1. El psicólogo

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Sumida en sus pensamientos, mientras observa el diploma del Sr. Martins, se pregunta

qué es lo que le ha llevado a estar sentada en aquella sala de espera.

Odalis Millers tiene treinta años, y sus recuerdos vagan por su cabeza intentando

ordenarse. Ansía encontrar algún momento feliz, un halo de luz que le saque del

desastroso infierno en el que se ha convertido su vida y, aunque lo intenta, su

desesperación le lleva a compararse con las personas que se rodea habitualmente.

Camarera de una selecta cafetería, se cruza con los más variopintos personajes a diario:

aquellos que sonríen a todas horas, los que no dejan de llorar, aquellos que llevan el

buen humor por bandera y a la mayoría, que parece que les cuesta vivir, pero continúan,

porque les han metido en el juego sin su consentimiento.

Ella es una mezcla de todos, forzando su sonrisa la mayor parte del tiempo para

terminar llorando al cruzar el umbral de su casa. Quisiera estar de buen humor, pero el

sentimiento de odio que tiene hacia la vida, le hace pertenecer al grupo hastiado de

vivir.

Se alimenta de las historias que van dejando junto a las consumiciones que sirve desde

el otro lado de la barra. De aquellas historias que, poco a poco, han ido formando parte

de ella, al haber sucedido por capítulos dentro de esas cuatro paredes.

Y entre sus protagonistas se encuentra ella: una adolescente que no consiguió superar el

derrumbe de su vida.

Hoy, tras varios años perdida, ha sido capaz de aceptar que necesita ayuda, que sin ella

no va a lograr sanar las heridas del pasado. Sigue sumida en sus pensamientos cuando

se centra del todo en el diploma y en el nombre de quien, a partir de ese instante, va a

ser su confidente.

Esa persona que por dinero será capaz de escuchar las miserias más profundas de

alguien que no le importa. Pero así son las vocaciones piensa. «Yo le pago, él me

ayuda».

Se para a pensar por qué ha llegado a aceptar aquella situación, qué es lo que por fin

hizo clic y consiguió que cambiara de opinión: su hermano.

Oriol es el mayor de sus tres hermanos y el único que se ha preocupado de que Odalis

saliera adelante. Tiene ocho años más que ella y, desde pequeño, tuvo que aceptar el

papel de padre, con el inconveniente de que no lo era, y también tuvo que seguir siendo

un hermano y un amigo. Todo ello para ganarse la confianza de la pequeña y que

tuviera un ejemplo a seguir.

A pesar de los esfuerzos del hermano, Odalis no supo elegir el mejor camino y, aunque

él lo intentara todo, tuvieron que separarse un año atrás, cuando ella le invitó a salir de

su vida sin billete de vuelta.

—Odalis, tienes que ir a verlo —ordenó Oriol.

—No pienso ir, ya te he dicho que no quiero saber nada de ningún psicólogo —contestó

OdalisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora