𝘓𝘢𝘷𝘦𝘯𝘥𝘦𝘳 𝘏𝘢𝘻𝘦

II.

Volver a casa en el Mercedes de su padre era como si le estuvieran clavando cuchillos en su piel.

Su relación con su padre no es que fuera de color de rosas. Nunca lo fue. Sabía que era su vergüenza, algo que quería tapar a toda costa y que hizo costo del divorcio de sus padres para casarse pronto con su madrastra, una mujer que tampoco la quería por el simple hecho de ser la que en teoría debería heredar la fortuna de los Everdarsen. Pero a Kiran le daba igual aquello, porque su padre ya había apuntado como heredero a su hermano Carlo.

Y aún así, su padre insistía en que tuvieran relación, pero siempre había desplantes (demasiadas excusas que no le cabían en los dedos de la mano), demasiadas miradas de desprecio (sobretodo aquel mote de 'la rara') y sobretodo, la obligación a que ella renunciara al apellido Everdarsen. Tampoco lo quería, aún así. Ella siempre se sintió más cómoda con su familia materna.

Aún así, estaba algo contenta. Era la primera vez que la invitaban a salir desde que se había mudado aquí, aunque tenía algo de miedo por causar mala impresión. Aunque notaba que Alfonse también era neurodivergente como ella, siempre había mantenido una distancia con ella, supuso que para saber si podía entrar a su círculo.

Seguramente su madre se pondría pletórica, ya que cuando se enteró que la traía el joven pelinegro y había denominado que era un amigo de la universidad, se puso muy contenta. Kiran nunca es que hubiera tenido amigos per se.

— Dile a tu madre — la voz de su padre hizo que volviera sus pies a la tierra — sobre lo de este fin de semana.

— ... — Kiran hizo una mueca, mientras movía la cabeza — Papá... ¿No crees que podrías solo avisarme cuando de verdad tengas libre? — preguntó, en alto. Luego se arrepintió, al ver el rostro de su padre.

— ¿A que te refieres? —  preguntó, en realidad, por obligación. Lo notó en su tono de voz.

— Pues... Como estoy estudiando y tal... Pues tengo que cuadrar mi horario, como tú... Viendo que siempre estás ocupado, pensé... Que me llamarás cuando realmente estuvieras libre — habló finalmente, mientras miraba a otro lado.

— ... Gracias por decírmelo, Kiran. Intentaré cuadrar mi horario próximamente para poder estar contigo.

Yo sé que en realidad no quieres estar conmigo.

—Ya hemos llegado — habló este, mientras aparcaba donde siempre.

— Bueno, ya me dirás... —  Comentó, mientras se quitaba el cinturón rápido. Se quería ir de aquella situación incómoda.

— Si, hija. Hasta pronto.

Kiran asintió, saliendo del coche para abrir la verja y subir las escaleras para abrir la puerta. Por suerte, su madre no estaba para preocuparse por aquella situación que la estaba sintiéndose mal. Dejó la mochila en el suelo, mientras cogía aire y se movía por el cuarto, casi intentando no tener un ataque de ansiedad. Abrió la nevera, viendo que había alguna cosa para picar.

El sonido de su móvil hizo que saltara del susto. Kiran se movió levemente, mientras llegaba a la mochila, sacándolo levemente. Era su madre. Tomó varias respiraciones para contestar.

— Dime — dijo, mientras cogía patatas de la bolsa y se las metía en la boca.

— Tu padre me acaba de decir que te ha recogido. Vi tu mensaje, aún así — escuchó como su madre se movía levemente de su silla. — ¿Que te ha dicho?

— Que este fin de semana no puede — le contestó, mientras se sentaba en la encimera de la cocina — Yo ya le he dicho... Que cuando quiera quede conmigo, mamá. Estoy un poco cansada de que siempre de escusas. Además de que estuvo un rato haciendo negocios.