¡Mi compañero es un Dragón! (KookGi)

CAPÍTULO 4. YoonGi.

En otras circunstancias, me ofendería encontrarme en ropa interior con un tipo que se quedó dormido en menos de dos minutos después de meternos en la cama. Aun así, era muy incómodo estar en semejante estado de desnudez con un extraño obsesionado con restregarse sobre mí, aunque extrañamente no me importaba tanto como lo temía.

¡Claro! no era alérgico a los mimos, y mucho menos si venían de un espécimen de hombría fina y musculosa, por muy ajeno que fuera. El hecho de que tuviera los labios más sensuales de la galaxia, unos rasgos bastante agradables, aunque sus ojos de dragón me asustaban un poco, y unos abdominales cincelados, tal y como me gustaban, tampoco me perjudicaba.

Al principio, me preocupaban sus escamas y las púas de sus brazos. Pensé que me rasparía hasta el infierno con tanto abrazo. Sin embargo, a pesar de su dureza, seguían siendo bastante flexibles al tacto. JungKook olía bien, a naturaleza salvaje. Cuando su garganta resplandecía, difundía un calor muy agradable que me calentaba hasta los huesos, haciendo que mis músculos se relajaran profundamente. Pero, sobre todo, JungKook parecía dulce. Tenía un aura de inocencia infantil. Por lo poco que había podido averiguar sobre su especie, sospechaba que se relacionaba poco con los demás, lo que podía explicar su torpeza.

No dudaba que las toxinas de los aqrats afectaban gravemente a JungKook. En mi trabajo, había visto con demasiada frecuencia la reacción de personas que sufrían de abuso de sustancias y que finalmente obtenían su dosis después de una brutal abstinencia. JungKook se había comportado igual en cuanto me abrazó. Todavía me asombraba que el contacto conmigo y mi olor fueran todo lo que necesitaba. Aunque a mi lado compasivo le encantaba proporcionarle esta paz, no podía negar que también acariciaba mi ego. Pero en este momento, necesitaba dejar de lado la compasión y atender mis propias necesidades.

Me desvié para mirar a JungKook y me arrepentí inmediatamente. No podía saber cuánto tiempo llevaba dormido, al menos un par de horas. Durante ese tiempo, me había quedado dormido una o dos veces. Pero esta larga inmovilidad había hecho que mis miembros se entumecieran. Se despertaron con la más desagradable oleada de pinchazos en los pies y las manos. Aunque era molesto, tampoco era tan malo. Pero el cambio también había ejercido una presión excesiva sobre mi vejiga hiperactiva. Intenté ignorarlo durante un tiempo, pero había llegado a mi punto de ruptura. Mojar la enorme cama de JungKook el primer día no figuraba en mi lista de tareas, ni hoy ni nunca...

Empecé a sacudir a JungKook para despertarlo, imaginando ya el embarazoso paseíto que daría para llegar a la sala de higiene y evitar hacer un desastre. En ese momento, JungKook me abrazó con más fuerza y se acurrucó aún más, añadiendo presión a mi vejiga, ya muy irritada. Chillé y apreté las piernas, reprimiendo a duras penas las ganas de sacudirlo de nuevo. Si se apretaba más, mi vejiga nos daría un tirón de orejas a los dos y nos enseñaría quién manda.

Sintiéndome ligeramente culpable, toqué el punto "sensible" que me había mostrado antes, que coincidía con la zona general de los riñones de un humano. Nada. Volví a pinchar con un poco más de fuerza, pero seguía sin haber nada.

Lo siento, amigo, pero no me voy a mear encima para evitarte una pequeña molestia. Esta vez, apreté mi puño y le di un fuerte golpe, no del tipo de los que causan moretones, pero lo bastante fuerte como para que lo sintiera. Y lo sintió. Sus ojos se abrieron de golpe y su abrazo se aflojó. Sus pupilas dilatadas se estrecharon hasta convertirse en una rendija en sus ojos anaranjados mientras me miraba conmocionado.

—Perdona que te haya hecho daño —dije avergonzado—, pero tengo que hacer pis.

—¿Hacer pis? —repitió. Aunque estaba confundido por el término, estaba sorprendentemente alerta para alguien que acababa de ser despertado bruscamente por un puñetazo en el riñón.