2. Oriol

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En pocas horas volverá a encontrarse sentada frente al psicólogo. Siente bastante temor

por la situación, pues no sabe con qué preguntas se va a encontrar, y si va a poder

enfrentarse a todas ellas; además de ese sentimiento que la desborda al creer que la

culpable de todo lo que le ha sucedido ha sido ella, al no haber sabido tomar las

decisiones correctas.

Piensa que sería buena idea ver a su hermano antes de volver a la consulta, así que

decide escribirle. Él la cita dentro de treinta minutos, en el lugar de siempre.

*****

Ese lugar es su rincón en el mundo. Allí han solucionado sus rencillas y se han

escondido cuando no querían ver a nadie. Allí donde encuentran la paz. Es un pequeño

descampado desde el que se ve toda la ciudad. No tiene nada en particular, y eso es lo

que, precisamente, lo hace tan especial. La primera en encontrarlo fue Odalis.

Necesitaba huir del mundo cuando comenzó a caminar hasta que sus pies se pararon en

aquel paraíso, donde no había nadie que pudiera rasgar el silencio. Se pasó allí dos días

con sus respectivas noches. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, su

hermano logró encontrarla y la saludó con una bofetada. Al verlo rompió a llorar, pero

no por el dolor que latía en su mejilla, sino por el que habitaba en su alma.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó tras abofetearla.

—No... no lo sé. Comencé a andar y he llegado hasta aquí —le contestó abrazándolo—.

Encontré tanta paz en este lugar que no me he querido marchar.

—¿Dónde has dormido? —Le notaba más preocupado que enfadado.

—Aquí. No me he movido de aquí.

Se tumbaron y se quedaron dormidos, abrazados y en silencio, porque el silencio a

veces es la mejor respuesta. Sobre todo, cuando alguien no quiere hablar por miedo a

hacer daño.

*****

Odalis, impaciente, espera la llegada de su hermano, al que ve llegar a lo lejos.

—¡¡Hola!! —exclama, acercándose con los brazos abiertos.

—Hola —dice serio—. Siéntate.

Ella se queda con los brazos en cruz, mientras esboza una sonrisa triste.

—¿Qué quieres, Odalis? —pregunta sin mirarle a la cara.

—Verte —le contesta buscando su mirada—. Te he echado de menos.

—¿Ahora me necesitas? —Se gira para mirarla con desprecio—. ¿Te has dado cuenta

de lo sola que estás? —le espeta.

—No creo que esto sea necesario, Oriol. Solo quería verte y solucionar nuestros

problemas.

—¡¡¡YO NO TENGO NINGÚN PROBLEMA!!! —estalla de repente.

—¿Seguro? Yo te noto bastante alterado.

—¿Y QUÉ QUERÍAS? —pregunta enfadado—. ME ECHAS DE TU VIDA, DICES

OdalisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora