se rió y caminó hasta su reposera para tomar la toalla azul. Comenzó a secarse el pelo y los grandes hombros, mirándome de reojo.

—Sí, al parecer tuvimos la misma idea.

—¿No tenías que estar con los chicos? —pregunté de repente, captando su atención— Osea festejando con ellos y esas cosas.

—Ya estoy viejo para eso —bromeó, haciéndome reír— Solo quería un rato de paz y soledad.

—Entiendo —asentí, poniéndome de pie para recoger mis cosas.

Leo se quedó mirándome en silencio y recordé que estoy en traje de baño.

Bueno, habrá visto modelos mejores.

—No, quedáte —pidió con cierta amabilidad y se puso la toalla alrededor del cuello— Total yo ya me iba.

Lo ví caminar en mi dirección y pasó por mi lado para marcharse dentro. Algo me impulsó a tomarle el brazo, nerviosa.

¿De donde salió tanta confianza, nena?

—Sí querés quedáte —le pedí, un poco roja. De su pelo todavía caía gotas de agua y clavó sus ojos oscuros en mí con interés.

—¿Querés hablar conmigo?

—Sí —asentí, soltándole el brazo y me tiré a la piscina para evitar ponerme más nerviosa.

Me sambullí un momento y cuando volví al piso, Leo estaba sentado allí con los pies dentro del agua y el abdomen descubierto.

Imparables | Leo MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora