Spectrum of Light

𝐡𝐨𝐩𝐞

Katsuki emergió de las puertas de la institución educativa. La pesadez del día se cernía sobre él, como si el peso del mundo descansará en sus hombros.

Sus pasos resonaban en el silencio ominoso de la tarde, una tarde que parecía haberse sumido en la eterna penumbra. Sus manos, ocultas en los abismos de los bolsillos de su pantalón, buscaban refugio de sus pensamientos oscuros. Pero no podía escapar, acechándolo como sombras espectrales.

Deku, el objeto de sus pensamientos y obsesiones, ocupaba su mente como un espectro enigmático. Recientemente, había llevado a cabo el acto carnal contra él, como si estuviera atrapado en un tormentoso laberinto de venganza y deseo sexual. Lo había abandonado en un cuarto de limpieza viejo, cuyas paredes exhalaban susurros de secretos grotescos.

En su continua búsqueda de venganza, Katsuki se había cruzado con Kirishima, un joven de cabellos negros que había intentado proteger a aquel a quien Katsuki consideraba su tesoro más preciado. Los destinos de ambos se habían entrelazado en un macabro ballet en ese mismo corredor que daba con el viejo cuarto, donde las miradas de odio y desafío se habían cruzado como destellos de fuego.

Y mientras la noche caía sobre la ciudad, Katsuki avanzó por las calles, sintiendo que su destino estaba entrelazado con el de Deku en una espiral de obsesion que no tenía fin.

Katsuki, envuelto en un manto de soberbia, se resistía a ser visto en compañía de uno que consideraba inferior, como si una sombra de desprecio se cerniera sobre su alma. Deku, desprovisto de una peculiaridad como la suya, parecía condenado a la inevitable mediocridad.

A pesar de que en su infancia habían compartido la inocencia y la amistad, Katsuki había tejido una red de humillaciones y crueldades alrededor de Deku. Cual espectro malévolo, se deleitaba en despojarlo de su dignidad, arrojándolo a la gran vergüenza.

Pero bajo la superficie de su hostilidad, Katsuki albergaba un deseo intenso, un deseo que se manifestaba en sueños tan oscuros como eroticos. En esos sueños, Deku se convertía en un ser casi angelical, una obsesión que lo perseguía incluso más allá del mundo de los sueños, infiltrándose en su realidad de maneras inconfesables.

Katsuki se debatía entre el deseo sexual y la crueldad, atrapado en su propia red de pasiones incontrolables que amenazaban con consumirlos a ambos en las sombras del destino.

El ambiente en la calle tenia un matiz inquietante, una atmósfera enrarecida que convertía el crepúsculo en algo más que un simple preludio de la noche. La calzada, por lo general bulliciosa, se hallaba inusualmente desierta, como si el mundo exterior hubiera perdido su interés en la vida cotidiana.

El destino, cruel como un espectro acechante, se materializó en un callejón oscuro y siniestro. Katsuki, ajeno a los peligros que acechaban en la penumbra, fue asaltado por una figura desconocida, cuyas manos frías como la muerte se cerraron alrededor de su cuello. La sorpresa lo dejó paralizado, sin tiempo para activar la peculiaridad que tanto lo enorgullecía; solo un destello de chispas escapó de su ser.

En ese fugaz momento de lucha desesperada, la visión de Katsuki se nubló, como si las sombras del callejón se cerraran sobre él. Un último destello antes de caer en el abismo de la inconsciencia: una cabeza de cerdo grotesca, una máscara de horror que se fundió con la negrura de sus pesadillas, arrastrándolo hacia un mundo que el, todavia no conocia.

La oscuridad que envolvía a Katsuki era un manto de horror casi tangible, una penumbra espesa que apenas permitía distinguir parpadeantes luces blancas y rojas en la distancia. Cuando sus ojos, pesados como los de un condenado, finalmente se abrieron, se encontró atrapado en una pesadilla que parecía haber trascendido los límites del sueño.