HYIOGA Y CAMUS

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Me despertó una caricia en mi mejilla, que luego se volvió un pequeño pellizco. Cuando abrí mis ojos, vi a un alfa con ojos verdes como su cabello. Este tenía su mirada fría e indiferente pero aun así pude percibir un sentimiento de...¿gusto?

Me dejó y vi como dejaba un desayuno con fresas, pan tostado con manteca de cacao y jugo de piña, en la mesita de al lado de la cama. Se me hizo agua la boca al verlo.

Intenté levantarme, pero me dolía mi cadera -producto de la noche anterior-. Camus se dio cuenta de eso y me quiso ayudar para que me siente. Aparté su mano con energía y su expresión no cambió, pero sentí su ligera rabia por ello. Este suspiró y me dijo mirándome a los ojos, pero aparté mi mirada.

_Espero te guste el desayuno, Hyioga.-me dijo; caminó hacia la puerta y sacó una llave-.

_ ¿Gracias?.-respondí sarcásticamente. Realmente lo odiaba en ese momento-.

_Vendré cuatro veces al día para verte como mínimo; no te preocupes, veré que te guste la comida.

Y salió de cuarto y oí el "clic" de la puerta; luego el sonido de cuando se la asegura.

Como pude -pese a que me dolían las caderas, pero no lo suficiente para no poder caminar- me levanté y miré por la ventana, sentí la fresca y helada brisa en mi rostro cuando la abrí. Pero mis chances de escapar se redujeron a 0% cuando vi que estaba a trece pisos de altura. Estaba en Siberia, de eso tenía certeza.

Miré mi ropa y me di cuenta de que estaba tan limpia como mi cuerpo. Camus me había lavado en mi inconciencia. Suspiré y me dirigí a la puerta, en efecto, lo que temía, estaba con llave. Tiré un par de veces de ella, pero nada. Regresé a la cama cerrando antes la ventana, hacía mucho viento.

Me volví a recostar y me cubrí con la manta de franela, era caliente y cómoda.

Sin querer, me quedé dormido.

En mis pesadillas, los detalles de la violación las sentí en carne viva. El dolor, el asco, la decepción, mi tristeza y el miedo. Como pasaba sus manos por mi cuerpo, saboreándome como si fuera un maldito dulce. Y cuando me penetró de golpe y sin cuidado...

Desperté y me senté de golpe, sudando frío y con un par de escalofríos.

Unas manos ásperas se posaron en mis hombros y me estremecí ante el contacto repentino. Una fría voz me preguntó:

_¿Estás bien?

Como siempre me separé energéticamente de ese alfa, el cual se resintió ligeramente. Pasaron varios segundos hasta que Camus retomara la pregunta.

_¿Estás bien?

No respondí y me cubrí todo con la manta; debajo de ella, me tapaba los oídos, no quería escucharlo.

Camus empezaba a enojarse.

_¿Tuviste una pesadilla? .-dijo y se sentó en la orilla de la cama-.

No respondí.

-Tomaré eso como un sí. Por cierto, dormiste toda la tarde. – no me sorprendió, de todos modos, sólo era un juguete para él; rogaba de que se aburra de mi y me deje libre-. Te traje la cena.

Esta vez si saqué mi cabeza para ver que era.

Carne de ganado, con puré de patata y guisantitos, acompañado de un té que olía de maravilla; se veía delicioso.

Pero, a pesar de mi hambre, no quería recibir comida de esa persona- aunque acepté el desayuno por que ahí sí que tenía un hambre atroz- me daba culpa propia recibir los alimentos. Tragué saliva y desvié mi mirada de Camus que esperaba pacientemente que tomara el plato.

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