Me levanté a las 7am, dispuesto a afrontar mi primer día de colegio tras las vacaciones de verano. Apagué la alarma como pude e intenté incorporarme en el borde de la cama. Estuve toda la noche dando vueltas en ella. La incertidumbre del nuevo curso se apoderó de mí y no pude pegar ojo. ¿Estaré en la misma clase?, ¿Seguirá mi grupo de amigos ahí? Llevaba meses sin verlos y me moría por dentro. Tenía tantas preguntas y no me la planteé hasta esa noche.
-Darío, vístete ya y ven a desayunar- dijo mi madre mientras abría la puerta de mi habitación.
-Ya voy, ya voy- exclamé aún con los ojos medio cerrados.
Cogí el uniforme, me fui frente al espejo y me dispuse a cambiarme. Esperad, sí. Se lo que estáis pensando, ¿Uniforme? Pues sí. En mi colegio, uno de los más grandes y prestigiosos de Mallorca, hay que llevar uniforme desde infantil hasta 4 de ESO y yo tengo 14 años y voy a empezar 3º.
Quiero describiros un poco como es mi uniforme pero solo me salen malas palabras. Voy a intentar ser lo más neutral posible. El pantalón era de color gris oscuro, recto y muy pero que muy caluroso. Arriba nos hacían llevar un polo azul cielo que tenía la insignia y nombre del colegio.
Después de vestirme me fui directo al baño y, cuando me fijé en mi pelo, entré en cólera adolescente.
-¡PERO ESTO QUE ÉS!- grité al verme los pelos de recién levantado. Y vosotros diréis, ¿péinate no? Pues no es tan fácil. Me lo corté hace más de 2 semas y ahora que había crecido un poco eso parecía antes un nido de pájaros que mi pelo. Bueno, tras 5 largos minutos conseguí acomodarlo un poco a mi gusto, así que salí dispuesto a desayunar.
-Gracias mamá, está riquísimo- expresé mientras bebía mi taza de café y daba un bocado a una tostada con mantequilla. Realmente desayunaba siempre lo mismo, pero veréis que mi actitud en la vida es dar las gracias por todo.
-De nada cariño, date prisa o no llegarás a tu primer día- intervino mi madre.
Después de darme semejante festín de desayuno, cogí la mochila y salí camino a la escuela. En realidad, no me lo pude terminar, me llené enseguida de lo nervioso que estaba. Ya me conoceréis, tiendo a exagerar las cosas que da gusto.
Antes de que me juzguéis por lo que está a punto de pasar en mi primer día, os voy a hacer una breve e intensa descripción sobre mí. Ya sabéis mi nombre y mi edad, ahora os diré que tengo el pelo corto y de color marrón oscuro, igual que mis ojos. Tengo acné en algunas partes de la cara y algún que otro pelo que empieza a asomar por la barbilla. ¿Me saldrá algún día la barba completa? Es desesperante. Me gustan mucho los animales también. Os falta saber que soy un chico muy introvertido, con mucha vergüenza y que le cuesta un mundo socializar con los demás. No sé si soy perezoso exactamente o es que todavía no he encontrado algo especial para mí. Y creo que no falta nada. ¡Ah, sí! Una cosa más, tengo dudas sobre mi sexualidad desde que empezó el verano.
No os creáis que ya me conocéis, os dejaré que vayáis descubriendo como soy poco a poco, sino ya os habríais ido a leer otra cosa. O no.
De camino al colegio podía notar que mis nervios iban en aumento. Era una mezcla de sensaciones que me tenían en alerta. Solía ir en autobús a clase, pero ese día decidí ir caminando y así poder relajarme, si eso era posible. Recuerdo esos minutos a la perfección, escuchando música y tarareándola sin parar durante el camino.
Llegué el primero al colegio y aún faltaban 20 minutos para que nos dejaran entrar. Me apoyé en una palmera enorme que había justo en la entrada y esperé a que llegase alguna amiga mía. La gente iba llegando y veía como se iban formando pequeños grupos de personas que lo más seguro se estuvieran poniendo al día después de todo el verano. Yo aún seguía solo. Ya os avisé de lo introvertido y tímido que soy, siempre me he arrepentido de eso.
Ya estaba entrando en pánico de verme solo. Mis manos empezaban a sudar, mi corazón a acelerarse y mi cara a ponerse roja como un tomate. Reconocía algunas personas, ya que llevábamos 2 años en la misma clase. Se que me miraron y yo los miré, pero nadie se acercó. No soy de esa clase de persona que despierta el interés de la gente. Mis amigos llevan siendo amigos míos desde que tenemos 6 años, es decir, ya me conocen y saben como soy.
Tras 10 minutos larguísimos de espera, que me parecieron años, la vi llegar. Ella me miró e inmediatamente vino casi corriendo hacia mí. Mi mejor amiga.
-Darío- chilló mientras se acercaba hacía el árbol donde estaba apoyado.
-Ana, como me alegro de verte- confesé a la vez que suspiraba desde lo más profundo de mi ser.
-¿Qué tal el verano Darío? Has estado desaparecido.
-Sí. Lo sé- respondí cabizbajo. Y es que, ojalá hubiese podido quedar con ella y algunos más del grupo durante el verano. Pero los planes que tuvieron mis padres para mí fue llevarme los 3 meses a la casa de campo con mis abuelos. ¿Me divertí? Sí. ¿Sufrí? También. Era adolescente, quería estar con mi mejor amiga. Quería vivir, experimentar e intentar socializar, pero no pude hacerlo. Aunque os diré algo, si hubiese tenido la oportunidad creo que solo habría quedado con Ana o alguna amiga más del grupito nuestro, no me hubiera atrevido a ver a nadie más y ya os contaré el porqué.
Sonó la alarma e inmediatamente nos dirigimos al salón de actos. Era el turno de 3º, nuestro curso. Allí nos repartieron en dos grupos, el A y el B. Me tocó el B, como el curso anterior. Éramos los mismos que el año anterior: Ana, yo y 23 personas más. De ese montón, os destacaré a María y Belén, dos amigas mías y de Ana. Siempre íbamos juntos los cuatro, a todo. Pero, había un nombre que no me sonaba. ¿Iba a venir alguien nuevo a clase? ¡Qué emoción! Ojalá no fuera como el resto y pudiese llegar a tener una relación de amistad con él. Aquí os dejo una pista: Darío, cuidado con lo que pides, las cosas se pueden torcer.
Pese a ser exactamente los mismos excepto Fran, el chico nuevo, este año iba a ser distinto. En 3º ya había algunas asignaturas diferentes según la rama que elegías. Ana, María y Belén eligieron Latín y Griego. Que bajón me dio cuando me enteré, porque yo había elegido Matemáticas Aplicadas y Anatomía.
El día en el colegio transcurrió sin más. Me puse al día con mis amigas, asistimos a la presentación con la tutora y después nos fuimos a casa. A la salida del colegió me encontré con Miguel y Pedro que, aunque iban a mi clase, eran repetidores y parecía que tenían 17 años sin exagerar y que iban a hacer deporte a diario. Realmente solo tenían uno más que yo, pero me imponían muchísimo y siempre evitaba mirarlos o cruzarme con ellos.
Pasé por su lado para salir de clase y, mientras me miraban por encima del hombro, escuché:
-Joder tío, nos ha tocado este en clase otra vez.
-Sí y nunca habla con nadie. ¿No tiene lengua o qué?- preguntó Pedro irónicamente.
-JAJAJAJ, es un payaso- chilló Miguel delante de todos.
No medaban buena espina, siempre se metían con alumnos de otros cursos inferiores. Esedía, ese primer día, los vi y lo supe. Sabía que este curso yo iba a ser su objetivo.¿Soy adivino? No lo sé. Pero acerté de lleno.
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DÉJAME SER
Teen FictionAhora sí. Estáis a punto de conocer al protagonista de esta historia. Os iréis dando cuenta, o eso espero, del problema de Darío y su lucha por la aceptación. Y no, no hablo de sentirse aceptado por los demás, sino por uno mismo. La lucha más difíci...