Las tribulaciones de la señora Weasley

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A súbita partida de Dumbledore pilló por sorpresa a Harry, que se quedó sentado donde estaba, en la silla con cadenas, debatiéndose entre la conmoción y el alivio. Los miembros del Wizengamot empezaron a levantarse, hablando entre ellos, mientras recogían sus papeles y los guardaban. Harry también se levantó. Nadie le prestaba la más mínima atención, excepto la bruja con cara de sapo que había estado sentada a la derecha de Fudge, y que en ese instante lo miraba a él en lugar de a Dumbledore desde el estrado. Harry no le hizo caso e intentó captar la mirada de Fudge o la de Madame Bones, porque quería preguntarles si ya podía marcharse; pero el ministro parecía decidido a hacer caso omiso de Harry, y Madame Bones estaba muy ocupada con su maletín, así que el muchacho dio unos pasos vacilantes hacia la salida y, como nadie lo llamó, echó a andar muy deprisa.

Los últimos metros los hizo corriendo; abrió la puerta de un tirón y casi chocó con el señor Weasley, que estaba de pie fuera, pálido y con gesto preocupado.

—Dumbledore no me ha dicho

— ¡Absuelto! —gritó Harry cerrando la puerta tras él—. ¡Absuelto de todos los cargos!

El señor Weasley sonrió, radiante, y agarró al chico por los hombros.

— ¡Eso es fantástico, Harry! Bueno, era evidente que no podían declararte culpable con las pruebas que tenían, pero, aun así, no puedo decir que no estuviera

—Pero el hombre no terminó la frase porque la puerta de la sala del tribunal acababa de abrirse otra vez. Los miembros del Wizengamot comenzaron a desfilar por ella—. ¡Por las barbas de Merlín! —Exclamó el señor Weasley, sorprendido, y apartó a Harry para dejarlos pasar—. ¿Te ha juzgado el tribunal en pleno?

—Creo que sí —contestó Harry.

Uno o dos magos saludaron a Harry al pasar, y otros, entre ellos Madame Bones, dijeron al señor Weasley: «Buenos días, Arthur.» Sin embargo, la mayoría esquivó su mirada. Cornelius Fudge y la bruja con cara de sapo fueron de los últimos en abandonar la mazmorra. Fudge se comportó como si el señor Weasley y Harry fueran parte de la pared, pero la bruja, una vez más, miró de arriba abajo a Harry al pasar a su lado. El último en salir fue Percy. Al igual que había hecho Fudge, ignoró por completo a su padre y a Harry; pasó sin decir nada con un gran rollo de pergamino y un puñado de plumas de recambio en las manos, con la espalda rígida y la barbilla levantada. Los labios del señor Weasley se tensaron ligeramente, pero aparte de eso no dio señales de haber visto a su tercer hijo.

—Voy a acompañarte ahora mismo para que puedas contarles a todos la buena noticia —dijo el señor Weasley a Harry haciéndole señas para que lo siguiera tan pronto como Percy se perdió de vista por la escalera que conducía a la novena planta

—. Te dejaré en casa aprovechando que tengo que ir a ver ese inodoro público de Bethnal Green. Vamos

— ¿Y qué tendrá que hacer con el inodoro? —preguntó Harry, sonriente.

De pronto, todo parecía muchísimo más gracioso de lo habitual. Estaba empezando a convencerse de que lo habían absuelto y de que, por lo tanto, volvería a Hogwarts.

—Oh, bastará con un sencillo antiembrujo —dijo el señor Weasley mientras subían la escalera—, pero el problema no está tanto en tener que reparar los daños causados, sino en la actitud que hay detrás de ese acto de vandalismo, Harry. Hay magos que se divierten fastidiando a los muggles, y eso es la expresión de algo mucho más profundo y feo, y yo personalmente

El señor Weasley se interrumpió a media frase. Acababan de llegar al pasillo de la novena planta y Cornelius Fudge estaba plantado a pocos metros de ellos, hablando en voz baja con un individuo alto que tenía el cabello rubio y lacio y el rostro pálido y anguloso.

Harry Potter y la Orden del Fénix // Lyra GrindelwaldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora