C a p í t u l o 14

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E L   L O B O — J O R G E

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E L   L O B O — J O R G E

DÍA CUATRO (Y CINCO)

A las siete de la mañana, me sentía totalmente inquieto y no dejaba de caminar de un lado al otro del balcón. No había podido dormir desde que me había despertado y visto a Silvia caminar por nuestra habitación para ir al baño con el culo al aire. Otra vez.

Al principio pensé que era algo accidental que solo ocurriría una vez, pero en esa ocasión ya era su quinta vez dentro de la misma hora. Había mirado por encima del hombro todas las veces, justo hacia donde estaba yo en el sofá, y había sonreído.

Su cuerpo era incluso más sexy de lo que me había imaginado, y ese era el problema. Me había estado reprimiendo lo máximo posible desde el beso escenificado con el fotógrafo, pero si continuaba con esa mierda, no iba a durar mucho más.

Me pregunto a qué sabrá su coño…

Pensé en ello durante varios minutos, y después volví a caminar por el balcón. El motivo principal por el que no podía dormir era evidente: todavía seguía con el horario de Wall Street, estaba acostumbrado a levantarme a las seis y media de la mañana y comenzar un día que no acababa hasta las once y media de la noche. No estaba habituado a empezar tantas mañanas seguidas sin la imagen de Silvia entrando en mi despacho con uno de sus llamativos vestidos, o sin escuchar el sonido áspero de su voz al teléfono cuando decía «Buenos días, señor Salinas. Tengo listas las últimas novedades del día».

Temía la lista de entrevistas para la nueva asistente ejecutiva que Brenton me tendría preparada para cuando volviéramos a Nueva York. Si tenía que basarme en su selección de posibles candidatas en el pasado, iba a ser mejor que me quedara en Blue Harbor para siempre y que dejara que mi sobrina dirigiera Salinas Industries en mi lugar.

Pensé en la posibilidad de llamar a mi secretaria y asignarle la tarea de ponerme al día solo por hoy, pero la imagen de Silvia saliendo al balcón en albornoz me hizo perder el hilo de mis pensamientos.

—Buenos días, señor Salinas. —Me sonrió sosteniendo su móvil en la mano—. Tengo las últimas novedades de hoy para usted.

—Te dije que no tenías que trabajar mientras estuviésemos comprometidos.

—Bueno, dado que no puedo dormir contigo murmurando aquí fuera «mis malditas novedades», he supuesto que esto sería lo mejor para los dos.

—Te escucho.

—Los acuerdos de Claxton, Yarbrough y Hamilton han sido aprobados con éxito por la junta. Los documentos de cierre estarán en tu escritorio cuando vuelvas, a menos que estés tan impaciente que quieras que le pida a alguien que me los envíe de inmediato para que los firmes.

—No estoy tan impaciente.

—Bien. —Deslizó los dedos por la pantalla—. ¿Así que no te importa que haya reservado un vuelo para que una becaria te los traiga hoy?

Sonreí.

—Tu director financiero ha se ha reunido cuatro veces hasta la fecha con el equipo de marketing, pero ninguna de ellas ha dado resultados relevantes. — Volvió a deslizar la pantalla—. Tu equipo de Relaciones Públicas está haciendo horas extra para trabajar en el proyecto Hensley, y algún día de esta semana tendrás que revisar la versión impresa de la propuesta actualizada de Rand & Cross que haré que te envíen por correo aéreo una vez esté terminada.

—¿Rand & Cross ha aceptado mi primera oferta?

—En efecto. —Alejó el móvil y me hizo un ademán para que la acompañara al interior de la suite—. Ah, y la gala benéfica anual de Wall Street ha confirmado que recibirás un premio honorífico, así que seguramente tu sastre te haga una visita en cuanto llegues a Nueva York.

—Gracias, Silvia. —Me aguanté las ganas de follármela allí mismo y volví al sofá.

—De nada, señor Salinas. Por desgracia, tendrás que buscar una sustituta magnífica durante las próximas semanas.

—Sí, es una desgracia. ¿Hay alguna forma de convencerte para que sigas trabajando para mí después de este contrato? Podrías pensarte quedarte los cuatro años del contrato original.

—No lo creo.

—¿Y qué hay de un año? Te pagaré el doble.

—Nunca.

—¿Y qué tal si dejas de joderme caminando por esta habitación con el culo al aire durante todas las horas de la noche?

—¿Por qué? ¿Es que te incito a besarme?

—Me incitas a follarte.

El Trato: Novio Por Treinta DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora